Mientras regresábamos de nuestro puente de diciembre por las tierras de la Mancha (pronto os pondremos algunas fotos) me quejaba insistentemente a Nenuca de lo inútil que es viajar con el coche, es peligroso, caro, contaminante, molesto y para mi gusto obsoleto.
Lo que realmente me molesta es que parece que no somos nosotros lo que vamos de viaje, más bien es como si él que disfruta de las vacaciones fuese el coche, calentito ocupando una cara plaza del parking, dándome mil problemas de aparcamiento y por otro lado esperemos que no se pare, que no nos pongan una multa, que no se lo lleve la grúa...
En resumen, estoy hasta las narices de:
- Alimentar con mis ingresos a las multinacionales petroleras.
- De sustentar los presupuestos del estado a base de multas e impuestos indirectos.
- De mantener un sistema económico totalmente arcaico basado en cemento (pronto pondré a caldo a las constructoras) y combustible.
- Harto de ver como gente que tiene el dinero justo para pasar el mes, se gasta lo que nunca ganará en un coche mejor que el de su vecino.
- Harto de que la Guardia Civil pueda pararme y registrar mi equipaje sin escusa alguna
- Harto y muy harto de ser una oveja más que conduce.
Por eso me ha alegrado mucho leer este articulo de Punset:
Ayer noche empecé a pensar en aquellas cosas que encajaban en el mundo del siglo pasado, pero que resultan insostenibles hoy día. Quería profundizar en el futuro; en las cosas que vienen o no tendrán más remedio que cambiar. El primer ejemplo que me vino a la cabeza fue el automóvil. ¿Alguien se ha parado a pensar que para transportar a su lugar de trabajo a una persona que pesa en promedio setenta y cinco kilos hace falta un coche que pesa en promedio mil quinientos kilos?
Es totalmente absurdo que para mover a un individuo que pesa setenta kilos se recurra a una maquinaria que pesa más de mil kilos. No hay más que contemplarlos por la mañana sufriendo, uno detrás de otro, pero cada uno en su coche, la congestión del tráfico.
La solución que hemos ideado para no sufrir demasiado el impacto negativo de esta gran contrariedad ha sido transformar el carromato en un segundo hogar, a costa de aumentar todavía más la disparidad de pesos entre la persona y el coche-hogar: le añadimos calefacción y aire acondicionado, aparatos de música y conexiones telefónicas, sistemas híbridos de carburante y energía eléctrica, una pequeña nevera y soporte para los vasos; todo lo que uno tiene y necesita en casa, salvo el gato y los niños.
Es obvio que seguimos con un sistema de transporte individual que era, supuestamente, razonable en plena revolución industrial -había pocas autopistas, pocos coches y ninguna escasez energética-, pero que resulta escandaloso e insoportable en el mundo de hoy -la gente pasa muchas horas encerrada en la prisión del coche, la mitad de ella con elevados índices de ansiedad que aumentan sus posibilidades de estrellarse-. leer más en: Cosas que ya no encajan en el siglo actual.