Andaluza de Piritas [i], que explota el yacimiento situado en las mismas paredes de Aznalcóllar, aprovecha el cauce natural del río Cañaveroso, o río Agrio, que nace en los montes de las minas del Castillo de las Guardas, y construye un canal para evacuar las aguas de su planta de lavado del mineral. El canal corta el cordel de Escacena y Niebla que discurre de oeste a este y ha sido siempre paso de ganado. Una vía pecuaria más usurpada, en este caso, por Andaluza de Piritas.
Veintitrés de mayo, pocos días después de recoger los premios nacionales en Córdoba, José de nuevo en sus quehaceres de pastor. Casi al atardecer me avisan de que está detenido en el cuartel de la guardia civil por “Atentado contra la autoridad”.
Sórdido el cuartel, muy exaltados y nerviosos los guardias y José cabizbajo y visiblemente preocupado: “¿Te acuerdas de las amenazas de Lucas? [ii] Esta tarde intentaba pasar las cabras bordeando el canal que ha hecho la mina – si paso por allí las cabras se despeñan… De repente, se presentó Lucas y me dijo que me fuera de allí. Le recordé, de buenas maneras, que aquello era una vía pecuaria y que la Mina tenía que haber hecho un puente sobre el canal porque, el paso del ganao, no se puede cortar… me insultó y lo insulté y, cuando me di cuenta, había sacado un peine de munición pa cargar el arma. Pegué un salto y de dos tirones le arrebaté el arma y el peine de munición. No lo toqué más, no le pegué; dejé las cabras con “El Portugués” [iii] y en autostop me vine al cuartel a entregar el arma y a denunciar a Lucas”.
Pero la guardia civil aún no le había tomado declaración porque, simultáneamente a su llegada al cuartel, recibían una llamada de Andaluza de Piritas pidiéndoles que no lo hicieran hasta que no se personara allí el guarda jurado con un abogado de la empresa… y ellos sí prestaron declaración. De esta manera José pasó de denunciante a acusado. Se lo reproché al comandante de puesto: “Este hombre vino a denunciar a Lucas por intento de homicidio; Ustedes tienen constancia de que ya lo ha amenazado con pegarle un tiro y su obligación era tomarle declaración cuando llegó y tramitar la denuncia de José, no esperar a que llegara el abogado de la Mina…” No me dejó ni terminar: “Este individuo es un delincuente, un terrorista y se va a pudrir en la cárcel y, o se calla, o la metemos a usted también pa dentro” A mí me faltaban sólo tres semanas para dar a luz a nuestro tercer hijo y José me lo recordó: “Estos son capaces de todo Elena y no te quiero ver en un calabozo con esa barriga; cállate la boca”
Con Joselito y Amanda en el campo de Aznalcóllar
El dictador llevaba ya casi cinco años muerto pero en el cuartel de la guardia civil de Aznalcóllar no se habían enterado: ya habían cumplido con Andaluza de Piritas y ahora insistían en tomarle declaración a José sobre la marcha, porque estaba anocheciendo: “Ustedes han esperado a que viniera Lucas con el abogado de la empresa y José no presta declaración así, de esta manera: pidan un abogado de oficio”.
El sargento hizo una llamada de teléfono de la que deduje que estaba pidiendo instrucciones a “algún superior” y luego un guardia solicitó un abogado para “un individuo que acababa de atentar contra la autoridad”. Lo que siguió fue una espera de más de dos horas en aquel semiderruido cuartel, aguantando todo tipo de amenazas, insultos, terribles vaticinios sobre nuestro futuro… y un desprecio cerril hacia los derechos recogidos en esa Constitución recién estrenada.
“Se te van a quitar las ganas de meterte en los sembrados… No te salva ni la caridad… Esta vez sí que te has metido en un buen lio… Ya estás listo… Se te acabaron las batallitas por las Vías Pecuarias… Has atentado contra una autoridad y se te va a aplicar la ley antiterrorista”. Esto es lo más alentador que salió por la boca de aquellos “beneméritos” mientras aguardábamos al abogado de oficio. A las diez de la noche pudo prestar declaración ante un letrado que no sabía nada de vías pecuarias y que se fue, apresurado, sin decir qué iba a pasar con José.
Lo llevaron a la cárcel de Sevilla escoltado por dos miembros de la policía municipal con un mandato del juez “de paz” de Aznalcóllar. En Ranilla [iv] lo rechazaron: ¿Quién era el juez de paz de Aznalcóllar para enviar a nadie a la cárcel? “Nos metimos de nuevo en el coche y me preguntó el Mérida [v]¿Ahora qué hacemos? Yo estaba esmallao… ¿por qué no íbamos a tomar un gazpacho mientras pensaban lo que iban a hacer conmigo? Desde la tasca llamaron al cuartel y después de cenar me llevaron al juzgado de Sevilla. Nunca pensé que me iban a mandar a la cárcel, porque yo no había hecho nada, pero el juez me tuvo toda noche en el calabozo y al día siguiente me esposaron y me metieron preso”. A los tres días salió en libertad provisional imputado por desacato y agresión a la autoridad (La petición fiscal fue de cuatro años, cuatro meses y un día de prisión).
Paco Millán y Pepe Guzmán [vi], que habían conseguido pasar toda la madrugada con José, publicaban, a la mañana siguiente, amplios artículos sobre lo acontecido; el de Guzmán, en El Correo de Andalucía, remataba: “… El Cabrero era conducido a la cárcel sin haber hablado con su señoría, ni siquiera haberle visto. Ni a él ni al secretario ni a oficial alguno. Sevilla tiene medio millón de habitantes.”
Pepe Aguilar[vii], días más tarde, en contraportada de El País: “El Cabrero triunfa como cantaor y tiene problemas como pastor”[viii]Un buen número de periodistas se ocuparon del tema y, pese a lo angustioso de la situación para nuestra familia, nos vimos recompensados porque todos abordaban, por primera vez, la problemática de las Vías Pecuarias con bastante interés.
Todos menos Agustín Gómez de cuya inteligencia, rigor y buena fe deja constancia un artículo publicado en el Diario de Córdoba: “El Cabrero siempre ha sabido generar noticias en los momentos más oportunos… Otro oportunismo fue cuando, al día siguiente de la entrega de sus dos premios nacionales en Córdoba, se peleaba con un guarda jurado porque no le dejaba pasar con sus cabras … cinco horas más tarde de recoger sus premios en Córdoba, estaba con sus cabras en Aznalcóllar arrebatándole el arma al guarda jurado… Y es que esa inteligencia de saber generar noticias se tiene o no se tiene…” Se me ocurren mil cosas, pero lo voy a dejar sin comentarios.
Tras este suceso, Carrasco escribiría un fandango de esos autobiográficos tan queridos por los cabreristas: “Sin matar ni haber robao, en la cárcel me vi un día, porque un guarda jurao, me quiso quitar la vida, cuando iba con mi ganao”
[i]Empresa que explotaba el yacimiento de pirita antes de la nefasta Boliden
[ii] Ver en este blog“Tú te crees el más guapo del pueblo pero cualquier día te voy a pegar un tiro” (1979
[iii]Cabrero de la localidad que había juntado su piara con la de José
[iv]Así se conocía a la cárcel de Sevilla
[v]Uno de los policías municipales, amigo de José
[vi]Periodista de El Correo de Andalucía con quien sellaríamos amistad tras este suceso
[vii]Periodista y amigo, entonces en El País y hoy director de opinión del grupo Joly
[viii] Todos los artículos aquí citados se podrán leer íntegramente en una página de este blog que llamaremos Hemeroteca