Revista Cultura y Ocio

Hasta el verano

Publicado el 05 febrero 2020 por Beitavg

Hasta el verano

Febrero de dos mil veinte

Ayer volví a pasar por la cabina de teléfono. Mi cabina. Nuestra cabina. Fue extraño. No recordaba haberla visto allí en mucho tiempo pero ayer apareció de repente ante mis ojos como un espejismo.

De repente te eché de menos. Qué cosas tiene la memoria. Tantos años sin saber de ti, tanto tiempo desde aquella última llamada y, hoy, he sentido la necesidad de volver a marcar tu número.

No creas que los años me han hecho ser menos inconsciente. Rebusqué en mis bolsillos una de esas monedas condenadas a desaparecer y la introduje en la ranura sintiendo el mismo cosquilleo en la tripa de todos aquellos viernes tarde que me tocaba llamarte. Uno tú y uno yo, ¿recuerdas? Mis dedos han bailado por las teclas numéricas repitiendo una coreografía mil veces repetida y que creía olvidada. Nadie respondió.

¿Cuánto le debe Correos y Telefónica a historias como la nuestra? Deberían habernos hecho accionistas. Cada llamada, cada carta eran el grano de arena de una playa condenada a desaparecer, como el verano. Pero era tan emocionante llegar a casa y ver el sobre con tu letra. Esperar a los viernes para hacer esa llamada y rezar para que tú padre no cogiera el teléfono.

¿Quién fue el primero en olvidar? Un día, simplemente, no llegó la carta así que nadie pudo contestar. Otro, al llamar, no había nadie en casa -igual que hoy-. No presté atención como no se le da importancia a la vida a los quince años, en el fondo pensaba que al llegar agosto todo volvería a ser igual. Pero no lo fue, nunca volvimos a aquellos atardeceres. Y así pasaron días, meses, años...nunca más volvió.

Tenía que ser así, es como funciona. Sin amores así no habría recuerdos, no habría merecido la pena, no habríamos vivido.

Atrás dejamos un amor con poco cuerpo y mucho sentido. Atrás dejamos palabras y sueños de tardes de verano, de cartuchos de pipas y risas por nada, de sonrisas y canciones, de besos sinceros, atrás dejamos el amor de niñez...y ahora sé cuánto echo de menos la sencillez de esos días.

Espero que tus padres no se hayan mudado, solo tenía esta dirección tuya. Aunque, quizás, tampoco haga falta que leas los pensamientos de un loco delante de una cabina de teléfono.

Hasta el próximo verano que volvamos a encontrarnos.


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