Revista Cultura y Ocio

Hasta la vista – @Sor_furcia

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Un prejuicio, según la RAE, es una opinión previa y tenaz, y por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. Y por desgracia vivimos en una sociedad llena de convencionalismos y nosotros somos expertos en prejuzgar las cosas en vez de intentar conocerlas y entenderlas.

Podríamos decir que el sentido de la vista es el más objetivo de todos. Lo que captan nuestros ojos es lo que hay, es muy difícil engañarlos, pero es muy fácil ver algo y deformar lo que vemos según nuestro parecer. Como si nuestra opinión fuese la correcta y las demás careciesen de valor al lado de ella.

Un ejemplo muy claro lo hemos visto estos días en todos los medios de comunicación. Una mujer ve a un hombre con rastas y le cataloga como alguien sucio y piojoso, porque no es capaz de ver más allá de las apariencias y le encasilla según su criterio que, señora perdóneme, pero huele a naftalina. Y esta persona, como tantas otras, será incapaz de mirar más allá de cuatro pelos retorcidos y ver a alguien, no sólo limpio y aseado, sino preparado, formal, que lucha, que tiene ganas de cambiar la situación actual y que se involucra activamente en ello. Y eso es tan carca…

Porque las apariencias nos condicionan, mucho, a todos. Y cuando algunos ven a un individuo tatuado y sólo ven a un macarra, algo vulgar, una moda, o algo de lo que tarde o temprano se arrepentirá, y le etiquetan según unos parámetros obsoletos; otros vemos historias, recuerdos, una forma de expresarse o simplemente puto arte. A ver, que por ir tatuado no eres menos honrado, ni menos profesional en tu trabajo, ni, por supuesto, peor persona que quien tiene su piel inmaculada. ¿Se enteran?

Pero no sólo el aspecto físico nos hace chirriar los dientes. ¿Qué problema hay en que una madre amamante a su hijo en un sitio público? Que un acto como este a algunos les parezca obsceno y vergonzante, y que aseguren que debería hacerse escondiéndote en la más absoluta intimidad, significa que son ellos los que tienen la mirada sucia y que desnaturalizan algo tan primario como es que una madre alimente a su hijo reforzando así un vínculo basado en un amor puro e incondicional. No es un niño lamiendo un pezón. ¡Oigan! Es un recién nacido alimentándose. ¡No inventen!

Puedo ir más allá y hablar de esos padres que se bañan con sus hijas ya entradas en la adolescencia. Algunos se escandalizarán y dirán que no deberían hacerlo, que es impropio… Y eso es porque ven en la desnudez de los cuerpos algo erótico y porque ven connotaciones sexuales donde no las hay. En vez de ser tan reaccionarios deberían intentar verlo como lo que es, dos personas que se quieren y van a compartir un momento ameno e íntimo lleno de complicidad, normalizando así algo tan natural como es un cuerpo desprovisto de todo artificio.

¿Y qué pasa si dos hombres se besan en la boca en plena calle? Muchos se sentirán violentados ante semejante osadía porque, sin darle más vueltas, son unos homófobos. Y si no son capaces de ver simplemente a dos personas que se aman, que se desean, que se regalan una muestra de cariño donde les apetece, independientemente de su sexo… señores, tienen un problema. Háganselo mirar.

Y lo voy a poner más difícil todavía. Si a un hombre le gusta que una mujer se ponga un arnés con una polla de plástico y le penetre analmente… ¡Horror! ¡Terror! Muchas (muchísimas) personas, hombres y mujeres, se retorcerán en sus asientos y tacharán la escena de antinatural y a él de poco hombre o de maricón. ¿Y por qué? Porque, como esta sociedad, todavía piensan que hay ciertos deseos que deberían continuar reprimidos, y porque, como el pensamiento colectivo, huelen a rancio. A lo mejor para quienes lo hacen sólo es una forma más de disfrutar de su sexualidad de forma despreocupada, de compartir placer con otra persona en absoluta libertad y confianza, y de explorar un punto erógeno que, oye, para algo está ahí, ¿no?

Y así podría pasarme poniendo ejemplos hasta mañana, por desgracia…

Pero una vez dicho esto, a lo mejor es un buen momento para que te pares a pensar en estas y otras situaciones y te preguntes qué es lo que ves. Porque lo que ves dice mucho de cómo eres, de los tabúes que tienes y de los límites que con ellos pones a la libertad de los demás. Porque el problema no está en los actos en sí, sino en los ojos con los que los miramos, que nos impiden verlos de manera tolerante, razonable y justa. Porque el problema no está en lo que vemos, sino en nuestros prejuicios, que son tan fuertes que nos modifican hasta la vista.

Abre tu mente, créeme, ¡no duele!

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