Revista Educación

¡Hasta muertas, valemos menos!

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Estupor. Indignación. Rabia.

Estos son algunos de los sentimientos que afloraron ayer en mí al conocer, gracias al periódico El Mundo, que la vida de una víctima de violencia de género es 10 veces menos valiosa que la de una víctima de terrorismo.

¡Cómo lo oyen! Parece increíble pero la legislación vigente en España consagra esta notable diferencia.

¿Alguno encuentra una razón objetiva que justifique tal desigualdad de trato? Porque yo soy incapaz de verla ¿O es que una víctima de violencia de género es menos inocente que una de terrorismo? ¿Tal vez, los hijos e hijas de una mujer asesinada por su pareja sufren menos la pérdida física, psicológica y económica por el fallecimiento violento de su madre?

Mientras esto está consagrado en nuestras leyes, hay que soportar estoicamente que ciertos individuos con sotana digan sandeces machistas desde el púlpito y mantengan su estatus sin sufrir consecuencia alguna por justificar lo injustificable. Luego las consabidas disculpas oficiales y oficiosas, pero dicho y extra difundido por las redes sociales ha quedado un mensaje aberrante e insultante para las miles de mujeres que han soportado y soportan este tipo de violencia día a día.

Avanzamos poco y muy lento. En los últimos tiempos, de hecho, estamos hasta retrocediendo en la imprescindible tarea de concienciar y educar para que la mujer no pueda ser un trapo controlado y maltratado por un hombre que dice “quererla”.

Tal vez, nuestro problema como sociedad sea más grave y esté más dentro de cada uno de nosotros de lo que pensamos. La libertad individual de las personas debería estar por encima de la alianza que se establece en cualquier relación, –ya sea de pareja o de amistad-. Y el respeto a dicha libertad pasa por la ausencia de control entre los adultos.

Muchas mujeres y también hombres son víctimas de un control excesivo, pero admitido y hasta laureado, que se nutre de los celos y del instinto de posesión de unos sobre otros.

¿Crees que eres inmune a estas conductas? Pues pregúntate:

  • ¿Cuántas veces has controlado a través del famoso whatsapp a tu pareja o a algún amigo o amiga?
  • ¿Cuántas has comprobado si está en línea y si coincide con otra persona “sospechosa” en línea?
  • ¿Cuántas te has preguntado con quién estará comunicándose, o por qué no responde inmediatamente a tu mensaje si ya lo ha visto?
  • ¿Has llegado a pedir explicaciones por alguna de estas cosas? ¿Te las ha pedido a ti alguien?

Pocas personas son ajenas a este síndrome cada vez más extendido, ya sea en el papel de controlador o de controlado.

Las nuevas tecnologías y las redes sociales están fomentando estas conductas y reduciendo nuestra cuota de privacidad.

Para mí, son del todo inadmisibles: explicaciones las justas y controles los mínimos.

 


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