Hoy es un día emotivo para el madridismo. De los cuatro capitanes que había en plantilla hace solo un par de años, el Campeón del Mundo Casillas es el único superviviente. Ya se fue la temporada pasada Michel Salgado al fútbol inglés, ayer se despidió Guti y hoy lo hace Raúl.
Será raro ir al Bernabéu y que no suenen sus nombres y sus dorsales por megafonía, que Raúl no salga a apuntillar el partido o que Guti no aparezca para desatascar el encuentro.
Aunque ambos canteranos, ambos capitanes y ambos reconocidos por la afición, José María Gutiérrez “Guti” y Raúl González Blanco han tenido trayectorias prácticamente opuestas en el club blanco.
Raúl debutó de la mano de Jorge Valdano el 29 de octubre de 1994 fallando dos goles clamorosos en la Romareda. Aquel día, ese delantero flaco y desgarbado, escurridizo y oportunista, listo como un ratón de cuento, comenzó a forjar la leyenda del que es máximo goleador de la historia del Real Madrid en todas las competiciones (323 goles por 307 de Alfredo Di Stéfano). Lo ha ganado todo aunque siempre le quedará la espinita de no haber conseguido una Copa del Rey, algún título con “La Roja” y no haber logrado un merecidísimo Balón de Oro (el año que lo ganó Owen debió ser suyo).
Para el recuerdo quedan sus “palancas”, su “aguanís” en la Intercontinental, su gol regateándose hasta a sí mismo en el Calderón, su dedo mandando callar al Camp Nou, pero sobre todo su coraje, su entrega y su profesionalidad.
Precisamente la profesionalidad no ha sido el punto fuerte del genial Guti. Como leía ayer en varios medios, el de Torrejón es un jugador especial, único, mágico, genial, que puede hacer cualquier cosa menos lo que esperas pero que siempre te queda la sensación de que podría haber hecho algo más. La relación de Guti con el Bernabéu ha sido de amor-odio en la mayor parte de la trayectoria del 14 aunque también es verdad que en los últimos años el público del coliseo blanco ha sabido agradecer sus virtudes y perdonar sus carencias.
Funcionó como delantero, como interior, como mediocentro, como mediapunta, Guti tenía todo para convertirse en un crack mundial, pero su inconstancia, sus retrasos, sus líos extradeportivos, han hecho que se quedase en un mago efímero que de vez en cuando hechizaba a los amantes del deporte rey.
Con sus virtudes y sus defectos, se van dos jugadores que ya son historia y que han dejado buenos recuerdos en el club que les vio crecer como futbolistas y como personas. Hasta siempre capitanes.