Vuelvo al blog para dedicarle una entrada a Gustavo Pérez Puig, fallecido hace un par de días. Tuve oportunidad de tratarle varias veces, y tengo la sensación de que su carácter y su manera de ser, quizás algo intolerante, terminaron por esconder al magnífico director y hombre de teatro que era. Como bien ha recordado mi amigo Nacho García Garzón, solo por haber sacado a la luz y estrenado Tres sombreros de copa, de Mihura, tendría un lugar destacado en la historia de nuestra escena. Pero es que además hizo muchísimo por el teatro español a través de los Estudio 1, mitificados hoy en día, pero que fueron una puerta abierta al gran teatro de todos los tiempos (donde contribuyeron otros nombres que es justo mencionar como González Vergel o Pedro Amalio López). Despertaron la afición de no pocas personas por el teatro; Doce hombres sin piedad quedó como ejemplo de teatro televisado.
Fue, además, defensor inquebrantable de una genial generación como Mihura, Jardiel Poncela, Neville, de los que nunca renegó a pesar de estar "pasados de moda" para una absurda progresía cultural. Fue su gran valedor. No tuvo, desde mi punto de vista, acierto en su gestión en el Español. Yo creo en otro tipo de teatro público, pero él decía precisamente que el público era el que avalaba su programación con su presencia, y su devoción hacia la tradición del Tenorio fue ejemplar.
Era, al menos así me lo parecía, un hombre visceral, y junto a un buen puñado de amigos tenía una legión de detractores, en buena medida por esa forma de ser, que le llevaba en ocasiones a tratar despectivamente en público a sus colegas y a entender que su forma de entender el teatro era la única adecuada.
Pero era también, me consta, una persona generosa y fiel a sus amigos. Cuando Luis María Anson dejó la dirección de ABC, perdió momentáneamente el cariño de la casa, donde hasta entonces bastaba un telegrama que pusiera S.O.S. para que inmediatamente se hiciera un reportaje de la obra que tenía en cartel y que no estaba funcionando todo lo bien que debiera. Pero pronto recuperó ese cariño, que era el que él tenía a sus autores de cabecera y al público que seguía sus montajes, en los últimos tiempos dirigidos por su mujer, Mara Recatero.
Este es un país de frágil memoria, y por eso hay que volver a recordar que Gustavo Pérez Puig tuvo en el teatro español una importancia decisiva. Descanse en paz.