Revista Cultura y Ocio

Hasta siempre, Manolita

Publicado el 20 marzo 2017 por Icastico

Hay silencios majestuosos, solemnes. Son hermosa partitura cuando fallan las palabras. O no es que fallen, es miedo de no saber convocar a las mejores y que se presenten todas a coro, sin desafinos. Aquellas que definan certeramente a una persona que ha alcanzado la categoría de (saber) ser humano. Ser Humano. Como tú, Señora. Como tú, Manuela Elena Guntín López. Manola. Manolita para los cercanos. Aunque no consiga estar a tu altura intentaré dedicarte algunas. Sé que me perdonarás si me quedo a mitad de camino porque es marca de la casa y porque nunca fuiste dada a las alturas ni a las personas que se empeñan en morar en ellas a toda costa, por mucho que quiera elevarte yo a los reinos de los cielos. Y más allá. También sé que tu alergia a boatos y alharacas me hubiesen impedido incluso iniciarlo pero soy tan cobarde que ahora que te has ido te llevaré por una vez la contraria. Ahora que remataron las exequias del tránsito y que la soledad resulta buen bálsamo contra el dolor –ambos se hacen arrumacos– estoy un rato contigo para cantarte las cuarenta.

Jamás imaginé cuanto puede enriquecer la humildad hasta que tuve la fortuna de conocerte y tratarte. Tampoco sabía todo el sentimiento que puede albergar una lagrima en su vientre mientras hace su brillante y triste peregrinación de despedida. Ni tenía idea, como la tengo ahora, de que la ausencia tuviera de verdad volumen y que pudiera ser tan grande, ya lo creo. Sí, fuiste algo muy difícil de ser: sencilla y humilde.

Fuiste maestra secreta, sin horarios. Enseñabas cuando hablabas, cuando estabas en silencio o por medio de una mirada. El tiempo siempre te dio la razón y firmaba cada una de las corazonadas que pronunciabas –hijas de la experiencia y la intuición– que se acababan haciendo realidad. Tan hija, tan madre, tan abuela, tan loba. Tan esposa, tan compañera, tan amiga. La coherencia te ponía de continuo como ejemplo. Sabiduría en fascículos. No había comida cena o reunión en la que no te robara yo una “perla” sin que lo supieras y que para si quisieran muchos gurús y coach de la oportunidad.

Suegra me parecía una palabra fea pero me convertiste en orgulloso de exhibirla, de ser yerno. La “roja” más cristiana que he conocido, la más buena generosa y discreta. Nunca una mano supo lo que hizo la otra. No había jefes ni lacayos. No había galones. Todas eran iguales. Fuiste sin duda la envidia de quienes se pasan la vida llevando la mano a un pecho vacío de arrepentimiento, sin un gramo de persona, se les nota a la legua, no hay disfraz que las camufle. Tú sola eras toda una estirpe del bien y la bondad. He confirmado que para mi no existen cristos ni dioses, solo Manolitas desde el momento que marchaste. Lo juro por Manolita, diré, no habrá pluma ni papel firmado con más valor. A veces creo que Dios te castigó con tanto dolor por hacerle la competencia.

Aunque en vida despertabas y te acostabas con las “gracias” en la boca –por cualquier cosa– dirigidas a toda la gente que entraba en tu entorno aprovecho para hacerme eco de nuevo de ellas, a mi manera. Gracias a la familia que fue familia. Gracias a los amigos y compañeras de trabajo que me asesoraron, me soportaron y me animaron. A las alumnas que hicieron lo mismo. Gracias a las cuidadoras de sus últimos meses, en especial a Pili, que la trataron como a una madre y acabaron siendo hijas, llorando junto a las que lloraron. Pero, sobre todo, enhorabuena a la gente que tuvo la fortuna de saber escucharte. Eso será un legado.

En mis paseos por el muelle, tu antigua y querida morada, notaré que los barcos salen sin rumbo y la marea echa de menos tu presencia. Seguro que te dedicarán alguna ola. Te enterraron el día de mi cumpleaños, es imposible llevarte más dentro y estar más dichoso de esta confabulación de fechas.

Claro que tenías manías y tozudeces. Por supuesto que no eras perfecta. Pero fuiste la mejor imperfecta que conocí. Es un poco tarde para cambiar, pero te prometo que haré un esfuerzo por recorrer el último tramo a lo Manolita.

PD.: Manolita, te fuiste sin los bombones, los estamos tomando a tu salud. Un beso eterno.


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