A principios de febrero fui requerido por la U. D. Pilas para una labor no sé si imposible en aquel momento. El equipo se encontraba sumido en la desesperanza. Por mi parte, debía tomar una decisión de meterme en ese barco a la deriva o quedarme en la comodidad del momento.
A pesar de que me han partido la cara más de una vez por exceso de arrojo, jamás en mi vida rehuí la responsabilidad ni la cobardía fue mi aliada. Dije sí a sabiendas de que incluso lo que se proyectaba al exterior pudiera ser sólo la punta de un iceberg enorme en el fondo marino, como así realmente era.
Eran 15 partidos en los que había que trazar un plan de choque inmediato reactivando a una buena pero peculiar plantilla. Desde el primer día propusimos un nuevo método de trabajo, evidentemente contestado por muchos y, aún sin tiempo, se fue interiorizando por parte de todos (iban a ser sólo 45 sesiones de entrenamiento).
La lucha no era sólo contra el reloj sino contra unos elementos tan intangibles como contundentes que dificultaban los simples cánones de normalidad deportiva.
Con todo, nuestro objetivo quedó fijado en llegar con vida a la última jornada así como alimentar progresivamente el orgullo y honor por una institución deportiva histórica, buscar una normalidad de funcionamiento y una consistencia para estar a la altura competitiva.
En ninguno de los 15 partidos hemos sido inferiores a ni uno sólo de nuestros rivales incluso en los partidos que hemos perdido.
Siendo así, con la conciencia perfectamente tranquila de haber hecho cuanto hasta donde mi humilde sapiencia llegaba, aderezado con el 150% de entusiasmo cada minuto que he sido el máximo responsable deportivo y una fe inquebrantable en que podíamos cumplir el objetivo, he de asumir la derrota como buen deportista que me considero.
Lo siento mucho por el club, institución a la que siempre quise pertenecer; por una afición que estuvo a la altura; por la directiva saliente que depositó en mi su confianza; por el entrañable Manuel, ahí siempre al pie del cañón; por el campo (cada día de entrenamiento me presignaba dando gracias por pisar esa hierba, por olerlo y sentirlo) y por aquellos jugadores, muy pocos, a los que les dolió el escudo, que verdaderamente pusieron todo y creyeron en ello.
Mucha suerte al presidente y junta directiva entrantes para que, ojalá cuanto antes, reactiven al equipo y se vivan éxitos en esta señera institución.
Con mi orgullo intacto por haber ocupado ese banquillo y con muchos otros proyectos, inmediatos y en el tiempo, por cumplir, muchas gracias y hasta siempre U.D Pilas.