Revista Insólito

Hasta una ruina puede ser una esperanza

Publicado el 24 diciembre 2022 por Monpalentina @FFroi
Hasta una ruina puede ser una esperanza

Es la historia de Aguilar, contada desde el monasterio y desde los recuerdos autobiográficos del autor. Y es también una descripción de la Montaña Palentina. El libro de José María Pérez González, "Peridis", es un libro singular. Peridis es, además, el arquitecto que ha dirigido la restauración del Monasterio y preside el Patronato del mismo nombre. Nadie mejor que él, que pasó su infancia junto a las ruinas del Monasterio, para contarnos su historia hasta el momento actual. El título de la obra es una frase de Unamuno que, en el verano de 1921 lamentó el estado del "convento caído" de Aguilar. Pero al sentir el agua que brotaba de la roca contigua, escribió: "Hasta una ruina puede ser una esperanza".

El libro tiene 15 capítulos. Los seis primeros se ocupan de la historia del monasterio, desde su fundación hasta su ruina sucesiva que comienza con la desamortización y se prolonga hasta los años sesenta del siglo XX. Los tres siguientes (7 al 9) contemplan la restauración arquitectónica, que se reforzó con la fundación de la Asociación de Amigos del Monasterio en 1977. Los últimos capítulos (10-15) se centran en las actividades e instituciones culturales que, hasta el día de hoy, tienen su sede en el Monasterio restaurado.

Peridis ha puesto en este libro mucha ilusión y mucho ingenio. Es un libro hecho "a retazos", como él dice, en el que ha volcado muchos recuerdos y vivencias personales. El autor conoce perfectamente la historia del Monasterio, y se ha documentado a fondo leyendo todo lo que se ha escrito sobre él. Pero no ha escrito una historia para eruditos, sino para la gente normal y corriente. Por eso el libro carece de notas y se contenta con ofrecer al final una bibliografía suficiente. En cambio, el libro es una obra de arte, por el gran soporte visual de sus fotografías y dibujos. La primera mitad del libro tiene fotografías en blanco y negro, la segunda mitad en color. Algunas fotografías reproducen documentos de archivos o portadas de libros. Pero la mayor parte recogen el estado del edificio ruinoso o restaurado.

Muchas fotos son del mismo autor. Otras han sido prestadas por particulares o instituciones. Las fotos de las ruinas son las más impactantes, pues nos muestran el convento sin cubiertas y los muros devastados tal como estaban en 1909, en los años treinta y aun en los años sesenta y setenta. Destacan entre estos dibujos los que reproducen los capiteles del claustro. El destinatario del libro es, como se ha dicho, el gran público. Por eso el estilo es preferentemente coloquial. Los recuerdos de la infancia aparecen en toda la obra.

Otro de los recursos son las conversaciones, reales o fingidas, que elabora el autor. Unas veces conversa con eruditos sobre temas de su especialidad: con Miguel Ángel García Guinea sobre el románico palentino; con Manuel Revuelta sobre la desamortización; con María Teresa López de Guereño sobre los premostratenses; con María Soledad Álvarez Martín sobre el románico asturiano; con Julio Laguardia y Luis Villanueva sobre las escuelas-taller; con Jaime Nuño sobre excavaciones, etc. También reproduce conversaciones con gentes del pueblo como Jacoba o Rafael Paradelo. Incluso finge conversaciones suyas con el mismo Monasterio, que se queja de sus achaques y exige que le repongan la "dentadura" de los capiteles del claustro que le fueron arrancados en 1871 para llevarlos al Museo Arqueológico Nacional. La secuencia de la historia del monasterio no es completa, sino selectiva.

La cronología histórica del Monasterio se desgrana en 50 fechas, que arrancan en el año 822 (noticia legendaria de la fundación por el abad Opila) y concluyen en 1988 (concesión de la Medalla de Oro del premio Europa Nostra). En el libro se hace una selección de los sucesos históricos más relevantes, tras unos títulos muy expresivos. El capítulo 1 ("A la caza va un caballero por los sotos del Pisuerga") relata la fundación del Monasterio, cuando el caballero Alpidio, persiguiendo un venado, descubrió unas ermitas rupestres en el cerro del que brotaba un manantial. El hermano del caballero, el abad Opila, fundará el Monasterio en el rellano que había al abrigo de la peña. Unamuno había preguntado: "¿Quedan entre estas ruinas hombres?". Peridis comprobó que sí quedaban cuando, de niño, encontró allí a Gelín, Carmina y otros chiquillos, que convirtieron el convento caído en un "maravilloso juguete". El capítulo 2 ("El Cristo milagrero y la tumba del guerrero legendario") está dedicado al famoso Cristo de Aguilar, cuya imagen se venera en la parroquia, y a la supuesta tumba de Bernardo del Carpio, el héroe mítico-literario que según los romances luchó en Roncesvalles.

Los monasterios necesitaban acreditar su fama para atraer devotos. El de Aguilar tenía dos motivos de propaganda: un Cristo milagroso y un héroe nacional. El capítulo 3 se dedica a describir los usos, costumbres y paisajes del emplazamiento del Monasterio y las iglesias románicas del entorno. Por eso se titula "El sabio que recorría el románico en bicicleta". Se refiere a García Guinea, que recorrió la Montaña Palentina cuando preparaba su tesis en los años cincuenta. En este capítulo encaja muy bien la descripción de la poetisa mexicana Isabel Pesado, que visitó la región en 1871. "Se fueron los frailes y vinieron las ruinas". Tal es el título del capítulo 4, donde se narran los últimos años de los premostratenses en Aguilar. La abadía había sido centro de estudios de Artes (Filosofía) en 1824, pero fue suprimida en 1820 y definitivamente en 1835. Nadie compró el convento cuando se subastó en 1865. Al año siguiente fue declarado monumento nacional y poco después trasladaron sus capiteles al Museo Arqueológico Nacional. El capítulo 5 se titula "El cartero del abad Opila". Este es el mote que da Peridis a un erudito local, Rafael Paradeles, que le contagió las ganas de restaurar el Monasterio. Nuestro autor consideró aquellas incitaciones como un encargo del abad Opila, en un momento en que parecían frustradas todas las esperanzas de restauración.

En los años sesenta del siglo XX los monjes de Poblet intentaron establecerse en Aguilar, pero no se decidieron. Entonces se emprendió una restauración historicista muy discutible, que se abandonó pronto. El capítulo 6, bajo el título "Un futuro papa, mediador en el pleito entre los frailes", retrotrae la historia para hablarnos de la orden de San Norberto, fundador de los premostratenses, que se instalaron en Aguilar, procedentes de Herrera de Pisuerga, con ayuda del rey Alfonso VIII, la reina doña Leonor y la influyente familia de los Lara. La instalación de los premostratenses en la abadía de Aguilar se hizo desplazando a los clérigos seculares que la ocupa ban, a cambio de algunos beneficios temporales estipulados en la concordia del cardenal Jacinto Bobone (1173), que más tarde fue papa con el nombre de Celestino III. Los momentos históricos narrados en los capítulos precedentes se ilustran en el libro con citas textuales de Lorenzo Vitale (que acompañó a Carlos V en 1517), Antonio Sánchez (cronista del siglo XVII), Antonio Ponz (viajero del XVIII), Francisco Tojar (1799). El estado de las ruinas se describe en los textos de Hernando Garrido, José María Quadrado, Isabel Pesado, Vicente Lampérez, José Ramón Mélida, etc. A partir del capítulo 7 cambia el estilo del libro. El Monasterio deja de ser una ruina, porque se buscan los primeros remedios eficaces. "Aguilar, tras las huellas de su historia". No se refiere a las huellas del pasado, sino al futuro esperanzador construido desde las ruinas.

La historia de Peridis se hace colectiva, pues son muchas las personas e instituciones que le ayudan en su empresa. Empezando por los vecinos de Aguilar. Con ellos principalmente fundó, en 1977, la Asociación de Amigos del Monasterio. La Dirección General de Bellas Artes se mostró dispuesta a ayudar y nombró a Peridis arquitecto de la restauración. La primera labor fue el desescombro de unas ruinas ahogadas por la vegetación. Se logró gracias al trabajo de los voluntarios. El capítulo 8: "monumento en obras: permitido el paso". La frase es una réplica al "prohibido el paso" de los años sesenta. Gracias a la labor impagable del maestro de obras Francisco Gómez Canales el monumento quedó nuevo, limpio y visible. Cada espacio restaurado se inauguraba. La mayor dificultad estaba en el claustro. A ella se dedica el capítulo 9: "El rompecabezas del claustro y la dentadura postiza". Es entonces cuando Peridis finge una conversación con el Monasterio, que exige su antigua dentadura. Ante la imposibilidad de recuperar la joya de la corona (los capiteles), se pusieron otros lisos, mientras se rehacían las bóvedas. La restauración no se limitó a la reparación de los edificios. El capítulo 10, "La música colorea las piedras", describe la obra festiva y cultural emprendida desde el principio por la Asociación de Amigos del Monasterio. Desde 1977 se organizan las "semanas del románico", que no se limitaron a conferencias, pues incluyeron, en años sucesivos, brillantes conciertos, excursiones y acampadas. El capítulo 11: "Es curioso, cuanto más práctico, más suerte tengo". Se refiere a la suerte Bibliografía 315 PITTM, 89, Palencia, 2018, pp. 313-316, ISSN 0210-7317 de tener buenos amigos.

Entre todos destacan Santiago Amón, con sus recitales poéticos, y el jesuita Goyo Ruiz, que decía la misa en las acampadas. Los amigos políticos le ayudaron mucho en sus gestiones, como Alfonso Guerra, Fuentes Quintana, García Enterría, Ortega Díaz-Ambrona, Juan A. Maragall y Joaquín Almunia. El capítulo 12: "Donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada". Es frase de Miguel Hernández, con la que quiere expresar la instalación en el viejo Monasterio de un Instituto de Segunda Enseñanza (1984).

El capítulo 13 ("Donde hay un maestro hay una escuela") se refiere a una de las obras de las que Peridis se siente más orgulloso: la instalación de la escuela-taller, donde los aprendices colaboraban en los trabajos de restauración mientras aprendían diversos oficios. La idea saltó a Hispanoamérica y a otras naciones. El capítulo 14 recoge el lema de uno de los escudos de Aguilar: "Velar se debe la vida de tal suerte, que quede vida en la muerte". Fue un momento de gloria y dolor. El día 30 de junio de 1988 la Reina Sofía otorgaba la Medalla de Europa Nostra. Ese mismo día se estrelló el helicóptero en que viajaban Santiago Amón y otros amigos. El último capítulo, "Del monumento al monumental documento", se refiere a las instituciones instaladas en el Monasterio: el Centro de Estudios del Románico (1988), la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico (1994), y la publicación de la Enciclopedia del Románico.

En 2002 se pusieron en venta los primeros 14 tomos, en una edición primorosa. Entre tanto, Peridis divulgaba con gran éxito en televisión la serie "Las claves del Románico". La Enciclopedia es una obra científica de gran calidad. Comenzó publicando los monumentos románicos de Castilla y León. Luego se decidió extender el estudio a toda España. Siguieron los tomos de Cantabria, Asturias, Huesca y Cataluña. Hasta el momento se han editado 50 tomos (con apoyo de Autonomías y Cajas de Ahorro), y se espera que sean 64 en 2018. El libro demuestra que la frase de Unamuno se ha cumplido con creces. La ruina se ha convertido en esperanza. Peridis ha sido el principal protagonista de esa resurrección. Tenemos que agradecerle la lección que nos cuenta en este libro reconfortante en el que ha puesto tanto entusiasmo.

Manuel Revuelta González 1 Las Edades del hombre. Mons Dei. Iglesia de Santa Cecilia. Colegiata de San Miguel. Aguilar de Campoo, 2018, 403 p. La primera parte del libro contiene tres estudios introductorios (pp. 23-91): La religiosidad popular en la Montaña Palentina, por José Luis Calvo Calleja, El románico de la Montaña Palentina. Origen, decadencia y renacer de un arte, por César del Valle y Cristina Párbole, y Mons Dei, por Gaspar Hernández Peludo. La tercera colaboración explica el sentido teológico y catequético de los siete capítulos de la exposición con alusión a las obras artísticas que en ellos se exponen. La segunda parte del libro (pp.91-371) reproduce las 124 obras expuestas en las dos iglesias, indicando las siglas de sus 86 autores (cuyos nombres figuran en pp. 93- 95). Dos académicos de la ITTM han colaborado en el análisis de las obras: Rafael Martínez (obras nº 66 y 103 de Juan de Flandes) y el mismo Peridis (obra nº 7 de Ursi) El libro concluye con artículos sobre la música y el tratamiento de la luz de la exposición y la bibliografía sobre las obras expuestas.


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