Por Humberto Cardoso Cabrera
Uno de los primeros hombres del Nuevo Mundo que se enfrento con valentía y sin temor a la superioridad del Imperio Español fue el cacique Hatuey, originario del actual Haití pero soldado ejemplar del oriente cubano contra las fuerzas asesinas de Adelantado Diego Velásquez de Cuellar. En las clases de Historia de Cuba no hablan del corajudo Hatuey pero no tanto como se debiera, claro, esa es mi humilde opinión, por eso decidí hacer este pequeño artículo, con el apoyo del magnifico libro Historia de la Isla de Cuba con notas e ilustraciones. Tomo Primero (Pedro José Guiteras, Nueva York: John F. Trow & Co., 1865. pp. 240-251), para reflejar un poco más la lucha de Hatuey y los aborígenes bajo su mando contra la sanguinaria expansión española.
Orígenes de una rebelión
Hatuey, fue un cacique quisqueyano de la región de Guahabá, en La Española. En su tierra natal encabezó una rebelión contra los conquistadores españoles que se dirigían y asediaban su comarca, al comprender lo inútil de su resistencia se vio obligado a emigrar hacia Cuba en unión de un grupo de sus seguidores. En canoas llegó a la región de Maisí para asentarse en la desembocadura del río Toa y desde allí continuar su lucha.
Gracias a sus espías el cacique Hatuey se entero de la expedición que venía desde la isla La Española, con Diego Velázquez de Cuéllar al frente, para someter a esta región de la tierra cubana. Por este medio el cacique rebelde se entero de la gente que vendría en la expedición, cuales iban a ser los jefes y capitales de los hombres que desembarcarían en tierra y el armamento que estos poseían.
Se dice que al avistarse las velas de los navíos españoles el cacique llamo a los principales jefes de las tribu bajo su control y a los guerreros de estas y mostrándoles los navíos los arengo al combate:
Helos allí, los que creíamos venidos del cielo a librarnos de la ponzoña del Caribe y de la muerte, más perversos y crueles que el caribe mismo. Abusando de nuestra simplicidad y prevalidos de la fuerza, pretenden tener derecho a nuestra tierra y a nuestra liberad, porque un hombre a quien ellos llaman Papa ha dado la posesión de toda la tierra a otro hombre muy poderoso que llaman Rey y Señor. Dícennos que estos tiranos adoran a un Dios de paz y de igualdad, y nos usurpan nuestra tierra, y nos haces sus esclavos: háablannos del alma inmortal y de los premios y castigos eternos, y nos roban nuestras cosechas, seducen nuestras mujeres, violan nuestras hijas. Incapaces de probar sus fuerzas con nuestro valor, se cubren cobardes con esas armaduras de hierro que no pueden romper nuestras macanas, dudosos aun de su ventaja usan el rayo que nos hiere desde adonde no puede alcanzar la punta de nuestras flechas, y montados en esas fieras las manejan cuales fuesen guaminiquinajes, mas para huir de nuestra zaña que para correo a probar la pujanza de nuestro brazo. Pero ellos son pocos y nosotros muchos, ellos combaten en tierra extraña y nosotros en nuestra propia tierra, ellos invocan un Dios sediento de sangre y oro y nosotros tenemos de nuestra parte un Dios justo y sabio. Los caciques vecinos vendrán en nuestro auxilio, las breñas cortaran el vuelo a sus caballos, el tronco de la ceiba será nuestro escudo contra el rayo escondido y nuestro Cemíes harán trizas sus corazas.
A continuación saco una cestilla de pala que contenía algunos granos de oro y mostrándoselo a quien lo rodeaban dijo:
El Dios sabio y justo que adoran ese Papa y ese Rey, y todos ellos no es otro que el oro vil que se esconde en las entrañas de nuestra tierra: éste es su Señor, a éste sirven, tras éste solamente andan. Vedle aquí. Para aplazar su ira y que les mande no nos cause mal alguno, venid todos y hagámosle areitos.
A continuación los guerreros bailaron y cantaron sus música guerrera hasta que el cansancio los venció, luego Hatuey les miro y les dijo:
Ahora conviene que arrojemos a lo hondo del río a ese Dios por quien tanto daño nos hacen los cristianos; porque en ninguna parte que lo guardemos, aunque fuese en nuestras entrañas, no estaríamos seguros de que esos caribes no nos lo sacasen con la vida: así no sabrán en donde está, y dejaran tranquila nuestra tierra.
Y como el cacique ordeno los guerreros y Hatuey arrojaron el oro al río y luego condujeron a los niños y a las mujeres al interior de las cabañas y luego se marcharon al bosque a preparar el ataca contra los españoles que tocasen tierra.
Conquista ibérica
Diego Velázquez de Cuéllar, el líder de los colonizadores españoles.
A la llegada de los españoles Hatuey convocó a la población aborigen y la incitó a la guerra hasta alcanzar expulsión de los invasores; pero no logró el apoyo de los caciques locales. Velázquez llegó procedente de La Española al mando de un muy bien armado contingente militar y al tocar tierra cubana la encontró desierta, inmediatamente ordeno el envió de dos partidas para reconocer la zona y ver la ubicación de los aborígenes guerreros, mientras que el resto de la tropa se situó en un espacio llano que estaba protegido por una ladera en el bosque cercano al lugar del desembarco.
Uno de los capitanes de las partidas de reconocimiento fue Francisco de Morales, segundo de Velázquez, quien tras caminar una legua se encuentro con una descarga de flechas contra los hombres bajo su mando a los que le ordeno perseguir a los indios pero estando cerca de ellos estos se perdieron en el monte y le descargaron de este otra vez un roció de flechas. Ante tal situación Morales ordeno la retirada esperando que encontrarse con el grueso de las fuerzas españolas que venían detrás de ellos con Velázquez al frente, en esta retirada los conquistadores fueron azotados por las flechas enemigas hasta que un vigía le aviso a los aborígenes de la presencia de más españoles.
En las partidas que siguieron a la de Morales, los españoles tampoco encontraron grandes concentraciones de indios guerreros pues Hatuey les había ordenado a sus hombres utilizar la táctica de emboscadas y acciones sorpresivas contra los conquistadores. Sus seguidores se escondían en los montes de Baracoa y se acercaban a los campamentos para aguardar el momento propicio de iniciar sus ataques y emprender rápidamente la retirada. Hatuey buscaba siempre hostigar a los españoles pero sin enfrentarlos en terrenos favorables para los ibéricos evitando que sus poderosas armas y sus caballos pudieran ocasionar grandes estragos a las fuerzas indígenas.
La reiteración de estas acciones mantenía en vilo a los españoles. No obstante, a los dos o tres meses de iniciada la resistencia, los españoles, con su armamento superior, controlaban todo el territorio sublevado con ínfimas pérdidas, en tanto los aborígenes eran exterminados paulatinamente. Perseguido tenazmente por sus enemigos, Hatuey fue sorprendido en su refugio por fuerzas de Diego Velázquez. Se dice que fue traicionado por uno de los indios que lo acompañó desde La Española.
Captura de Hatuey
Hatuey es quemado por los españoles.
Una vez capturado, Velázquez lo condenó a morir en la hoguera, por hereje y rebelde. La versión más aceptada en la actualidad es que la quema de Hatuey se llevó a cabo en alguna zona de la actual provincia de Granma. En Yara existe un monumento con la figura del cacique, que inicialmente se pensaba que había sido quemado en Baracoa.
Se cuenta que antes de ser quemado, uno de los religiosos españoles que acompañaban a la tropa, le preguntó si quería aceptar a Jesús e ir al cielo. Fray Bartolomé de las Casas narró en uno de sus escritos que el líder taíno preguntó si los españoles iban al cielo. Ante la respuesta afirmativa, dijo que entonces él no quería ir allí para no tener que volver a ver a gente tan cruel. Así describen el hecho los historiadores de la época:
Atado al palo, decíale un religioso de san Francisco, santo varón que allí estaba, algunas cosas de Dios y de nuestra fe, el cual nunca las había jamas oído, lo que podía bastar aquel poquito de tiempo que los verdugos le daban: y que si quería creer aquello que le decía que iría al cielo, donde había gloria y eterno descanso y sino que había de ir al infierno a padecer perpetuos tormentos y penas. El pensando un poco, preguntó al religioso si iban cristianos al cielo. El religioso le respondió que sí, pero que iban los que eran buenos. Dijo luego el cacique sin más pensar, que no quería ir allá, sino al infierno; por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente.
Una vez consumido el cuerpo en la hoguera fue conquistada con facilidad la Provincia de Maisí y las colindantes con esta no habiendo en ellas guerreros que se enfrentaran a los españoles con el valor que lo hizo el cacique Hatuey. Así finaliza la historia de un hombre el primer jefe insurrecto que luchó por la libertad de Cuba.