
Ante las declaraciones de Hawking, presento tres artículos muy clarificadores. Uno de la editorial http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?IDNodo=-3&Id=49349, “Dios y la ciencia: un diálogo del filósofo Jean Guitton con los científicos” y otro del célebre P. Manuel Carreira, que a pesar de escribirlo hace años tiene plena validez. Buen provecho.
1. ¿Tiene algo de sorprendente que un científico ateo como Hawking niegue la Creación?
Redacción - 04/09/2010 Stephan Hawking, uno de los pocos científicos vivos que se declaran ateos, ha abierto de nuevo un debate que parecía rebasado por la lógica, la razón y la propia ciencia, al afirmar sin rubor algunos que “Dios no creó el Universo” y que, por lo tanto, el mundo que conocemos surgió de la nada de manera espontánea, sin necesidad de que “nadie” lo creara. De esta manera, acaso sin pretenderlo, Hawking se ha convertido en el mayor “descubridor” de la Historia…
Por supuesto, el “hallazgo “no ofrece materia alguna de polémica pues nada más natural que un científico que nunca ha tenido la menor inquietud espiritual ni se ha interrogado sobre el sentido de la vida, tan solo crea en el “cientificismo”, esa corriente filosófica moderna que niega la posibilidad de un sentido último y global y que no admite como válidas otras formas del conocimiento que no sean las propias de las ciencias positivas. Esta corriente, como ya denunció Juan Pablo II en su encíclica “Fe y Razón”, relega a la mera imaginación del hombre tanto el conocimiento religioso como teológico y filosófico.
Es bien sabido que la crítica tanto científica como filosófica ha desacreditado esta corriente de pensamiento aunque resurja de cuando en cuando, como ahora ocurre con el “descubrimiento” de un reconocido ateo al que no debiera importarle mucho si Dios creó o no creó el Universo. No obstante, si hasta ahora no había llegado a esa conclusión, la simple duda le debería haber llevado a pensar que antes del “big bang” había “algo” más que la pura nada, es decir, el Creador. Pero, en fin, el cientificismo tiene esas carencias ya que su objetivo es relegar a meros “productos de la emotividad” humana, como decía Juan Pablo II, la fe, la filosofía, la teología y el propio sentido de la vida y las cosas.
El llorando Papa recordaba a este propósito que la ciencia “se prepara para dominar todos los aspectos de la existencia humana a través del progreso tecnológico” de acuerdo con una mentalidad “cientificista” que parece no encontrar límites, lo que, paradójicamente, conduce a un empobrecimiento de la reflexión humana al despreciar hasta la reflexión ética y considerar que “todo lo que es técnicamente realizable es moralmente admisible”. En todo caso, no puede olvidarse que la inmensa mayoría de los científicos a lo largo de la historia, incluidos los tiempos modernos, han sido creyentes.
Los científicos y Dios
A este respecto hemos recogido algunas frases célebres de destacados científicos sobre su creencia en Dios: Son las siguientes:
A. EINSTEIN: «A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir que haya sido él el primero en haber visto las relaciones delicadísimas que contempla. A través del universo incomprensible se manifiesta una Inteligencia superior infinita».
Ch. DARWIN: «Jamás he negado la existencia de Dios. Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. El argumento máximo de la existencia de Dios, me parece, la imposibilidad de demostrar y comprender que el universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre, hayan sido frutos del azar».
N. COPÉRNICO: «¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes? ¿Quién no adorará al Arquitecto de todas estas cosas?».
T. A. EDISON: «Mi máximo respeto y mi máxima admiración a todos los ingenieros, especialmente al mayor de todos ellos, que es Dios».
HATHAWAY: (padre del cerebro electrónico «La moderna física me enseña que la naturaleza no es capaz de ordenarse a sí misma. El universo supone una enorme masa de orden. Por eso requiere una Causa Primera, grande, que no está sometida a la segunda ley de la transformación de la energía y que, por lo mismo, es sobrenatural».
W. VON BRAUN: «Por encima de todo está la gloria de Dios, que creó el gran universo, que el hombre y la ciencia van escudriñando e investigando día tras día en profunda adoración».
A. M. AMPERE: «¡Cuán grande es Dios, y nuestra ciencia, una pequeñez!».
I. NEWTON: «Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos, un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo no ha podido salir sino del plan de un Ser omnisciente y omnipotente».
K. F. GAUSS: «Cuando suene nuestra última hora, será grande e inefable nuestro gozo al ver a Quien en todo nuestro quehacer sólo hemos podido columbrar».
G. MARCONI: «Lo declaro con orgullo: soy creyente. Creo en el poder de la oración y creo no sólo como católico, sino como científico».
C. LINNEO: «He visto pasar de cerca al Dios eterno, infinito, omnisciente y omnipotente, y me he postrado de hinojos en adoración».
E. SCHRÖDINGER: (premio Nobel de Física, creador de la Mecánica Ondulatoria) «La obra maestra más fina es la hecha por Dios según los principios de la mecánica cuántica».
K. L. SCHLEICH: (célebre cirujano, descubridor de la anestesia local) «Me hice creyente por el microscopio y la observación de la naturaleza, y quiero, en cuanto esté a mi alcance, contribuir a la plena concordia entre la ciencia y la religión».
J. KEPLER: «Si Dios es grande, grande es su poder, grande su sabiduría. Alabadle, cielos y tierra. ¡Mi Señor y mi Creador! La magnificencia de tus obras quisiera yo anunciarla a los hombres en la medida en que mi limitada inteligencia puede comprenderla».
Sir Fred HOYLE: (gran astrónomo y matemático) «El universo de las galaxias se dilata, y se crea continuamente en el espacio nueva materia para mantener constante la densidad media del universo, y esto exige la existencia de un Creador».
A. S. EDDINGTON: (astrónomo y matemático inglés) «Ninguno de los inventores del ateísmo fue naturalista, sino filósofos mediocres. El origen del universo presenta dificultades insuperables, a no ser que lo consideremos sobrenatural».
J. barón VON LIEBIG: (químico y fisiólogo alemán) «La grandeza e infinita sabiduría del Creador la reconocerá realmente sólo el que se esfuerce por extraer sus ideas del gran libro que llamamos naturaleza».
E. WHITTAKER: (investigador y catedrático de la Universidad de Edimburgo) «Cuando se investiga profundamente sobre el origen del universo, no hay más opción que convertirse al catolicismo
Declaraciones de algunas personalidades religiosas
"Creer en Dios no consiste en taponar un agujero para explicar cómo unas cosas se relacionan con otras en el Universo, sino que es la creencia de que hay un agente inteligente y vivo de cuya actividad depende en última instancia todo lo que existe", declaró ayer el líder anglicano al diario 'The Times'. "La física por sí sola no resolverá la cuestión de por qué existe algo en lugar de nada", agregó Williams.
Por su parte, el rabino jefe, Jonathan Sacks, señala en un artículo por el mismo diario que "la ciencia trata de explicar y la religión, de interpretar. A la Biblia sencillamente no le interesa cómo se creó el Universo”. La ciencia desarticula las cosas para ver cómo funcionan. La religión las junta para ver qué significan. Son dos empresas intelectuales distintas. Incluso ocupan diferentes hemisferios del cerebro", señala Sacks.
El arzobispo de Westminster y primado de la Iglesia católica de Inglaterra y Gales, Vincent Nichols, dijo suscribir totalmente las palabras del rabino jefe sobre la relación entre religión y ciencia. También el presidente del Consejo Islámico de Gran Bretaña, Ibrahim Mogra, atacó las tesis de Hawking y dijo que "si uno mira el Universo, todo apunta a la existencia de un creador que le dio origen".
Adelanto del libro
En su libro, 'The Grand Design', del que 'The Times' adelantó el jueves algunos extractos, Hawking afirma que las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del Universo. El Big Bang, la gran explosión en el origen del Universo, fue consecuencia inevitable de las leyes de la física, argumenta el científico británico, que ha escrito el libro al alimón con el físico estadounidense Leonard Mlodinow. Según Hawking, el primer golpe asestado a la teoría sobre la intervención de Dios en la creación del Universo fue la observación en 1992 de un planeta que giraba en órbita en torno a una estrella distinta de nuestro Sol.
En opinión del conocido astrofísico, es probable que existan no sólo otros planetas, sino también otros universos, y si la intención de Dios era simplemente crear al hombre, esos otros universos serían perfectamente redundantes. Para Hawking, la teoría-M, proposición que unifica las distintas teorías de las supercuerdas, es la teoría unificada con que soñaba Einstein, capaz de reconciliar la teoría cuántica, que da cuenta del mundo subatómico, con la de la gravedad, que explica la interacción de los objetos a escala cósmica.
'El golpe de gracia'
El biólogo y ateo militante Richard Dawkins, autor del libro 'El Espejismo de Dios', declaró a ''The Times que "el darwinismo expulsó a Dios de la biología, pero en la física persistió la incertidumbre. Ahora, sin embargo, Hawking le ha asestado el golpe de gracia". Por el contrario, para el astrofísico y teólogo David Wilkinson, "el Dios en el que creen los cristianos es un Dios íntimamente involucrado en todo el momento de la historia del universo y no sólo en sus comienzos".
A su vez, el presidente de la Sociedad Internacional de la Ciencia y la Religión, George Ellis, rechaza el argumento expuesto por Hawking en su libro en el sentido de que la filosofía no tiene ya sentido al haber sido suplantada por la ciencia. "La filosofía no está muerta. Todo punto de vista está imbuido de filosofía. ¿Por qué la misma ciencia merece la pena? La respuesta es filosófica y emocional. La ciencia no puede responder a la pregunta sobre sí misma", explica Ellis.
| 2. Dios y la ciencia: un diálogo del filósofo Jean Guitton con los científicos
Mariano Artigas, en la revista "Nuestro Tiempo" - 03/09/2010 Recuperamos de la revista “Nuestro Tiempo” (nº 468, junio 1993) un artículo del profesor Mariano Artigas en el que recoge las reflexiones del filósofo y escritor francés Jean Guitton, de la Academia francesa, en su libro "Dios y la ciencia : hacia el metarrealismoen" en el que aborda los logros de la ciencia actual que, a juicio del escritor, llevan hacia Dios. Las sugerencias de Guitton se basan en ideas ampliamente discutidas por científicos y filósofos en la actualidad. Desde la antigüedad más remota hasta nuestros días, los pensadores han estudiado la posibilidad de tender puentes entre el mundo visible y el invisible. Siempre han existido dos grandes bloques: unos niegan que existan tales puentes y sostienen posiciones que van desde el materialismo hasta el agnosticismo, y otros afirman que los puentes existen y son transitables. En la época moderna, estas discusiones se encuentran frecuentemente relacionadas con el progreso de las ciencias. |
P. CARREIRA: ORIGEN DEL UNIVERSO, ORIGEN DEL HOMBRE
Del temario tradicional donde ciencia, filosofía y teología se encuentran, no siempre amistosamente, las cuestiones acerca de los orígenes de la realidad material, viviente o no, son las más debatidas. Las intervenciones de los distinguidos participantes en las jornadas de IUVE muestran el amplio abanico de puntos de vista, aportes científicos, inquietudes metafísicas, y -abundantemente-limitaciones de nuestro conocer de fines de siglo. No es posible evaluar en dos páginas lo dicho por quienes tienen una calidad científica y un prestigio del más alto nivel. Simplemente indicaré mi reacción de conjunto a los diversos enfoques, con la esperanza de que ayude a la lectura y aprecio de este capítulo.
Creo necesario resaltar una y otra vez el modo de proceder científico, en el sentido técnico que hoy tiene la palabra “ciencia”. En ella se busca describir objetivamente el proceder de la materia, con la metodología experimental de observación cuantitativa: sólo una medida puede darnos valores numéricos que se incorporan en ecuaciones para expresar, inferir o deducir el estado presente, pasado y futuro de un sistema. Hipótesis, leyes, teorías, intentan relacionar los datos en un todo inteligible, que siempre necesita de nuevo refrendo experimental, con otras observaciones y medidas. No basta un acervo de datos para hacer ciencia, pero sin ellos es imposible hacerla.
Lo que no es expresable con un número o no puede comprobarse experimentalmente, ni siquiera en principio, no es tema científico. Las razones últimas de existencia, la finalidad, son ejemplos de cuestiones meta-físicas, no físicas (abarcando en esta palabra todas la ciencias de la materia). Por eso es imposible pedir a ecuación o instrumento alguno una respuesta acerca de por qué existe el Universo, o de su posible sentido finalístico. Menos todavía puede esperarse de un experimento que nos aclare si Dios existe o no: sería más absurdo que buscar con el microscopio el valor literario del Quijote. Dios no será una nueva fuerza expresable en términos de supercuerdas, ni una forma extraña de materia inicial, ni una fluctuación cuántica en un vacío eterno. Si verdaderamente hablamos de un comienzo del Universo, de esta realidad que estudiamos y que no es una construcción abstracta de la matemática pura, necesitamos saber “por qué existe algo en lugar de nada”. Y esto nos lleva a un terreno anterior a la física, porque la nada no tiene propiedades ni condiciones iniciales ni leyes de actividad, todo lo cual es lógicamente necesario para resolver un problema científico.
El Dr. Hawking, con la agudeza y originalidad que le caracteriza, intenta soslayar -más que resolver- el problema. Lo hizo hace años con su hipótesis de un universo sin “condiciones de entorno”, que se perpetúa sin singularidades en un tiempo “imaginario”, aunque en el tiempo real tuvo que admitir un comienzo. Ahora propone “universos bebés”, indetectables en sí mismos, pero tal vez utilizables como razón teórica de que la posible constante cosmológica de Einstein tenga un valor próximo a cero. Aun así, en su conocido libro “La breve Historia del Tiempo” tiene finalmente que admitir que si sus ecuaciones tal vez describen correctamente el Universo, no explican por qué hay un Universo que se ajusta a ellas; lo mismo podría preguntarse con respecto a sus nuevas teorías. Y es lícito tambien el subrayar que lo que no es experimentable -en principio- no tiene carta de ciudadanía científica: con sus palabras en esta intervención “es un poco como preguntar cuántos ángeles pueden danzar sobre la cabeza de un alfiler”.
Íntimamente relacionado con la razón de existir está el problema del ajuste inicial de propiedades, especialmente de la densidad cósmica y las intensidades de las cuatro fuerzas que hoy rigen el comportamiento de la materia. Desde Eddington, Dicke, Carter, Barrow, Wheeler, y el mismo Hawking han subrayado el finísimo ajuste necesario ya en el primer instante para que hoy el Universo albergue vida inteligente, al menos en nuestro planeta. El mundo físico y su evolución parece pensado para llegar a este fin, y la alternativa a un Creador inteligente y todopoderoso es solamente la hipótesis a-científica de una infinitud de universos paralelos o sucesivos, todos con la máxima variedad de propiedades, pero todos indetectables y sin otra justificación que proporcionar un “azar “que lleve en uno de ellos a un entorno adecuado para nuestra existencia. Con la exigencia a priori de que todo lo matemáticamente posible tiene que ocurrir de hecho, se quiere simultáneamente justificar el comienzo del Universo, la aparición de la vida, y la inteligencia y consciencia que permiten desarrollar las matemáticas. Es algo semejante al círculo vicioso propuesto por Wheeler con su “observador cuántico”: el hombre con su observación ajusta las condiciones cósmicas iniciales para que el Universo permita la existencia del observador.
Si la finalidad es parte de la meta-física al hablar del Universo y del Principio Antrópico, y su negación deja al Cosmos y su evolución en un absurdo, también se presenta insistentemente como problema a resolver al hablar de la vida y su origen. Aun Monod se vio obligado a aceptar una “teleonomía” del ser viviente y de la evolución biológica: lo más obvio de todo ser vivo, desde la primera célula, es su unidad de actividad autoconservadora, que ningún “azar” explica realmente, porque el azar no es ninguna fuerza física ni puede ser razón suficiente de orden. Creo que no es injusto decir que todavía falta la respuesta científica a todas las preguntas importantes de la biología, aunque se utilicen frases generales de un contenido más o menos plausible. No sabemos dónde ni cuándo ni cómo apareció la vida en la Tierra, ni siquiera podemos sintetizar en el laboratorio los primeros rudimentos de algo tan complejo como el ADN o ARN. No sabemos tampoco explicar convincentemente el mecanismo de la evolución cuando queremos aplicar la idea de mutaciones genéticas aleatorias a órganos extremadamente especializados, aun de algunos insectos o artrópodos. Y ciertamente no sabemos explicar el origen de la inteligencia por ninguna evolución orgánica o de comportamiento.
Conviene repetir que las ciencias de la materia solamente admiten cuatro interacciones -fuerzas- como base explicativa de cuanto ocurre en nuestro entorno, sea en la física de la materia inanimada, sea en el campo de la biología. Pero el proceder de cada una de estas fuerzas está muy claramente delimitado, en términos de atracciones, repulsiones, emisión de ondas o transformaciones de partículas. En ninguna de ellas aparece nada que indique la posibilidad -menos aún la explicación- de consciencia y pensamiento abstracto. No tiene más sentido atribuir una intuición genial a señales eléctricas o químicas entre neuronas que el esperar la composición espontánea y original de una gran obra literaria por el paso de corrientes en los transistores de un circuito electrónico. “La Nueva Mente del Emperador” sigue siendo un fraude, y lo será siempre como dice Penrose.
No es posible establecer ninguna argumentación evolutiva convincente para afirmar necesidad alguna de desarrollar inteligencia: especies de características muy primitivas, desde bacterias hasta hormigas y celacantos, han sobrevivido durante períodos geológicos de cientos o miles de millones de años. Ni siquiera puede encontrarse un nicho ecológico concreto cuya conquista propiciase la evolución de consciencia, lenguaje articulado, búsqueda de verdad, belleza y bien: todo lo que nos hace humanos y que no tiene valor de adaptación a ningún entorno físico. Mientras que las especies se modifican con especializaciones para un hábitat determinado, el hombre permanece sin otra especialización que esa extraña y misteriosa sed de conocer, de buscar orden y relaciones que se concretizan en arte, filosofía, matemática y ciencia: productos todos sin parámetros físicos medibles, sin masa, carga eléctrica, temperatura.. La única consecuencia lógica es atribuir lo que no encaja en la definición operativa de materia a una realidad no material, que no puede tampoco explicarse por evolución meramente material desde formas previas.
Finalmente, en este tanteo de buscar respuestas partiendo de tan pocos datos, no podemos pretender cálculo alguno de la probabilidad de inteligencia o vida extra-terrestre. La famosa ecuación de Frank Drake es un ejercicio en pura adivinanza, cuyo resultado depende más del optimismo o imaginación de quien la aplica que de ciencia sólida. Lo único cierto es la maravilla de nuestra propia existencia, en este planeta privilegiado, en estos últimos segundos del año cósmico.
