Ya llegó otra Navidad, y con ella, aunque ya desde hace días, todos los buenos deseos. En estos días, cualquiera diría que nos hemos vuelto todos un poco tontos. De repente, personas que no pueden verse ni en pintura se desean lo mejor, para, dentro de poco más de dos semanas, volverse a tirar los trastos a la cabeza. Muchos me dirán que esta es la magia de la Navidad, pero, al menos para mí, la verdadera magia es aquella que haría que estas personas dejasen de tirarse los trastos durante todo el año durante el resto de sus vidas. Pero, claro, parece que el resto del año está todo permitido y en fiestas navideñas hay que desenterrar el hacha de guerra porque sí, por el simple hecho de que es Navidad y todos hemos de ser buenos ciudadanos y no odiarnos los unos a los otros. Pero, ¿y el resto del año? ¿Por qué no tenemos que odiarnos solamente por Navidad? ¿Por qué no podemos odiarnos también mayo o septiembre?
Es probable que muchos me digáis que es porque Navidad es una época de paz y de amor debido a que celebramos la llegada al mundo de Jesucristo, aunque realmente no se sabe qué día nació. Es más, no se sabe ni siquiera el año, aunque se han hecho algunos cálculos y se cree que podría haber nacido algunos años antes, ya que el monje que calculó la fecha de nacimiento del Mesías erró en estos cálculos. Pero volvamos al tema de estas fechas. Realmente hace ya muchos años que no me gusta, más que por estas fechas en sí, más bien por en qué se ha convertido. Quizás hace muchos años, lo principal de estas fiestas era celebrar esta efeméride, pero no hace falta ver mucho para comprobar que parece que lo principal durante estos días es comer y beber, así como gastar buena parte de nuestro dinero precisamente comida y bebida, asi como en toda la lotería que podamos. Y es que uno de los objetivos de no pocos es esperar que el día 22 dejemos de ser pobres y nos pongamos a vivir la vida padre.
Es posible que alguno de vosotros me digáis que en vuestra casa no sois así. Que vosotros creéis en el espíritu navideño y todo eso. Y no dudo que, en el fondo, si que creáis. Pero en la forma me temo que me tendréis que dar la razón, al menos en parte. Cuántas personas se atiborran durante esos días como si no fuese a haber un mañana, mandando a tomar viento la dieta. Eso sí, luego se llevan las manos a la cabeza cuando tienen los resultados de los análisis y ven que el colesterol lo tienen por las nubes, eso por no hablar de los varios kilos de más que han ganado.