Cuando creemos que ya hemos tocado fondo en la podredumbre que asola a este país en forma de corrupción aparecen nuevos casos que vuelven a poner de manifiesto la bajeza de la condición humana. El pasado miércoles (1/10/2014) se hizo pública la noticia de cómo buena parte de los consejeros y directivos de la desaparecida Caja Madrid y Bankia en los últimos nueve años habían abusado de las tarjetas de crédito que se les entregaba para sufragar todos aquellos gastos que pudieran generarles su labor y obligaciones en el cargo (comidas, desplazamientos, etc.).
De la totalidad de directivos que tuvo Caja Madrid y Bankia, entre los años 2003-2012, 33 de ellos cargaron gastos y retiraron a través de cajeros un montante total superior a los 15 millones de euros. Al margen de los dos presidentes que tuvo la entidad en este periodo de tiempo, los señores Blesa y Rato, que ya están implicados e imputados por otros escándalos, nos encontramos que el nuevo escándalo salpica a consejeros de diversas formaciones políticas e incluso de los dos sindicatos mayoritarios de este país.
Y una vez destapado el escándalo nos encontramos, como viene siendo habitual, con la supuesta sorpresa de los implicados ante la investigación de la fiscalía. Han sido unos cuantos los exconsejeros que nos quieren hacer creer que ellos obraron correctamente, según ellos esos gastos estaban justificados pues “…era nuestro único medio para pagar gastos relacionados con la actividad de consejero”. Según relataba uno de estos consejeros a un periodista estos gastos estarían más que justificados dado que, a diferencia de los directivos, ellos no tenían coches oficiales, secretarias, ni la posibilidad de utilizar asesorías de la entidad, por lo que cargaban estos gastos a la tarjeta, pues esa era su finalidad. Incluso se ha querido justificar, por parte de uno de los consejeros implicados, la compra de caros trajes como si esto fuera la mar de normal dada su posición ya que no dejaba de ser un gasto de representación más.
¿Pero cómo justificar las abultadas retiradas en efectivo a través de los cajeros que ascienden a más de dos millones de euros? Pues queriendo hacernos creer que no era nada ilícito si el dinero se utilizaba en los gastos generados por las obligaciones del cargo, y dado que supuestamente la entidad financiera tenía un acuerdo con la Agencia Tributaria, por el cual –según ellos “como ocurre en todas la corporaciones”- la entidad tributaba el 35% de los gastos totales, lo que les permitía no tener que justificarlos, desglosarlos, ni aplicarlos al responsable del gasto. Pero tal como desvela el País no es cierto que la Agencia Tributaria lo permita, ni es habitual en el mundo empresarial, porque ¿cuántas empresas permiten a sus directivos retirar dinero en efectivo de las tarjetas de crédito que se les da para sus gastos de representación? Seguramente ninguna, y de permitirlo difícilmente sería por un montante de más de 2 millones de euros. Imagínense intentar justificar las retiradas en efectivo como una necesidad propia del cargo, cuando en más de una ocasión las retiradas eran de hasta 5.000 euros.
Son muchas las voces expertas en la materia que no acaban de entender como la Agencia Tributaria y el Banco de España no estuvieron al caso de estos desproporcionados emolumentos a cargo de dichas tarjetas de crédito y cómo se taparon. Pero está claro que si quienes cometieron estos excesos y posibles delitos eran políticos o personas cercanas a los principales partidos es fácil entender el motivo de la ceguera de quienes deberían haber estado al caso de tantas irregularidades.
MSNoferini
Información extraida del País.