Principales diferencias entre el cerebro masculino y femenino
Los resultados de ambas investigaciones nos revelan que todo cerebro empieza como cerebro femenino. Solo se vuelve masculino ocho semanas después de la concepción, cuando el exceso de testosterona (el rey de las hormonas masculinas) disminuye el centro de comunicación, reduce el córtex de la audición y hace dos veces mayor la parte del cerebro que procesa el sexo.
Sobre el cerebro de las mujeres se concluye que su hipocampo (estructura cerebral implicada en la memoria) es mayor, igual que los circuitos cerebrales para el lenguaje y la observación de las emociones de los demás. (Las mujeres expresan mejor las emociones y recuerdan mejor los detalles de acontecimientos emocionales). Además su cerebro posee una sobresaliente agilidad mental, habilidad para involucrarse profundamente en la amistad, capacidad casi mágica para leer las caras y el tono de voz en cuanto a emociones y estados de ánimo, y una gran destreza para desactivar conflictos. La autoestima femenina se basa en su capacidad para conservar relaciones afectuosas con el prójimo, ya que las mujeres emplean ambos lados del cerebro para responder a las experiencias emocionales, mientras que los hombres solo un lado. Un ejemplo biológico: las monas Rhesus aprenden a vocalizar mucho antes que los machos y usan cada uno de los diecisiete tonos vocales de su especie durante todo el día y siempre para comunicarse entre sí. En cambio, los monos Rhesus machos aprenden solo de tres a seis tonos y, en cuanto son adultos, dejan pasar días y hasta semanas sin vocalizarlos en absoluto. ¿Os suena familiar?
Por su parte el cerebro de los hombres, tiene dos veces y media más de espacio cerebral dedicado al impulso sexual, igual que los centros cerebrales más desarrollados para la acción y la agresividad. Los chicos usan en general el lenguaje para dar órdenes a otros, hacer que se hagan las cosas, presumir, amenazar, ignorar la propuesta de un compañero y aplastar los intentos de hablar de los demás. Su autoestima se basa en su capacidad para mantenerse independiente de los demás. A pesar de lo dicho, el estereotipo de hombre estoico y falto de emociones se contradice con las investigaciones que muestran la entrega y devoción del cerebro del padre y el hombre maduro. Hormonalmente el cerebro masculino maduro se asemeja más al cerebro femenino maduro; los hombres pueden ser más receptivos a la oxitocina (la hormona de los abrazos y el afecto). A medida que disminuyen los niveles de testosterona en el hombre, “ganar y perder” pueden perder relevancia, en pro de la cooperación. (Alta testosterona = motivación por ganar estatus y competencia individual; Baja testosterona = motivación para cooperar con otros y competencia inter grupal).
Por tanto, existen notables diferencias entre los dos sexos en los mecanismos sociales y las unidades cerebrales implicadas. La sociabilidad femenina (que es más afirmativa) se relaciona más estrechamente con el volumen del neocórtex, mientras que la sociabilidad masculina (que es más competitiva y combativa) se relaciona más con las unidades subcorticales (las asociadas con respuestas emocionales).
Gran parte del conflicto que existe entre hombres y mujeres son debidas a la incapacidad de comprender dichas diferencias innatas, las tendencias de sus cerebros y sus respuestas físicas a las hormonas que condicionan sus impulsos naturales y el modo de pensar, sentir y comunicarse.
La buena noticia es que a pesar de estos condicionantes biológicos, la neuropsiquiatra Louann Brizendine concluye que la arquitectura cerebral no está grabada en piedra al nacer ni al final de la infancia, como se creía antes, sino que sigue cambiando durante toda la vida. En lugar de ser inmutables, nuestros cerebros son mucho más plásticos y cambiables de lo que creían los científicos hace una década. El cerebro humano es también la máquina de aprendizaje más ingeniosa que conocemos. De modo que la cultura y los principios conductibles que se nos inculcan influyen notablemente en la modelación y remodelación del cerebro. Así, la educación, la experiencia y el entorno pueden ejercer una influencia conductual y biológica duradera a través de los cambios epigenéticos introducidos en el ADN.
En conclusión, y a pesar de estas pequeñas diferencias son más las cosas que nos asemejan a los hombres y las mujeres que las que nos diferencian, y nunca olvidarnos que siempre es posible aprender, desaprender y volver a aprender.