Hay lugares que se tocan
con el borde
de lo que somos; otros
que son la casa. En ellos
se abre este sol. En ellos entra, incontenible,
el torrente. Llena
de voz los cuartos, de murmullos
encendidos el patio, de avidez
el umbral. Su sigilo es oleaje
y rastro. Su acaecer
el brillo suave de las piedras;
su placidez. Un palpitar de fuego,
un manantial incandescente
ilumina el tiempo, y en él,
en su copiosa mansedumbre,
la noche es rapto y caudal.
Un rescoldo de luz sobre este fruto
que toca el viento.
Sobre este cosmos que engendra
el espesor de una voz; el huerto ahondado
de un aroma. Hay lugares ardientes
que son la casa. Por ellos cruza
esta frescura.
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- Coral Bracho ;
- Ciudad de México, 1951
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