Ante el reciente fallecimiento del físico Stephen Hawking, hemos asistido a un buen número de elogios de su trabajo, valorando especialmente lo que pudo aportar a su campo científico pero también, celebrando de muchos modos su figura como icono cultural de la segunda mitad del siglo XX y principios de este XXI. Pero como suele pasar, no todo el mundo está a gusto con esto. Ahí está el tal Salvador Sostres ese, un periodista, creo, que ha escrito en su blog su opinión acerca de la figura de Hawking y de paso acerca de todos los que lo han elogiado. El título es bastante significativo, El charlatán Hawking. Dice el tal Sostres que Hawking ha sido un charlatán y un vende pócimas, que su trabajo como físico no es tan importante y que él, como tantos otros, tienen el alma seca. A Sostres no le parece bien que haya personas ateas, o personas que tengan una visión del universo distinta a la que puedan tener los creyentes.
Para los que lo quieran leer, ahí he dejado el enlace a la mencionada opinión, porque esto va de eso, de opiniones. Soy contrario a machacar a la gente porque expresen sus opiniones libremente. Si yo no comparto la forma de pensar de otra personas, o viceversa, esto no puede ser una fuente de conflicto permanente. Hay que saber escuchar y valorar lo que dicen los demás, independientemente de si compartimos o no lo que dicen. Es fundamental para que luego nuestras propias opiniones sean respetadas y valoradas. Y creo que también debemos ser capaces de hacer autocrítica para entender lo que otros puedan opinar sobre algo, como por ejemplo, la política. Todos tenemos nuestras propias ideas políticas y vamos siempre pensando que podemos tener la verdad absoluta sobre la resolución de los problemas de la sociedad. Es el mal que impide llegar a acuerdos a los políticos de turno.
Pero ante las opiniones de la gente hay que saber identificar las opiniones razonadas de las que no lo son. Las opiniones que valen la pena valorar y entender y las que no. Porque hay opiniones y luego están las “opiniones”, como las del mencionado Salvador Sostres. Se despreden de sus palabras que no sentía especial simpatía por Hawking. Se intuye que no compartía su visión política de la sociedad (según Sostres Hawking era comunista). Y eso puede ser razonable porque no a todo el mundo le tiene que caer bien una determinada persona porque así sea para la mayoría, y ni mucho menos debemos tener todos una misma ideología política. Pero cuando estos aspectos te ciegan y hacen que tus opiniones se conviertan en discursos que rozan el odio, creo que lo que puedas decir carece de legitimidad. Bien podría haber escrito el tal Sostres una opinión poniendo en duda los logros científicos de Hawking, eso sí, aportando pruebas, porque la ciencia se basa en las pruebas, y no en la verborrea. Pero no ha sido así. Ha atacado al físico británico por dos razones: porque era (supuestamente) comunista y porque era ateo.
Esto es lo que pasa hoy en día. Las opiniones de la gente se fundamentan en cuestiones no relacionadas con lo que se está opinando. Muy a menudo hablamos de cuestiones que no dominamos. Y en muchos casos se busca más una reacción airada de la gente que un razonado debate (lo que comúnmente se conoce como trollear). No me extrañaría nada que Salvador Sostres hubiera escrito lo que ha escrito aprovechando el tirón mediático que está teniendo Stephen Hawking debido a su fallecimiento. Un intento de que le prestaramos atención porque “él no es un borrego” que acude a rendir homenaje a la figura del físico británico, como sí ha hecho la gran mayoría de la sociedad. Ante esto solo cabe una cosa, pasar de largo. Lástima que yo no lo haya hecho. Debería haber olvidado su opinión porque como digo, hay opiniones que merecen la pena y otras que no.