Alan Woods
Es a menudo el destino de los dirigentes revolucionarios el que, después de muertos, aquellos que los habían atacado y vilipendiado en vida empiecen a alabarlos, al mismo tiempo que distorsionan y diluyen sus ideas, convirtiéndolas en algo inofensivo, del mismo modo en que se neutraliza a un animal molesto. Cuando murió Carlos Marx, algunos de los que afirmaban ser seguidores suyos empezaron a interpretar sus ideas de tal modo que las vaciaban de todo contenido revolucionario. Gente como Bernstein y Kautsky se presentaban como los “verdaderos discípulos” de Marx mientras impulsaban el revisionismo reformista, bajo un disfraz de “ideas nuevas”. Y es que a estos siempre les gusta hacer como que defienden “ideas nuevas”, frente a las “viejas ideas” del socialismo revolucionario. Este fue el caso incluso en nuestros días con Heinz Dieterich, quien afirmaba haber inventado una teoría completamente nueva y original del “socialismo del siglo XXI”. En la conocida historia de Las mil y una noches, el malvado brujo va por ahí gritando “¡cambio lámparas viejas por nuevas!” La esposa de Aladino tontamente le entrega la gastada pero valiosa lámpara vieja a cambio de una nueva que no sirve para nada. Ocurre lo mismo con las supuestamente “nuevas” versiones del socialismo, que, mirándolas más de cerca, no son nuevas en absoluto, sino una mala imitación de las ideas anticuadas de Proudhon y de los viejos socialistas utópicos, que Marx había demolido hace 150 años. Lenin nunca pretendió haber establecido una doctrina “nueva y original”. Por el contrario, pasó toda su vida defendiendo las “viejas ideas” de Marx y Engels contra los revisionistas. Sin embargo, tras la muerte de Lenin, Stalin y sus partidarios revisaron las ideas de Lenin para justificar la usurpación del poder por parte de una casta burocrática en la Unión Soviética. Stalin mandó embalsamar el cadáver de Lenin y lo metió, como si de una reliquia religiosa se tratara, en un mausoleo, algo de lo que la viuda de Lenin, Krupskaya, se quejó amargamente: “Vladimir Ilich luchó contra los iconos toda su vida y ahora lo han convertido en un icono.” ¿Cuál será el destino de Hugo Chávez? ¿Serán sus ideas enterradas con él? Aquellos que ahora dan discursos halagadores sobre Chávez, ¿defienden realmente sus ideas y las ponen en práctica? Esta es la pregunta que todo partidario sincero de la Revolución Bolivariana se está haciendo hoy. La amenaza de la contrarrevolución Una cosa le queda clara a todos: dieciséis años después de su inicio, la Revolución Bolivariana está en peligro. Las fuerzas contrarrevolucionarias están en las calles, causando disturbios y sembrando el caos, tal y como ya hicieron en 2002. Detrás de las hordas de pequeños burgueses enfurecidos, los “sifrinos” (jóvenes de clase media y alta) y la chusma lumpenproletaria, la oligarquía está tirando de los hilos. Y detrás de la oligarquía se encuentra Washington. A través de la acción directa de los matones armados y las bandas fascistas en las calles, la burguesía está intentando derrocar al gobierno elegido democráticamente. Esa es una de las puntas de la ofensiva capitalista. La burguesía está tratando de derrocar al gobierno electo. Por otro lado, intenta paralizar la vida económica del país mediante el sabotaje, socavando la economía por medio de una huelga de capital. Llevan a cabo un saqueo a través de la especulación y la usura, provocando la escasez por medio del acaparamiento. Aunque siempre hablan de democracia, no están dispuestos a someterse a la voluntad de la mayoría y nunca se reconciliarán con un gobierno que lleva a cabo políticas en interés del pueblo. Si no hemos aprendido esta lección en dieciséis años, nunca la aprenderemos. Es hora de terminar el trabajo de una vez por todas. Ante la amenaza abierta de la contrarrevolución, el presidente Maduro ha hecho un llamamiento a la clase trabajadora a unirse y movilizarse en defensa de la Revolución. Le ha pedido que “fortalezcan las milicias obreras” y está apoyando la creación de comités de lucha contra el golpe de Estado. Tales medidas son absolutamente correctas y necesarias. Sin embargo también hay que preguntarse: ¿cómo es posible que, después de todos los avances de la Revolución, ésta todavía esté en peligro? ¿Por qué, después de tanto tiempo, la Revolución aún no se ha vuelto irreversible? Los reformistas argumentan que el problema es que la revolución ha ido demasiado lejos, que es necesario hacer concesiones a la “oposición civilizada” y ganar el apoyo de las clases medias. No hace mucho, la propia dirección bolivariana estaba apelando a “la paz y el amor”. Estaba tratando de ganarse el afecto de la oposición, como alguien que trata de apaciguar a un perro haciéndole cosquillas en la barriga. Por desgracia, este perro en particular tiene dientes muy afilados y mal humor. Los antiguos romanos solían decir: “Si pacem vis, para bellum” – “Si deseas la paz, prepárate para la guerra”. ¡Ese es un buen consejo! La guerra entre las clases es aún más despiadada que la guerra entre las naciones. El abismo entre ricos y pobres, entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados no puede ser superado por medio de palabras y discursos agradables. Sólo puede ser resuelto mediante la lucha, y ¡mal asunto para los perdedores! Este hecho es evidente para todos. Sin embargo, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y no hay peores ciegos que los reformistas que se consideran realistas, pero que en realidad son utópicos de la peor clase. Un día hacen llamamientos a las masas a movilizarse en defensa de la Revolución, y al día siguiente el gobierno hace, una vez más, llamamientos a la conciliación con sus enemigos, ofreciéndoles concesiones en materia de acceso a las divisas y cosas así. ¿Funciona esta táctica “inteligente”? ¿Ha funcionado alguna vez? ¡No, no ha funcionado nunca! Por el contrario, toda la historia de la Revolución Bolivariana desde 2002 demuestra más allá de toda duda que todos los intentos de apaciguar a la oposición a través de concesiones y mediante el diálogo tienen precisamente el resultado contrario al que se pretendía. Los contrarrevolucionarios interpretan esto como un signo de debilidad y la debilidad invita a la agresión. ¿Qué pasó con los organizadores del golpe de Estado de 2002 y del sabotaje de 2003? A la mayoría de los líderes de la oposición contrarrevolucionaria se les ha dejado marchar libremente y se encuentran ahora entre los principales organizadores de la actual ofensiva reaccionaria. Pocas medidas – o ninguna, se han tomado contra los responsables de la agitación que terminó con la muerte de al menos once personas después de la victoria electoral de Maduro el 15 de abril de 2013. Los mensajes que salen de Miraflores son confusos y contradictorios. Pero la situación no admite ambigüedad. Se necesita una dirección clara y audaz. El cáncer de la burocracia Durante los años de ascenso de Chávez al poder, sus enemigos lo acusaron de muchas cosas. Pero nunca nadie trató de acusarlo de corrupción personal. Cualquiera que lo conociera, incluso un poco, podía ver inmediatamente que era un hombre completamente incorruptible. Estaba luchando, no para su enriquecimiento personal, sino por la causa del socialismo. Hace algunos años tuve una interesante conversación con el Presidente cuando él me invitó a acompañarlo en una campaña electoral en la isla de Margarita. En medio del fervor de la gente, el presidente se volvió hacia mí y me dijo: “Mira, Alan, a pesar de todas las carencias de la revolución bolivariana, esta revolución sigue viva”. Eso se veía claramente en la multitud que rodeaba el coche al grito de “¡Viva Chávez!”. En ese momento la conversación se vio interrumpida por los gritos y aplausos de las masas, que una vez más rodearon y frenaron el coche para llegar a presidente Chávez y darle su apoyo, sus besos y peticiones. Y sin embargo, era obvio que Chávez estaba preocupado por algunas cosas. Volviéndose hacia mí con un gesto de frustración, dijo: “¿Ves todo esto?, y todavía no hemos sido capaces de ganar el gobernador aquí.” Y, señalando al candidato William Fariñas, me preguntó: “Alan, si este hombre fuera elegido, ¿qué debería hacer?”. A lo que respondí de inmediato: “Debería escuchar a la gente, entender su mensaje y llevarlo a cabo”. Alan Woods con Chávez“Precisamente”, dijo Chávez, “pero ese es el problema que tenemos. Algunos gobernadores, después de ser elegidos pierden el contacto con las bases, se rodean de hombres ricos y mujeres lindas y se olvidan del pueblo. Este es un problema ideológico. Mientras no tengamos gobernadores ideológicamente preparados, siempre vamos a tener el mismo problema. Tenemos que ganar la batalla de las ideas. Eres un buen escritor, ¿por qué no escribes unos folletos que expliquen las ideas del socialismo de una manera sencilla?, aquí podríamos distribuirlos masivamente”. Yo le respondí: “Sí, puedo hacer eso, y estoy de acuerdo en que es necesaria una lucha ideológica en el partido, pero también se necesitan mecanismos de control desde abajo”. En este punto, por primera vez, la voz del Presidente sonó un poco cansada: “Yo no puedo hacerlo todo”, dijo. “Es absolutamente necesario que la gente participe en este proceso y tome el control en sus propias manos”. Yo escribí en su momento: “Estas son algunas de las contradicciones de la Revolución que han de resolverse.” Pero un año después de la muerte de Hugo Chávez, los problemas que le preocupaban profundamente no se han resuelto. Por el contrario, se han vuelto cada vez más profundos y extendidos. Mientras Chávez estaba vivo los burgueses y burócratas tenían que mantener la cabeza baja. Se veían obligados a ocultar su arribismo bajo una camisa roja. En las reuniones públicas y los congresos del PSUV, aprendieron a gritar “¡Viva Chávez! ¡Viva la Revolución!” Y siempre gritaban más fuerte que nadie. Pero estuvieron todo el tiempo trabajando para socavar a Chávez y a la Revolución. Respetuosos y serviles de cara al Presidente, susurraban sobre él a sus espaldas: “¿Qué es toda esta tontería sobre el socialismo? Este hombre no sabe de lo que está hablando. Él es un utópico sin remedio”, etc. Entre bastidores se libraba una guerra subterránea que se llevaba a cabo contra Chávez y la izquierda. Los Ministros y activistas de izquierda fueron sistemáticamente apartados, aislados, neutralizados. Chávez siempre sacó su inspiración del contacto con las masas revolucionarias y, a su vez, las inspiraba de un modo en que ningún otro líder bolivariano era capaz. Los burócratas que no tienen contacto con las masas y desconocen sus problemas, aquellos cuya vida entera transcurre de una oficina con aire acondicionado a otra, temen a las masas como la peste. Ellos siempre se sintieron incómodos ante las reuniones de Chávez con las masas e hicieron todo lo que pudieron para limitarlas. Actuaban como una especie de espeso filtro, impidiendo el acceso al Presidente de los activistas de base, militantes e izquierdistas. A lo largo de su vida, el Presidente estuvo rodeado por un cerco de hierro de burócratas que saboteaban sistemáticamente sus decretos y obstaculizaban cualquier acceso de los marxistas e izquierdistas a su persona. Lo he visto con mis propios ojos, y no ayer, sino hace diez años, cuando Chávez estaba aún muy vivo. Yo mismo fui víctima de esto durante años y fui testigo del sabotaje que fue llevado a niveles extremos por la camarilla que rodeaba a Chávez. Intentaron por todos los medios evitar mis contactos con él, aunque no siempre tenían éxito. Se me dijo con toda claridad: “No queremos que usted hable con el Presidente”. Mi experiencia no fue de ningún modo única. Ahora que Chávez ya no está, el problema queda resuelto. La gente a la que Chávez describió como una burocracia contrarrevolucionaria, siente que puede operar sin restricciones. Se sienten los amos. Esto es algo fatal para la Revolución. La burocracia es un cáncer que corroe las entrañas de la Revolución y la devora desde dentro como una tenia monstruosa.Golpe de Timón
La oposición de derecha se apodera de todos los problemas y dificultades, y los exagera para oscurecer el nombre de la Revolución. Naturalmente, tenemos que refutar las mentiras de la oposición y luchar contra las intrigas contrarrevolucionarias. El problema surge cuando algunos de los problemas que la derecha trata de explotar se basan, al menos en cierta medida – en la realidad. 16 años después del inicio de la revolución se han logrado grandes avances sociales. Es absolutamente necesario defender estos logros y combatir a la contrarrevolución. Pero ¿se puede decir honestamente que 16 años después, los objetivos de la Revolución se han realizado? Hugo Chávez, sin duda, no lo creía y nosotros tampoco. Él no daba discursos edulcorados destinados a calmar el sistema nervioso de los burócratas, sino por el contrario, mostraba su descontento y frustración con la manera en que iban las cosas. Esto se puede ver muy claramente en su último discurso ante el Consejo de Ministros que se publicó con el título: Golpe de Timón. El 20 de octubre de 2012, a los pocos días de haber ganado las elecciones presidenciales con el 56 % de los votos, el Presidente Chávez celebró la primera reunión del gabinete, en la que criticó duramente la falta de progresos en la revolución y exigió una autocrítica por parte de sus ministros respecto a sus carencias. En el centro de su crítica estaba la idea de que no se había hecho lo suficiente para promover la gestión democrática de la sociedad mediante el poder comunal. Con esto quería decir: los órganos democráticos de control y administración populares. Vale la pena citar sus palabras al respecto: “Entonces, venimos con el tema de la democracia, el socialismo y su esencia absolutamente democrática, mientras que el capitalismo tiene en su esencia lo antidemocrático, lo excluyente, la imposición del capital y de las élites capitalistas.“El socialismo no, el socialismo libera; el socialismo es democracia y la democracia es socialismo en lo político, en lo social, en lo económico.””[Hay] unos factores que son determinantes en la transición: uno de ellos es la transformación de la base económica del país para hacerla esencial y sustancialmente democrática, porque la base económica de un país capitalista no es democrática, es antidemocrática, es excluyente y de allí la generación de riqueza y de grandes riquezas para una minoría, una élite, la gran burguesía, los grandes monopolios, y de allí también la generación de la pobreza y la miseria para las grandes mayorías.” En ese discurso, Chávez insistió en la idea central según la cual la sociedad debe experimentar un cambio fundamental, tanto en las relaciones de producción como en las estructuras del Estado. Chávez insistió en que el capitalismo es esclavitud y el socialismo sólo puede establecerse a través de la abolición radical del capitalismo; es decir, por medio de una revolución. Se quejó amargamente de que las comunas no se habían creado a pesar de que había un Ministerio de las Comunas. Y el Presidente sacó la conclusión correcta:“Porque mucha gente cree que a ese ministerio es al que le toca las comunas. Eso es un gravísimo error que estamos cometiendo. No lo cometamos más.”
Y añadió: “Bueno, la comuna, el poder popular, no es desde Miraflores ni es desde la sede del ministerio tal o cual, desde los que vamos a solucionar los problemas.” Es un error fundamental pensar que los soviets se pueden crear mediante órdenes administrativas, desde arriba, desde los ministerios. Incluso si los ministros tuviesen algún interés en la creación de soviets (que no lo tienen, por supuesto), no sabrían ni por dónde empezar. La mentalidad burocrática de los funcionarios del Estado, con su actitud orgánica de desprecio hacia la “gente común” hace que no sólo se muestren escépticos respecto al poder creador de las masas, sino que son activamente hostiles hacia el mismo. Comunas y soviets La idea de la Comuna hace referencia a la Comuna de París de 1871, el primer ejemplo de un Estado obrero en el mundo. La Comuna fue un episodio glorioso en la historia de la clase obrera mundial. Aquí, por primera vez, las masas populares con los trabajadores a la cabeza, derrocaron al viejo Estado y al menos comenzaron la tarea de transformar la sociedad. Pese a carecer de un plan de acción bien establecido, dirección u organización, las masas mostraron un asombroso grado de coraje, iniciativa y creatividad. Marx y Engels siguieron los acontecimientos de Francia muy de cerca y se basaron en dicha experiencia para elaborar su teoría de la “dictadura del proletariado”. Siguiendo sus pasos, Lenin utilizó la Comuna de París como modelo para el poder obrero en Rusia: “La Comuna, surgió de forma espontánea. Nadie conscientemente se preparó para ella de una manera organizada. La guerra fracasada con Alemania, las privaciones sufridas durante el asedio, el desempleo entre el proletariado y la ruina de las clases medias bajas, la indignación de las masas contra las clases altas y contra las autoridades que habían mostrado una absoluta incompetencia, la vaga inquietud entre la clase obrera, que estaba muy descontenta y buscaba un sistema social diferente, la composición reaccionaria de la Asamblea Nacional, lo que despertó temores sobre la suerte de la república – todo esto y muchos otros factores se combinaron para impulsar a la población de París a la revolución el 18 de marzo, que de forma inesperada puso el poder en manos de la Guardia Nacional, en manos de la clase obrera y de la pequeña burguesía que se había puesto de su parte.” (Lenin, En memoria de la Comuna) Las masas siempre aprenden de la vida, no de los libros. Por supuesto, es el deber de una tendencia revolucionaria prepararse con antelación, capacitar y educar a los cuadros. Pero estos cuadros deben ser capaces de encontrar un camino hacia las masas. Los burócratas siempre se imaginan a sí mismos como las personas más inteligentes que se colocan por encima de las masas “ignorantes”. Ellos ven a los trabajadores como a niños pequeños sólo aptos para recibir órdenes “desde arriba”. ¡Qué diferencia con Marx y Engels que, sin idealizar en ningún momento a la Comuna ni cerrar los ojos ante sus confusiones, deficiencias y errores, sin embargo, desde el primer momento comprendieron su verdadero significado! La posición de Hugo Chávez no tenía nada en común con la de los burócratas arrogantes. Él entendía que sin las comunas – es decir, sin la participación consciente de la clase obrera en la administración de la industria, la sociedad y el Estado, el socialismo sería una palabra vacía en boca de un funcionario. A pesar de todos los avances indudables de los últimos dieciséis años, el Estado en Venezuela sigue siendo un Estado capitalista que ha sido ungido con un poco de aceite “socialista”. Muchos de los funcionarios fueron recogidos de la vieja Cuarta República, y de los nuevos, muchos de ellos son carreristas que prestan servicio de palabra a la Revolución con el fin de conservar sus puestos de trabajo, pero que pueden cambiar de posición mañana si la contrarrevolución apareciera teniendo éxito. La burocracia está actuando como un caballo de Troya dentro del aparato estatal. Marx dijo que “el ser social determina la conciencia”. Obviamente, si un funcionario gana millones de bolívares se comportará como un capitalista ¿Cómo podría ser abolido este Estado capitalista burocrático y reemplazado por un Estado bajo el control de los trabajadores, de los campesinos y del pueblo? La respuesta fue dada por las cuatro condiciones para tal Estado, que Lenin extrajo de la experiencia de la Comuna de París: 1.- Elecciones democráticas y derecho de revocación de todos los funcionarios públicos, 2.- Ningún ejército permanente sino el pueblo en armas, 3.- Ningún funcionario puede recibir un salario superior al de un trabajador cualificado, 4.- Progresivamente, rotación de todas las funciones. Como dijo Lenin: “si todo el mundo es un burócrata nadie es un burócrata”. La Revolución de Octubre de 1917 llevó al poder a un nuevo gobierno revolucionario, que recibió su autoridad del Congreso de los Soviets. La tarea más urgente a la que se enfrentaba el gobierno era extender la autoridad del poder soviético – el dominio de la clase obrera – por toda Rusia. El 5 de enero de 1918, el gobierno emitió una directiva que declaraba que los soviets locales fueran a partir de entonces investidos de todos los poderes heredados por la administración anterior, y ha añadía: “El país entero debe estar cubierto con una red de nuevos soviets.” En sus orígenes, los soviets – la forma más democrática y flexible de representación popular que se ha inventado – eran simplemente un comité de huelga ampliado. Nacido de la lucha de masas, los soviets (o consejos obreros) asumieron una extensión muy amplia, y en última instancia, se transformaron en órganos directos del gobierno revolucionario. Los delegados eran elegidos en cada nivel, y estaban sujetos a la revocación inmediata. Ningún diputado o funcionario recibía más que el salario de un trabajador cualificado. No había élites burocráticas. Al igual que Chávez, Lenin estaba ansioso por que las masas se implicaran en la gestión de la industria y del Estado. En noviembre de 1917, escribió un llamamiento en Pravda: “¡Camaradas, trabajadores! Recordad que ahora vosotros mismos estáis a la cabeza del Estado. Nadie os ayudará si no os unís y tomáis en vuestras manos todos los asuntos de Estado … Poneos manos a la obra, comenzad justo desde abajo, no esperéis a nadie”. (LCW, vol. 26. P 297.) En diciembre de 1917, Lenin escribió: “Una de las tareas más importantes de hoy en día, si no la más importante, es el desarrollo de [la] iniciativa independiente de los trabajadores, y de todos los trabajadores y explotados en general, el desarrollo de la manera más amplia posible del trabajo de organización creativa. A toda costa hay que romper el viejo prejuicio absurdo, salvaje, infame y repugnante que sólo las llamadas clases altas, sólo los ricos, y los que han pasado por la escuela de los ricos, son capaces de administrar el Estado y dirigir el desarrollo de la organización de la sociedad socialista”. (LCW, vol. 26. P 409.) El régimen democrático establecido por Lenin y Trotsky fue liquidado bajo Stalin y reemplazado por una caricatura burocrática monstruosa. Por desgracia, no pocos “cuadros” del PSUV son ellos mismos antiguos estalinistas que fueron maleducados en la escuela estalinista del “marxismo-leninismo” y nunca han comprendido o aceptado la idea de Lenin de la democracia obrera. Durante muchos años, estas personas dieron su apoyo incondicional al régimen burocrático estalinista, justificando todos sus crímenes. Eso ya era bastante malo. Pero de la caída de la URSS han sacado la falsa conclusión de que el socialismo no puede funcionar y han abrazado el capitalismo. Estos ex “comunistas” se han convertido en la peor clase de reformistas, mientras que conservan todas las viejas tendencias burocráticas estalinistas. Después de haber abandonado por completo la perspectiva del socialismo, no tienen fe alguna en el potencial creativo de la clase obrera y no confían en su capacidad para dirigir la industria y la sociedad. Esto es exactamente lo contrario de lo que Hugo Chávez representaba. El sabotaje del control obrero Lejos de alentar cosas como el control obrero y la autogestión, que es el punto de partida para el control genuinamente democrático de una sociedad socialista, los burócratas les han declarado la guerra y han hecho todo lo posible para sabotearlos y acabar con ellos. El problema es precisamente que los burócratas de los ministerios han reprimido y extinguido sistemáticamente los gérmenes de poder popular y de control obrero en Guayana, Bolívar y en muchas otras áreas. Esta actitud, que va en contra de Chávez, que de todo corazón abrazó la idea del control obrero cuando los propios trabajadores le hicieron la propuesta, ha desalentado a muchos militantes de base y, por lo tanto, ha debilitado a la Revolución y simultáneamente fortaleció la mano de la reacción. Incluso en la elaboración de la nueva Ley del Trabajo (LOT) la regulación de los consejos de trabajadores fue dejada fuera por la oposición de la burocracia. En cualquier caso, la única manera de poner en práctica el control obrero es desde abajo, a través de la acción directa y de la iniciativa de los propios trabajadores. Pero aquí se encuentran con la resistencia activa de la burocracia – incluyendo la burocracia sindical. La posición de los dirigentes de la Central Bolivariana Socialista de los Trabajadores (CBST), en relación a la creación de consejos de trabajadores, es abiertamente hostil. El presidente de la CBST, Willy Rangel afirmó que el control obrero en las empresas estatales y en otros centros de trabajo “sólo servirá para crear más división”. Rangel olvida convenientemente que fue el control obrero lo que salvó a la Revolución en el momento del sabotaje y del cierre patronal en 2002-3. Y la experiencia ha demostrado que cuando los trabajadores tienen la oportunidad de dirigir sus propios centros de trabajo, la productividad se ha incrementado drásticamente. Hay en Venezuela un movimiento vibrante por el control obrero, basándose parcialmente en la experiencia de las fábricas ocupadas como INAF, Inveval y Gotcha. Pero, en última instancia, el control obrero sólo puede tener éxito si conduce a un movimiento más amplio por la expropiación de las principales palancas de la economía, en particular los bancos y las principales industrias, y el establecimiento de una economía socialista planificada bajo el control y la administración democrática de la clase obrera. El PSUV En todo el país, la burocracia y los reformistas, esos supuestos bolivarianos que visten camisetas rojas, pero en realidad están sirviendo a la causa de la burguesía dentro del movimiento, están haciendo todo lo que está en su poder para ahogar y sabotear la iniciativa revolucionaria de las masas, tal como hicieron todo lo que estaba en su poder para sabotear y bloquear toda iniciativa revolucionaria del Presidente Chávez cuando estaba vivo. El presidente Chávez creó el PSUV para cambiar la sociedad en interés de la mayoría del pueblo venezolano: los trabajadores, los campesinos, los pobres y los desposeídos. No tenía intención de que fuera un vehículo para la promoción de arribistas. Existe un amplio descontento en las bases bolivarianas con la forma con que el movimiento está controlado desde arriba por los burócratas, a todos los niveles. El proceso de selección de candidatos para las elecciones, por ejemplo, ya ha creado serios problemas en varios lugares, presentándose muchos candidatos revolucionarios alternativos contra los oficiales. El presidente Maduro ha hecho llamamientos a la unidad y a la disciplina. Naturalmente, estamos a favor de la unidad y de la disciplina, pero éstas sólo pueden ser garantizadas permitiendo el más completo grado de democracia interna. En el congreso debe haber una discusión plena y libre de ideas y diferencias. La dirección del Partido debe ser verdaderamente representativa de la base. Sólo entonces será posible exigir unidad y disciplina a los militantes. Pero las perspectivas para el próximo congreso del PSUV no parecen buenas. Ya se ha anunciado que la mitad de los delegados serán alcaldes y gobernadores. Las bases están siendo apartadas a un lado por los carreristas y arribistas. Jorge Martín escribe: “Desde las elecciones presidenciales de abril 2013 una serie de prominentes periodistas bolivarianos radicales o de izquierdas han sido apartados de los canales de televisión y radio estatales sin explicación. Hay una sensación de que se trata de concesiones hechas a los medios de comunicación de la oposición para que ellos también bajen el tono de sus críticas al gobierno. Sea cual sea la verdad, el resultado es claro: las voces críticas del ala izquierda son silenciadas o se les niega el acceso a un público más amplio. Ninguna de estas concesiones tienen el efecto de moderar a la oposición, sino por el contrario, puede desmoralizar a los elementos más activos del movimiento revolucionario”. Mientras se muestra la ternura más conmovedora hacia funcionarios y oficiales del ejército corruptos, y similares, la burocracia es implacable en la represión de la izquierda. El destino de mi amigo Eduardo Samán es un ejemplo muy claro de esto. Eduardo es conocido por ser un hombre de honestidad e integridad innegables, un ávido partidario de la revolución socialista bolivariana. Es respetado y admirado por las masas debido a su fuerte campaña en contra de la guerra burguesa de sabotaje económico. Pero esta admiración no es compartida por la Quinta Columna bolivariana que le odiaba. No por primera vez, ahora Samán ha vuelto a ser cesado de su cargo y despedido sin ninguna explicación creíble. Muchos otros activistas honestos han sido marginados, expulsados o destituidos de sus cargos. Estas acciones por parte de los reformistas es lo que está minando la Revolución. Siembran la desilusión y el escepticismo entre las masas, lo que tiene un efecto devastador en la moral de los activistas chavistas. Esto es lo que está corroyendo la Revolución desde dentro y preparando el terreno para nuevas ofensivas de la contrarrevolución. ¡Llevar a cabo el legado de Chávez! Recuerdo muy bien el discurso del presidente Chávez donde anunció por primera vez que él era socialista. Recuerdo cómo miles de chavistas con la camisa roja se pusieron de pie para vitorear y aplaudir. Pero también me di cuenta de que este entusiasmo salvaje no era compartido por todos los ministros bolivarianos. Había algunas caras muy sombrías, incluso en el escenario. No todo el mundo, al parecer, estaba a favor de la agenda socialista revolucionaria del Presidente. Desde el mismo principio, el mensaje socialista revolucionario de Chávez ha sido atacado desde dos lugares: por los enemigos abiertos de la Revolución y por los enemigos ocultos dentro de sus filas. Los reformistas nunca se han reconciliado con la idea del socialismo en Venezuela. Pero toda la historia, y sobre todo la historia de América Latina, muestra que no se puede hacer una revolución a medias. La revolución no puede detenerse a mitad de camino, y si lo hace, le seguirá un desastre. En esa reunión, cuando Chávez con decisión se pronunció a favor del socialismo, vertió desprecio sobre aquellos reformistas que argumentaban que había una “tercera vía” entre el capitalismo y el socialismo. Admitiendo que una vez había creído en esta idea, Chávez la rechazó de forma explícita, y la calificó de “una farsa”. “No hay una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo”, dijo. Y él estaba un ciento por ciento en lo correcto. Una de las principales contradicciones del reformismo es que hace imposible que la economía capitalista de mercado funcione, y al mismo tiempo no introduce una economía socialista planificada. Así que terminamos en el peor de los mundos. Durante un tiempo, la economía venezolana sobrevivió en base a las grandes reservas del petróleo. Pero eso no podía durar para siempre. El hecho de no llevar hasta el final la expropiación de la oligarquía quiere decir que es imposible planificar las fuerzas productivas. Es cierto que en Caracas hay un Ministerio de Planificación. Pero no se puede planificar lo que no se controla, y no se puede controlar lo que no posee. Dado que los elementos clave de la economía permanecen en manos privadas, la burguesía, que siempre ha sido hostil a la Revolución Bolivariana, puede sabotear la economía declarando una huelga del capital. El dinero ha estado fluyendo fuera del país, paralizando la inversión productiva. El gobierno trata de poner fin a esto por medio de controles. Pero esto no aborda la raíz del problema, que es el hecho de que los capitalistas privados controlan las áreas clave de la inversión productiva. Esto representa una seria amenaza para el futuro de la Revolución. Adinerados funcionarios, alcaldes y gobernadores, lanzan periódicamente discursos complacientes llenos de retórica grandilocuente y de optimismo relajante. Al escucharlos, uno podría pensar que no hay problemas, no hay dificultades, y que todo es para mejor, en el mejor de los mundos bolivarianos. Pero la gente corriente piensa diferente. El rápido aumento de la inflación (56,3% en tasa anual en enero) muestra que la crisis económica se está agudizando, al igual que un termómetro indica una temperatura en aumento y que la enfermedad empeora. Por otro lado, existe una creciente escasez de algunos productos (un récord del 28% en el índice de escasez en enero). Estos dos factores están corroyendo el valor de los salarios, lo que lleva a la caída de los niveles de vida. Esto a su vez está poniendo una tensión creciente en la paciencia y la lealtad de las masas. Por otro lado, enfurece la clase media y la empuja a los brazos de la reacción. En cada etapa decisiva las masas han salvado a la Revolución y la han empujado hacia adelante. En 2002, las masas – la verdadera fuerza motriz de la Revolución – salieron a las calles para arriesgar sus vidas y salvar a la Revolución, mientras que los burócratas se quedaron acobardados debajo de sus camas o haciendo cola para conseguir el primer avión para el extranjero. La Revolución Bolivariana sobrevivirá, siempre y cuando las masas – la clase obrera, los campesinos, los pobres urbanos y rurales – le sigan siendo leales. Pero la fe de las masas en la Revolución ha sido sometida a una dura prueba, y esto está colocando a la Revolución en un gran peligro. Las únicas fuerzas que pueden defender a la Revolución son las masas revolucionarias, y en primer lugar la clase obrera. Los trabajadores lucharían con mucho mayor vigor y determinación si estuvieran defendiendo sus propias fábricas bajo control obrero. Al sabotear los elementos de control obrero, la burocracia está actuando como un hombre que está serrando la rama de un árbol sobre la que está sentado. Al final los trabajadores van a decir: “¿Qué sentido tiene atender estos llamamientos? Hemos oído todo eso antes. Hablan del socialismo y de la revolución, pero no podemos ver mucha diferencia entre los jefes bolivarianos y los que teníamos antes”. La única manera efectiva de defender la revolución es completar sus tareas, mediante la sustitución del viejo Estado capitalista por uno nuevo revolucionario basado en consejos obreros y en las comunas, y con la expropiación de los medios de producción para que la economía pueda ser planificada democráticamente. Ese sería el mejor homenaje a la lucha a la que Hugo Chávez dedicó su vida.