Cuando un español detecta que van a asesinarlo debe prestarse al sacrificio porque, si se defiende y acaba con su agresor antes que este lo mate, irá a la cárcel e indemnizará hasta hacer ricos a otros bandidos allegados al muerto.
Es lo que le ocurre estos días a Lluís Corominas, un yerno del matrimonio Tous, creador de joyas y bisutería, que abatió de un tiro en diciembre de 2006 a un albanokosovar de la banda que estaba asaltando su casa familiar.
Absuelto por un Jurado Popular por haber actuado impulsado por el miedo y en defensa de su familia, el Tribunal Supremo acaba de ordenar repetir el juicio, rechazando así el dictamen ciudadano.
El hecho ocurrió en un pueblo barcelonés cuando, como ahora, sanguinarias bandas de exsoldados veteranos de las guerras de los Balcanes asolaban casas por toda España y asesinaban y violaban con brutalidad infinita a sus moradores, como había hecho antes Pietro Arkan en Madrid.
El vigilante de la vivienda, que observó la llegada de los asaltantes, avisó a Corominas y a los mossos d’esquadra, pero estos se perdieron y llegaron mucho después del final de los hechos.
El yerno de los joyeros, que también era jefe de seguridad de la empresa joyera, tomó una pistola y fue hacia el coche de los asaltantes, dentro de la propiedad.
Como, según declaró, creyó ver que iban a dispararle, él lo hizo primero y mató a un atracador.
Los bandidos exigen enormes indemnizaciones, y el asaltado, finalmente, puede ser enviado a prisión once años.
La justicia, al revés: quien defiende su casa y su familia frente a los delincuentes, que debería ser un ejemplo heroico para la sociedad, termina peor que un verdadero asesino.
En España no existe el derecho a la autodefensa. Hay que dejarse matar.
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SALAS