Han pasado unos días pero todos tenemos aún frescas en nuestra mente las imágenes de lo sucedido en el día del padre en un campo de fútbol base en las Islas Baleares donde a raíz de un lance del juego se montó una auténtica batalla campal entre los padres de los jugadores de dos equipos infantiles (12 y 13 años) de las islas.
Una auténtica vergüenza para aquellos que aman el deporte en sus categorías inferiores y para todos aquellos que pensamos que el deporte base es más que una competición sino que es una escuela de valores que los chicos y chicas que lo practican pueden generalizar a su día a día.
Hay que tener en cuenta que lo sucedido en Mallorca no es un hecho aislado sino que fin de semana tras fin de semana se suceden a lo largo y ancho del territorio peleas, trifulcas, discusiones, insultos y malos modos de los padres hacia los entrenadores, árbitros y equipos rivales, y para comprobarlo sólo tienen que darse una vuelta por los perfiles en redes sociales de fútbol base y verán que lo que puede parecer la excepción se ha convertido en una constante en el fútbol base.
A mi entender, la respuesta simplista al problema sería la presencia policial en los campos deportivos, opción que tiene defensores a ultranza. Pero creo que desde todas las partes implicadas en el deporte base se debería dar una respuesta mucho más integral.
Hay equipos que han optado por prohibir la entrada a los padres/madres a los entrenamientos (la cantera del Atlético de Madrid es uno de ellos). No me parece mala idea. Seguro que esos padres que acuden a los entrenamientos a jugar a entrenadores y a entorpecer el trabajo de los monitores no hacen lo mismo con las clases de inglés o con las de violín.
No se puede generalizar en estos comportamientos. Pensemos que el deporte base no podría existir sin los padres que son los encargados de llevar y recoger a los jugadores de entrenamientos y partidos, tener preparada la indumentaria adecuada o asegurarse de que duermen y comen saludablemente, además de apoyar a sus hijos e hijas en los momentos complicados que pueden derivar de la práctica deportiva.
Creo que sería fundamental aunar esfuerzos entre todas las partes implicadas en el deporte base: federaciones, clubes, entrenadores y padres. Y, aunque haya opiniones contrarias, todas las partes tienen algo que aportar a la solución del problema. Las federaciones controlan todo el aspecto organizativo de las competiciones. Los clubes son los que pueden aportar un trato más directo y personal con los padres de sus jugadores (todavía hay quien me mira raro cuando les propongo reunir a los padres y explicarles qué trabajo se hace con sus hijos y qué se espera de ellos, no lo hacen en los colegio?) además de ser los abanderados en los valores que se quiere inculcar en los más pequeños. Los entrenadores son los encargados del trabajo directo con los jugadores y de hablar frecuentemente con los padres sobre los progresos o retrocesos de los deportistas jóvenes. Y a los padres hay que educarlos (poco a poco, esto no se consigue en una tarde) en cómo pueden ser un pilar fundamental en una actividad divertida y formativa de sus hijos.
En Baleares, los sufridores últimos de las consecuencias de la pelea entre padres han sido los chicos, apartados de sus equipos porque sus padres se han peleado. Ustedes lo entienden? Yo tampoco.