Revista Infancia

"Hay que estudiarlo"; anécdota personal y hospitalaria

Por Stornel
Como es sabido y a pesar de los cambios ministeriales, en la mayoría de los hogares, incluido el mío, suele mandar la mujer. Mi suegro, sabio y mejor persona, me enseñó que él, en su casa, daba su opinión sólo para las cosas importantes pero, curiosamente, nunca pasaba nada. En la mía ocurrelo mismo. Escribo triste y sólo porque mi mujer se ha ido a pasar el fin de semana con unas amigas; estoy desesperado... (¿se lo creen o no se lo creen?). En casa cuando yo propongo o me atrevo  a insinúar algún cambio o novedad en la misma, ella invariablemente me responde de una forma demoledora: "hay que estudiarlo" y de tanto estudiar "se pasa el arroz" y mi iniciativa o insinuación se va al carajo.
En otro orden de cosas el otro día me ocurrió una anécdota muy divertida el hospital. Aunque no lo parezca van mejorando las cosas y una de ellas fue cambiar la compañía telefónica y quitar un horroroso "Bolero de Ravel" autentico que sonaba sin parar mientras esperabas que te pasaran la llamada; en vez de tranquilizarte te provocaba una crisis cardíaca. Ya odiaba, por monótona, esa pieza musical pero ahora ya me da un pasmo si la oigo. A lo que iba; con el cambio de operadora ya puedes llamar a cualquier habitación con un prefijo seguido del número de la misma. Bien, estupendo pero hace tres días me ocurrió algo insospechado.
Llamo a una habitación de forma ortodoxa, la 711, para hablar con el padre de un paciente mío ingresado por una crisis de asma. Pregunto (P): "Hola, soy Santi, ¿está el padre de Izan?, respuesta (R): "¡Noooo, aquí ho jai naide que ze yame azí!, P: "Perdone, ¿no es la habitación 711?, R: "!Nooo, ezta é la 715!".  Como padezco una discalculia y me equivoco con los números, con el papel junto al teclado vuelvo a llamar cuidadosamente al 711, R:" Digaaaa", P: "¿El papá de Izan?, R: ¿Que no, joeeeeer?", P: "¿No es la habitación 711?", R: "¡Que no zeñó, joerrr, que ez la 715!". Asustado por marcar tan mal los números, llamo a la centralita  para que me digan qué estoy haciendo mal. La telefonista -todas las telefonistas del hospital son maravillosas y amables- me aclara: "desde hace un tiempo los teléfonos de la 7a. planta no coinciden con la habitación, espere un momento... ha de llamar al número xxxx (no coincidía en nada) para que le salga la habitación 711". Llamé al xxxx y pude hablar con el padre de Izan.
Un poco cabreado por la pérdida de tiempo, escribo una nota de aviso de esta anomalía al Servicio de Ingeniería y Mantenimiento. Al poco rato, recibo una amable respuesta que más o menos decía así: "Es un tema en el que estamos trabajando (¿será que lo están estudiando como en el caso de mi esposa?) y está previsto que sea resuelto en breve".
He llegado a una triste conclusión: es más fácil sacar a unos mineros sepultados a 750 metros de profundidad que arreglar unas conexiones telefónicas de mi hospital.

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