Aunque este martes tenía prevista una sesión en Barcelona, en el último momento, la convención en la que iba a participar se canceló y me quedó el día libre. Aproveché para acercarme al Pantano de La Loteta, a unos cuarenta kilómetros al noroeste de Zaragoza a tratar de seguir mejorando mi técnica de kitesurfista. El día estaba perfecto. Algo más de 22 grados, unos 50km/h de cierzo y cielo despejado.
La Loteta es un curioso paraje desértico arrasado literalmente por el cierzo, que es el viento del norte que se enfría al tener que ascender el Moncayo y vuela hasta Zaragoza a velocidades de vértigo. Allí a principios de este siglo se construyó un embalse, pero ni siquiera el agua del mismo ha podido eliminar la imagen esteparia y terriblemente árida de la zona.
Hace muchos años, en una zona de la Provenza francesa había una enorme extensión de terreno como La Loteta. Tierra estéril y reseca, sometida a un clima terriblemente riguroso que sólo generaba pobreza alrededor. La gente huía del lugar buscando mejores horizontes. Pero un joven pastor se rebeló contra la situación. Quiso regenerar aquella tierra yerma y decidió plantar árboles. Todos los que pudiera. Sembró 100.000, pero a causa de la dureza de la tierra apenas crecieron 15.000.
Diez años después de su decisión ya había un frondoso bosque de robles donde antes no había nada. El pastor poco a poco fue plantando hayas, abedules y otras especies vegetales. El paisaje yermo y seco fue cambiando sin apenas provocar asombro.Otros diez años después todo era distinto, incluso el aire. En vez de vientos secos y ásperos soplaba una brisa cargada de aromas del bosque. Se restauraron las casas, matrimonios jóvenes llegaron a vivir al lugar, a las faldas de las montañas había campos de cebada y centeno y al fondo del valle las praderas comenzaban a reverdecer.
Dice Alejandro Llano que hay cosas que no tienen arreglo y nos cuesta aceptarlas, y otras que sí que lo tienen pero nos hemos convencido de que no lo tienen. Cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de sembrar lo que podamos aportar: buen humor, laboriosidad, paciencia, amor... En la inmensidad del mundo parecerá poca cosa, pero eso es lo que hace crecer un vergel donde antes había un desierto.