A propósito de las discusiones acaloradas sobre el valor de la familia, sobre las marchas de sotanas y mantillas, me permito esta pequeña reflexión: Ya que hay tantos que defienden “el valor de la familia” sería bueno recordar que en este país (y allá afuera ‘en el mundo’) existen muchísimas posibilidades de configurarla. No hay un único modo de formarla, como no hay una sola forma de amar, como no hay una sola manera de ser solidario.
Esa formación clásica típica de papá, mamá e hijos, de la que venimos muchos, pero no todos; de la que vemos más en los comerciales de Johnson & Johnson, no es la única forma de concebir a la familia.
De hecho en este país existen muchas familias monoparentales donde mujeres solas y hombres solos educan a sus hijos, o valientes abuelos (familias extendidas) que a pesar de su edad educan a sus nietos por la ausencia de sus padres por muerte o abandono; están las ‘familias ensambladas’ donde se configuran con agregados de otras familias (tu, yo, mis hijos y tus hijos, por ejemplo) con amigos, o familias de hecho.
Y por supuesto están las familias homoparentales, formadas por una pareja homosexual (hombres o mujeres) y sus hijos biológicos o adoptados.
Imaginen la cantidad de combinaciones posibles de armar una familia. ¿No es más importante el amor que el hábito?
Si tanto valoran la institución de la familia, valoren todas sus muy ricas formas de armarlas y dejen de atacar a las que para ustedes no lo son. El respeto es algo que viene contigo desde tu casa, que lo traes o no en tu arsenal moral, pero si no lo traes, tienes la posibilidad de construirlo