Hay semanas complicadas en las que sabes que tienes que trabajar al 100% o incluso mas para llegar hasta donde te has comprometido a llegar.
El lunes dedicas toda la mañana a colocar tu cabeza para ordenar las prioridades y que vaya saliendo poco a poco cada una de las actividades propuestas. Sesiones con bebés, curso con profesores…
El martes colocas libro, repasas guión, vas a la Universidad a intentar compartir tu pasión por la lectura con futuros educadores y sales con una gran sonrisa porque lo consigues, pero casi ni la disfrutas porque por la tarde tienes que estar a una hora de distancia empezando otro programa con otros niños, otras sonrisas, otro reto en otro espacio, que también superas con ilusión y con ganas.
El miércoles te subes de nuevo a un coche y te vas a Ávila a contarle a los futuros profesionales de este mundo que no para cómo te reinventaste y creíste en el trabajo por encima de la suerte, cómo te levantas cada mañana con nuevas ideas para sacar adelante tu empresa y cada vez más, necesitas que alguien crea en ella para no caer. Te vas de allí con tres palabras clave que no quieres perder: confianza, compromiso y colaboración. Y te vas con ganas de volver. Por la tarde te reencuentras con otras sonrisas pequeñas, algunas nuevas y disfrutas creando momentos mágicos en torno a los libros, conquistando a pequeños lectores en lengua inglesa.
El jueves coges un autobús y después de dos horas y media llegas a Madrid, a recomenzar un programa con familias lectoras que te apasiona y que te permite disfrutar de una sesión con casi cien personas sin temer en ningún momento que sea demasiada gente. Son ellas, son las mejores familias lectoras, y las mas curiosas.
El viernes te das cuenta de que tienes un día por delante para disfrutar de ti misma, sin trabajar, pero se te cuelan muchas dudas mientras lees o mientras paseas: ¿lo estoy haciendo bien? ¿Podré con todo? ¿tiene sentido que la semana que viene sea como esta?
Y entonces el sábado te invitan a una fiesta de cumpleaños que es también una fiesta de jubilación, y llegas a una casa preciosa y se llena de gente bonita, de todas las edades, y la mesa se llena de comida y de risas y nadie está solo, todos hablamos con todos, nos reímos con todos, aprendemos los unos con los otros, tanto tanto que se nos hace de noche y estamos de nuevo alrededor de la mesa y te das cuenta de que la vida, la vida de verdad, es esa.
Y piensas que ójala todas las semanas fueran como ésta.