En la España autoproclamada progresista se denuncia a Donald Trump por anunciar que le negará la entrada en EE.UU. a la caravana que desde hace unas dos semanas se formó de golpe en Centroamérica con la esperanza de saltar la frontera con México en alguna parte de sus 3.169 kilómetros.
Esa masa humana, que de momento no llega a las 10.000 personas, podría haberse formado paradójicamente como consecuencia del éxito económico de Trump.
Si muchos logren entrar tras atravesar México, que también envía emigrantes a EE.UU., enseguida encontrarán trabajo. Y entonces la próxima oleada será mayor.
El martes día 6 se celebrarán en EE.UU. las “midterm elections”, en la mitad del mandato del republicano Donald Trump, que renuevan todos los 435 representantes, 35 de los 100 senadores, 36 de los 50 gobernadores y numerosos cargos estatales y locales.
Un duro derechista, cuyo programa está creando empleos aceleradamente, enfrentado a un Partido Demócrata con bases crecientemente izquierdistas y más comprensivas con la inmigración ilegal.
Trump se atribuye que el desempleo del país esté en el 3,5 por ciento del mercado laboral, el menor en casi medio siglo, con 156 millones de ocupados, y que entre los hispanos de todo origen, y pese al idioma, ese desempleo sea sólo del 4,6 por ciento.
Recalca que hay ya 27 millones de mexicanos ocupados que en septiembre enviaron a su país casi 2.800 millones de dólares.
El secretario de Trabajo de Trump, el hispano Alexander Acosta, acaba de declarar que “nunca antes como ahora hubo tantos puestos de trabajo sin cubrir por fala de solicitantes de empleo”.
Esto lo saben en la caravana. El mercado los necesita. Pero Trump afirma que sólo quiere emigrantes legales, que cumplan todos los trámites.
Hay expectación por ver cómo acaba esto.
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