Revista Cultura y Ocio

Hay un dios para cada roto

Por Calvodemora
Dice K. que hay un dios para cada roto. A lo que uno aspira es a que sea cierto. Que a poco que flaquee el espíritu haya una divinidad que lo conforte. Que en cuanto se venga abajo el cuerpo esté ahí también para restañarlo. De verdad que yo no pondría objeción a esa contención del alma. No sé si tengo una vida después de ésta, pero no importaría andar por ahí convencido de que la hay, exhibiendo a cada momento mi fe en la vida eterna, poniendo todo por mi parte en la salvación de mi espíritu y, de camino, en la del ajeno que se me ponga a tiro. K. cree firmemente en que estamos aquí para algo. Que no puede ser solo el vacío final lo que lo cierre todo. Si fuese el vacío, me confiesa, sería la existencia más triste. K. ha caído en la cuenta de lo maravilloso que es sentirse escuchado. Quizá por eso reza cuando encuentra ocasión. Lo hace de un modo que yo no conocía: entabla un diálogo profundo con la divinidad, la pone en aprietos, la concierne en lo suyo y, por último, la conmina a que medie en la fatalidad que lo devasta. No sé si ése es el camino, K. Rezar se me antoja a mí otra cosa, no eso que haces, le digo mientras paseamos. Yo no rezo porque no encuentro placer en hacerlo. No será por no haberlo intentado. No será por no insistir al modo en que lo hacen los demás, viendo cómo se reclinan, de qué devota manera exponen su cuerpo a la voluntad a la que elevan sus plegaria. La propia palabra plegaria me produce zozobra, K. El que reza tiene el crédito que no posee el que no lo hace. Seguimos en un mundo que adora al creyente. En el silencio del que cree hay a veces más honduras que en el silencio del pagano, de quien no consigna creencia alguna y va de otra manera, aquí o allá, sin ahondar, sin la metafísica. Es un mundo éste al que la metafísica lo está sublimando y lo está embarrando. La metafísica eleva o aplasta. Construye catedrales o alienta guerras. Será quizá imposible borrar a Dios del libro que es el mundo. Como si ya vieniese en el pack. El mundo junto con un dios o con muchos, según al gusto de quienes los inventan. Se constata la brutalidad del hallazgo moral y también la dulzura, la bendita dulzura dirán algunos, de un Dios tutelando el viaje, consintiendo los errores, conduciendo el alma desde el vacío primero hasta el colmado último. K. dice que está ahí dios para el roto. Que se lo cosa. Yo voy con lo que me va llegando. Cualquier día me pongo serio y veo lo que no todavía no se me ha entregado. Y en ningún momento he caído en la gratuidad, inútil a mi entender, de dejar aquí nada consignado sobre la iglesia. No entra en estas consideraciones. De hecho son un asunto aparte. 

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