Revista Cultura y Ocio
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La mujer se daba aires de persona importante. No quise decirle que soy una joven descarriada, así que le conté que mi marido estaba enfermo de los pulmones y que había ido hasta allí para pedir un poco de los sobrantes de la ayuda para las niñas y niños descarriados. - Parece que los periódicos decían algo, pero yo solo ayudo un poco en esas tareas. Si se encuentra en apuros, vaya a la Asociación de Damas, en Kudan, y solicite algún trabajo... Costésmente me echaron a la calle como si fuese polvo. Imaginé que, en esos momentos, la señora estaría regañando a la sirvienta con el entrecejo fruncido, diciéndole que por qué había dejado entrar a una mujer como yo. Me dieron ganas de escupirle. ¡Bah! ¿Qué filantropía? ¿Qué servicio público?.
Sí, en efecto, viajar es maravilloso. En vez de perder el ánimo en un rincón de esa ciudad sucia, sentirme así tan renovada, poder respirar libremente y sin preocupaciones. A pesar de todo, vivir es algo bueno.
Hayashi Fumiko en Diario de una vagabunda (Satori Ediciones, noviembre de 2013).
Traducción de Virginia Meza.