- Lástima me apetecía algo de poesía. ¿No te sabes ningún poema de memoria?
- <<Vamos entonces, tú y yo>> -empecé nerviosa- <<cuando el atardecer se extiende contra el cielo / como un paciente anestesiado sobre una mesa.>>
- Más despacio -me dijo.
Me daba verguenza como la primera vez que le hablé de Un dolor imperial.
- Vale, vale. << Vamos por ciertas calles medio abandonadas, / los mascullantes retiros / de noches inquietas en baratos hoteles de una noche / y restaurantes con serrin y conchas de ostras: / calles que siguen como una aburrida discusión / con intención insidiosa / de llevarnos a una pregunta abrumadora... / Ah, no preguntes "¿Qué es eso?". / Vamos a hacer nuestra visita.>>
- Estoy enamorado de ti -me dijo en voz baja.- Augustus -dije yo.- Lo estoy.Me miraba fijamente, y yo veía cómo se le arrugaban las comisuras de los ojos.- Estoy enamorado de ti, y no me apetece privarme del sencillo placer de decir la verdad. Estoy enamorado de ti y sé que el amor es sólo un grito en el vacío, que es inevitable el olvido, que estamos todos condenados y que llegará el día en que todos nuestros esfuerzos volverán al polvo. Y sé que el sol engullirá la única tierra que vamos a tener, y estoy enamorado de ti.- Augustus -repetí.No sabía qué decir. Sentía como si todo en mí se elevara, como si me ahogara en una alegría extrañamente dolorosa, pero no pude decirle que también yo estaba enamorada de él. No pude responderle nada. Simplemente lo miré y dejé que me mirara hasta que sacudió la cabeza, con los labios fruncidos, se giró y se apoyó contra la ventana.
(Bajo la misma estrella, John Green)