Revista Opinión

Hazme tuyo y te haré mía (relato erótico)

Publicado el 27 noviembre 2019 por Carlosgu82

Hazme tuyo y te haré mía 
Hazme tuyo y te haré mía.

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Una noche de semana, Estefanía se estaba dando una ducha y yo yacía sentado en la orilla de la cama de la habitación, con mi franelilla de baloncesto y unos boxers holgados revisando el celular como cualquier día casual. Sin mucha novedad. Al cabo de 15 minutos, entró Estefanía a la habitación con una toalla blanca que cubría sus senos y sus partes íntimas y otra toalla que recogía su cabello húmedo. Desde un punto periférico logré ver sus caucásicos pies descalzos, recién aseados con una pintura de uñas negra perfectamente aplicada. Lo aprobé y ella notó que lo hice pero seguía con la atención puesta en el celular.

Estefanía sacudió su cabello para secarlo, me dió la espalda y abrió hacia los lados la toalla que cubría sus senos y alcé la mirada hacia ella, el celular seguía en mi mano.

Dejó caer la toalla al suelo y cubrió mis pies, Estefanía se voltea y yo sigo aparentando no inmutarme, mi celular en mi mano aún pero mi atención se la robaron sus pezones en totalidad, durante aproximadamente tres segundos estuve observándolos y sentía que mi pene comenzaba a asomarse con dureza por el hueco de la pierna derecha de mi boxer holgado. Mis labios se separaron unos cuantos milímetros para abrir paso al cálido y ténue aire del suspiro que me ocasionaba su majestuosa desnudez.

Estefanía me arrebató el celular de las manos y lo colocó en otro lugar, ni siquiera tuve oportunidad de ver dónde. Se inclinó para morder sutilmente mi labio inferior, su mano izquierda se posó suavemente en mi mejilla derecha y colocó su mano derecha en la superficie de mi boxer holgado para sentir como su atrevida actitud lograba endurecerme poco a poco. Luego de morder mi labio inferior, juntó su hermosa naricilla junto a la mía y conectó su mirada con mi mirada logrando dejar mi mente en blanco, mientras seguía acariciando mi pene hasta que ya no podía endurecerlo más.

Me acerqué hacia ella para darle un apasionado beso y se alejó de mi porque estaba disfrutando mucho de mi rostro comunicando el placer y ella no quería tener que cerrar los ojos, quería seguir apreciando los gestos de deseo desenfrenado que estaba causando en mi. Eso la hace humedecerse con intensidad. Y a mí me enloquece su dominio, su forma de hacerme sufrir, de hacerme esperar para poder darle ese beso que tanto pedían mis labios.

Su mano izquierda recorrió con suavidad la parte derecha de mi rostro hacia abajo para llegar a mi cuello, sujetarlo y empujarlo con mucha sutileza hacia atrás, indicándome que me acueste en la cama para ella posarse encima de mi y al fin, darme ese beso que tanto anhelaba. La besé con devoción mientras mis manos recorrían su blanca piel aseada, suave y humectada. Pasearon desde sus hombros hasta sus gustosas nalgas sin perderse de un solo espacio.

Separé mis labios de los suyos y le hice con mi mano derecha un moño sin amarrar en su cabello ya no tan húmedo: Ahhh… le dejé saber en un suspiro cuan excitado me tenía, me acerqué a su oreja izquierda y mordí el lóbulo con cariño, asegurándome de que no le doliera, sólo quería comunicar el poco control que me quedaba sobre mí mismo ante su imperante desnudez, ante su estimulante autoridad.

Besé su mejilla, su cuello, bajé a sus senos y les di un pequeño beso junto con una breve pasada de la punta de mi lengua y con mi mano izquierda bajé recorriendo su monte venus hasta llegar a su clítoris y cuando sentí los cántaros de esa cálida lluvia mi pene sufrió un pequeño estallido brotando gotas de un líquido pre-seminal que demostraba cuan intenso es el deseo que esa mujer me ocasionaba.

— ¿Te gusta? Pregunté vulgarmente

Estefanía no respondió con palabras, sólo continuaba con los ojos cerrados y emitiendo un gemido contenido.

Estuve tocando su clítoris hasta empapar mis dedos de ella y ella decidió darme un poco de cariño, separándose un poco de mi cuerpo para bajar hacia mi pene y esconderlo dentro de su boca y la parte interior de cada uno de sus labios recorrió cada parte de él una y otra vez, mirándome con esos ojos color trigo. En ese instante comprendí que Estefanía era el pecado en persona, una auténtica zorra. ¡Me encantó!

Culminó su paseo por mis partes con un tierno beso en mis testículos, su lengua los recorrió desde abajo hasta arriba y luego les dió un segundo beso, con ternura también. Como despdiéndose de ellos.

Se acercó a mí, sujetó mi cuello otra vez y me ordenó: — Cógeme.

Tenía todo el deseo de hacerlo, de cogerla sin piedad. Pero no podía dejar que todo muriera ahí sin haber recorrido su cuerpo una vez más.

Sin decir nada al respecto de su indicación, hice un camino de besos desde sus mejillas hasta sus costillas, desde sus costillas hasta sus muslos, hasta llegar a esos piesitos caucásicos con pintura de uñas negra perfectamente aplicada, los agarré, acaricie sus plantas, las besé, cuando mi rostro estaba entre el medio de sus dos pies, Estefanía se inclinó un poco para poder sujetar mi barbilla con delicadeza utilizando el dedo índice y el dedo pulgar de su mano derecha y …

— ¡Cógeme! Ordenó nuevamente.

Le di otro sutil beso en uno de sus hermosos piesitos y volvió a agarrar mi barbilla, esta vez con más fuerza, me dió un bofetón que me calentó la mejilla de la manera más excitante posible y me ordenó una vez más que la cogiera.

Me excita mucho cuando Estefanía utiliza el recurso de bofetearme, me hace sentir tan humillado ante ella, me hace percibir en su voz tanto poderío que no puedo resistirme a obedecerla.

Una vez más mi pene tuvo otro pequeño estallido de líquido pre-seminal y no aguanté las ganas, me posé sobre Estefanía y comencé a cogerla. Inicialmente mi pene se adaptaba a su vagina pero no tomó mucho tiempo para comenzar a darle con fuerza, puse mi mano en su boca porque amo los ruidos que hace cuando comienzo a cogerla con fuerza y emite unos gemidos casi gritados, que además con mi mano impidiendo el paso de su voz los hace sonar aún más placenteros u añadiendo a eso el cálido aliento que roza mi palma, se crea un momento de pasión absoluta y un desbordamiento descontrolado de nuestros líbidos.

Eso me hizo ponerme extremadamente salvaje, continuaba tapando su boca pero está vez agarraba con más fuerza la parte inferior de su rostro y mi otra mano estaba agarrada a la sábana de la cama para agarrar impulso y coger a Estefanía con más intensidad, quise practicar más dinamismo pero Estefanía me había enloquecido por completo, el calentamiento previo me hizo estallar. Esta vez no fue un pequeño estallido, fue una explosión de Hiroshima lo que me ocasionó. Antes de esto, salí de ella y sin tener el suficiente control sobre mí como para discernir si lo que estaba haciendo iba a gustarle o no, puse mi pene en su boca y unas espesas gotas de semen se derramaron bajo sus labios. Gotas tan cálidas como un café matutino. Admito que se veía hermosa con mi esperma escurriéndose desde sus labios hasta su cuello. Le di unos pequeños golpecitos en la mejilla con mi pene aún endurecido y no podía evitar tener una cara de excitado y a la vez molesto. A pesar de que me fascina verla dominante, esta vez despertó una bestia en mi que hizo que ambos tuviéramos ese rol.

Luego de eso, quedé postrado a su lado, algo sudado y ella también. La ayudé a limpiarse un poco, le di un beso y la miré con cariño mientras mi pulgar izquierdo acariciaba su mejilla tiernamente. Le di dos besos más en la frente y me dijo ..

— Voy a tener que bañarme de nuevo y tú también.


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