Soy totalmente selectiva con las señales. Igual que no me creo nada de todo eso que da mala suerte, soy una ingenua y ferviente crédula con las señales “buenas”.
Se me cruza un gato negro y lo saludo.
Me encuentro una flor de diente de león y…pido un deseo.
Con estos calores y las disputas sobre el aire acondicionado que hay en el trabajo, para llegar a un consenso no-agresivo y por respeto a los que están o han estado resfriados, hemos abierto las puertas y ventanas para que entrará el airecito y no la ola de calor africano ( que es lo que finalmente ha entrado). Y en eso, que veo un precioso ángel (así los llamaba mi padre) que revolotea a mi alrededor y se posa en mi agenda.
Con la corriente de aire que hemos generado con tanta ventana abierta, el ángel amenazaba con salir volando de nuevo. He sido rápida. “Este deseo es mío”- he pensado mientras cogía un vaso de plástico y lo capturaba.
Una vez que he tenido el ángel a buen recaudo, he salido a la terraza y lo he liberado. Ha ascendido, hacia el cielo azul y más allá, y en su viaje, se ha llevado mi deseo…
Espero que se cumpla.
Para todos.