“He engordado 1.250 mails en un mes”. La infobesidad ataca a los trabajadores.

Imagen: globovision.com

Hace tan sólo unos días que he llegado de mis vacaciones y ya tengo más estrés que un profesor de lengua y literatura en Telecinco. El motivo no es la acumulación de trabajo, tareas olvidadas o afilar los lápices para comenzar a trabajar. La razón: la acumulación de correos electrónicos en mi bandeja de entrada. Algo que produce ansiedad y estrés y que los expertos han decidido denominar ‘infobesidad‘.

Pero para que no nos perdamos en la amplitud que puede tomar la palabra, sobre todo haciéndonos pensar en un incremento de peso, la infobesidad hace referencia a lo mal que nos hace sentir la llegada masiva de correos electrónicos y el no poder atenderlos o ni siquiera responderlos con la brevedad que desearíamos. Tal y como recoge el artículo de Christine Bertrand-Nielsen (AFP).

En mi caso al llegar de vacaciones, los mails recibidos alcanzan la cifra de 1.250, que dividiéndolos entre 30 días nos da 40 mails diarios. Un dato demoledor para tratarse de un ‘don nadie’. Imagínense ustedes lo que puede recibir un jefe de área, responsable de planta o director de lo que sea, que en su caso tienen que responder prácticamente al momento.

Según el Observatorio de la Responsabilidad Social de las Empresas (ORSE), el 56% de los usuarios pasa más de dos horas al día administrando su buzón de correo y el 38% recibe más de 100 mensajes al día. El 65% declara revisar su correo electrónico cada hora, pero en realidad lo hacen mucho más a menudo, a veces cada cinco minutos. Pero es que a todo esto debemos añadirle que no solo leemos el correo electrónico en la oficina sino ya en cualquier lado por culpa de los smartphones o tablets.

Lo que me hace pensar en que quizá deberíamos ser más objetivos a la hora de realizar nuestros envíos y acumular toda la información que consideremos importante en un solo archivo e indicarlo así en el asunto como ‘Importante‘. De esta manera tendremos tiempo de ver los vídeos de caídas extraídos de Youtube que nos envía nuestro primo, las picantes presentaciones en PowerPoint que manda Carlitos el de contabilidad o hacer caso a las miles y miles de cadenas imposibles de romper a tenor de que nos parta un rayo. ¿O para qué creen ustedes sino que se inventó el correo electrónico?

Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…

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