Deambulaba por la ciudad buscando un rato de soledad, esa soledad que siento cuando ando rodeado de gente que no conozco, que no me miran, que no levantan la cara de la pantalla del móvil, que ya podría caerme muerto en la acera que la gente seguiría su camino desviándose lo justo para no pisar una masa borrosa del suelo.
Me dirijo al parque y me siento en un banco, mientras sigo disfrutando por los auriculares del sonido de Kiasmos. Dirijo la mirada aleatoriamente por el parque, deteniéndome en un banco cualquiera, donde hay una chica mirándome fijamente, sin desviar la mirada, aguantándome, a los ojos, con total naturalidad y tranquilidad. Se levanta y viene hacia mí.
-¿Tienes un cigarro?
-Tengo –digo sin inmutarme-.
-Bien, ¿me das uno?
-Sí –respondo sacando uno y dándoselo-.
-¿Me das fuego?
-¿Te dejo un pulmón o pones tú algo?
-No me vendría mal, aunque igual están peor que los míos, atleta, no eres.
-¿Nombre tiene, o tampoco?
-Anacleta.
-Mira, como mi ex.
-¿Has llegado a tener novia?
-Sí, pero porque estoy forrado.
-Vaya, ¿y a qué te dedicas?
-Regalo cigarros en los parques, ¿y tú?
-Yo no, yo los pido. Soy actriz, hago de Virgen María en una obra de teatro.
-No tienes pinta de virgen.
-Tú en cambio sí.
-Anacleta, que al final resultó ser una estrecha…
-Quizá deberías buscarte a alguna chica que se llame por ejemplo, no sé…María.
-¿Y que sea virgen y haga teatro?
-Suena interesante.
-A un tal José no le fue muy bien, es un cuento fantástico que leí una vez.
-Estoy hablando con un experto en literatura, ¿debería estar tomando notas?
-Ah, ¿sabes escribir?
Suspiró. Respiré. Sonreímos.
-¿Siempre miras directamente a los ojos? –pregunté-.
-Si me hablan, sí –dijo sonriendo-.
-Quizá pueden hablarse mientras nuestros labios se miran.
-Tengo más sentidos, ¿me dejas un auricular?
-No creo que te guste mi música.
-Seguramente, pero no importa, es para que nos haga compañía de camino a una cafetería.
Cuando llevas mucho tiempo con alguien, es inevitable empezar a desconocerte, desconocerte a nivel individual, desconoceros como pareja o desconocerte a ti mismo, todos cambiamos cada cierto tiempo, hasta llegar incluso a sentir alguien cercano como un ser desconocido. Un día nos cruzamos en el camino del desconcierto, un día sentimos que habíamos dejado de mirarnos por dentro, un día sentí que me había acomodado en la insatisfacción personal, que ya no nos seducíamos, la resiliencia en la que caímos nos estaba matando poco a poco. Entonces decidimos dejar de trabajar en nuestro futuro para construir nuestro presente.
Y así celebramos nuestra cuarta primera cita, tal como surgió, esta vez en un parque porque así lo eligió ella, era su turno. Hace un año y medio sugerí conocernos en un concierto, hace unos cuatro años la volví a conocer en una boda, y si hay una próxima primera cita me gustaría conocerla, no sé, en un avión camino a París, simplemente, queremos reinventarnos las veces que sean necesarias, simplemente queremos demostrar que la obsolescencia no se nos está programada, o al menos, ése es el sueño que hemos tenido, en el que dejamos de perseguir sueños para que sean los sueños los que nos persigan a nosotros.
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