Revista Libros
Durante algún tiempo trabajé en la televisión en un programa de cine. Uno de los presentadores, Jaume Figueras, me contaba de vez en cuando anécdotas sobre las actrices y los actores de Hollywood. Jaume es un sabio y un magnífico contador de historias que me hicieron disfrutar a partir de entonces de la magia del cine. En una ocasión hablamos de "Picnic". La película que en 1955 dirigió Joshua Logan, director también de "Una ciudad sin nombre". La trama a grandes rasgos narra la historia de Hal, un joven perdedor que llega a un pequeño pueblo de Kansas tratando de escapar de un turbulento pasado y de sentar por fin la cabeza. Durante su estancia, madres, abuelas, tías, solteronas, niñas y sobre todo Madge, sucumbirán a sus encantos. William Holden, algo talludito para el papel según criticaron algunos, y una jovencísima y preciosa Kim Novak, protagonizan el filme. Y aquí viene el cuento de cine que Jaume me contó.
Durante el rodaje, por exigencias del papel, William en muchas secuencias aparecía enseñando su torso y atlético. Al parecer el actor era bastante velludo y debía rasurarse el pecho con frecuencia. A Kim le disgustaba profundamente rodar las escenas en las que su galán aparecía desnudo de cintura para arriba. Su enfado, y así se lo transmitió con insistencia al director, se debía a que el vello incipiente de William rozaba su escote produciéndole una severa irritación en la piel. Lo cierto es que la relación de la pareja detrás de las cámaras despertó tanto morbo, como el que existía delante de los focos.
Vuelvo a contemplar la escena del baile en el embarcadero, yo sucumbo a la sensualidad, al morbo, y a lo que haga falta, porque me parece uno de los bailes más románticos de la historia del cine.
Aprovechen, es verano, hay luna llena, suban la música y por una noche...pelillos a la mar.
Advertencia: la secuencia está dañada los primeros segundos, pero luego está perfecta.