Movimientos internos que dan crédito a las palabras. No es una definición de la RAE, es una composición mía. Y sí, quiero resaltar lo de internos pues, aun ser externos porque son acciones que hacemos y otros pueden ver, están o deberían estar íntimamente ligados a lo que somos (decimos, pensamos y queremos). Últimamente, resuena mucho en mí la importancia de los hechos por cosas personales que pesan, recuerdos del pasado que han hecho daño a otros y actitudes presentes que no dejan ser lo que uno quiere vivir. A los hechos les prestamos atención porque son lo que dicen de uno mismo, de nosotros mismos y, por ende, de los demás. Nadie escapa al juicio y todo queda en lo que haga. Tienen un fuerte impacto en los demás, en la sociedad y en el mundo porque contienen vida. Empiezan por tener impacto en uno mismo porque lo van costruyendo por dentro y constituyendo una persona determinada. Pero... ¿está todo dicho en un acto?
Para los que creemos en las segundas (terceras, cuartas, quintas...) oportunidades o, mejor dicho, para los que nos movemos por la esperanza, pensamos que no. ¡Estaríamos sentenciados a la primera de cambio! Y qué pena no dejar una pequeña posiblidad de transformación personal. Hoy escuchaba un pequeño podcast de diez minutos en el que hablaba precisamente de tener paciencia con nosotros mismos y con los demás; y cuántos otros la tienen con nosotros. Sin ir más lejos el mismo Dios siempre cuenta con nosotros, con la posibilidad de bondad que hay en nuestro interior. Él tiene plena confianza en que nos decidamos a transformarnos y volver al camino sin cansarnos de pedir perdón por las mismas cosas. Y esto... ¿no dice mucho de la persona también? Vengo de una tradición de ver las caídas como fracasos y faltas de perfección. Así es difícil poder acoger y tener paciencia, menos mal que cuento con personas a mi lado que me recuerdan que por mucho que caiga y haga las cosas mal, ven lucha en mí. Eso me llena de esperanza y resetea mi mirada.
Pero, como en todo, puede llegar un momento en el que podemos estar media vida diciendo lo que queremos vivir, recordando a los demás las cosas importantes para nosotros y... nunca hacerse realidad o visible. Es cierto, a lo que decimos, pensamos y queremos les tiene que corresponder un hecho que los respalde porque si no, se queda en lo etéreo, en el olvido, en el mundo de las ideas. ¡Y cómo nos gusta hablar y quedarnos tranquilos con ello! A mí los hechos me hablan de compromiso y la verdad es que me motiva pensar en esto cada vez que meto la pata porque ya sé lo que necesito o me ha faltado: tomarme en serio lo que vivo o quiero vivir, sin presiones, pero con intención. Por eso pensaba que nos hace falta una verdadera determinación para comenzar y recomenzar pues ninguno de nosotros puede escapar de su limitada condición humana (para algunos esto es muy duro, ¡pero es lo que hay!). Los hechos son un buen termómetro para conocerse: qué hago y dejo de hacer, por qué hago o dejo de hacer esto, qué me mueve a hacer o no hacer lo otro...
Sin querer rizar el rizo demasiado, aquí me paraba a pensar si podían ser compatibles el compromiso y la debilidad humana. Tú que me lees, ¿qué piensas? Quizá no me he expresado bien y no se puede entrever lo que quiero decir. Pensaba si uno puede comprometerse (con alguien, a algo) cuando sufre o tiene, como San Pablo, un aguijón del tipo que sea. Me vienen tantas respuestas como experiencias personales, pero veo importante calmar las aguas y recordar que el tema de la perfección no nos toca vivirlo a nosotros, pero sí encaminarnos a él (a ser la mejor versión de nosotros mismos). Lo que cuenta es levantarse y reemprender el camino pues, como recordaba el podcast, tenemos el anhelo de obrar bien. Al final, lo que vemos en nosotros y en los demás es si ese obrar bien lo queremos en serio. Y esto me trae a la memoria estas palabras del Evangelio de no amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y en verdad. ¡Está todo dicho, sabido y hecho desde hace mucho tiempo! Y aún nos empeñamos en no prestar atención a los sabios y experimentados.
Siempre me han llamado la atención y llegado al corazón esas palabras de "sino de obra y en verdad" porque son muy claras y directas, no se andan con rodeos. Aquí lo que importa no son los discursos como veis sino lo que sale de nosotros y desde nuestra persona: gestos (mirada, tacto) y actos (de toda índole). Parece fácil, y a veces lo es, pero las cosas más sencillas requieren de un entrenamiento para que, efectivamente, sean sencillas. Tenemos cada día una nueva oportunidad para ponernos a tono, para crecer un poco más que ayer y para devolvernos la esperanza si la hubiéramos perdido. Así que sólo me queda decir espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, hermano. Y respira.