Héctor Berlioz (1803-1869)
El compositor Héctor Berlioz era todo un personaje “Inusual en todos los sentidos”, anota Harold Schonberg en su Lives of the Composers, “Hizo pedazos el establishment musical europeo prácticamente en solitario”. Ferdinand Hiller, compositor, pianista y director de orquesta dice de él: “No creía ni en Dios ni en Bach” y lo describía en estos términos: “La frente grande y alta, dominando sobre los ojos hundidos; la nariz aguileña, grande y curva; los labios finos y delgados; la barbilla algo corta; la enorme mata de pelo castaño claro, contra cuya fantástica abundancia nada podía hacer el peluquero: quienquiera que haya visto esta cabeza nunca la olvidaría”.
Era un provocador de anécdotas genial, en una ocasión el dramaturgo francés Ernest Legouvé se encontraba viendo la representación de la opera Der Freischütz de Weber, cuando de repente estalló un alboroto. “Uno de mis vecinos se levantó de su butaca y, dirigiéndose a la orquesta, empezó a gritar de forma atronadora: ‘Bestias, allí no queréis dos flautas! ¡Queréis pícolos! ¡Dos pícolos! ¿Oís? ¡Ay, que bestias!‘. En medio del tumulto general que produjo este arrebato, me di la vuelta y vi a un joven apasionado que temblaba, las manos apretadas, los ojos brillantes y una mata de pelo…¡Que mata de pelo! Parecía un enorme paraguas de pelo, que se proyectaba como una especie de toldo móvil sobre el pico de una ave de presa”.
Anécdotas aparte, Berlioz fue el mayor innovador en lo que concierne a la orquesta. Hacia 1830 el número de músicos que la formaban no sumaban mas que sesenta; pero ya en 1825 Berlioz reunió a ciento cincuenta y “su orquesta soñada” era de nada menos que de 467 y había que acompañarla un coro de trescientos sesenta miembros. Debía de contar con 242 cuerdas, 30 arpas, 30 pianos y 16 trompas. Como podéis ver el “Muro de sonido” no lo inventó Phil Spector en absoluto.
Berlioz estaba adelantado a su época, fue el primero de los verdaderos románticos de la historia de la música, un entusiasta, un revolucionario, “un déspota sin ley”, el primer vanguardista consciente. Como concluye Shonberg: “Desinhibido, extremadamente emotivo, ingenioso, voluble, pintoresco, era muy consciente de su romanticismo. Le encantaba la idea del romanticismo: la necesidad acuciante de expresarse y lo estrambótico en oposición de los ideales clásicos de orden y contención.”
Mas abajo os presento desde Grooveshark (falta el cuarto movimiento que podéis escuchar en Spotify) cuatro movimientos de la obra maestra de Berlioz: la Sinfonía Fantástica, su “pesadilla de opio” como el compositor la describió. Obra cumbre del romanticismo, nunca se había contado una historia con tal intensidad, cambió por completo a los compositores y al publico.
Fuente: Ideas. Historia intelectual de la humanidad. Peter Watson, Crítica 2006.