No me gusta pensar que somos esclavos del lenguaje. Tampoco me acomoda pensar que utilizamos al lenguaje cual herramienta que nos sirve para solucionar ciertos inconvenientes de nuestro diario vivir. Me gusta más creer que somos lenguaje, que es éste parte nuestra como cualquier otro miembro esencial de nuestro ser. Por eso persigo a la poesía, pues es ella la que expresa la verdad que se esconde, aquella que sólo los elegidos, los poetas, pueden desvelar a través de la contemplación divina de la palabra revelada. Pienso en los poetas como Javier Marías concibe a los futbolistas celestes y de igual manera me maravillo ante “su bendito estrabismo, el que les permite que un ojo esté a ras de hierba y el otro colgado del cielo como si fuera el de Dios”1. Aquel estrabismo que permite a un jugador estar al pendiente de todo lo que sucede en la cancha es con el que también han sido bendecidos los poetas, pudiendo ver la realidad desde todas las perspectivas que a los simples mortales nos son negadas, ese estrabismo que parece llevarles a tener comunicación directa con el mismísimo Dios para luego hablarnos de las maravillas de que son testigos a través de la Palabra.
Esa comunicación, pensaba Heidegger, tenía el prematuro y divino poeta Hölderling, de quien en su ensayo Holderling y la esencia de la poesía expresa “Holderling es, pues, para nosotros y en excepcional sentido, el poeta del Poeta”2. Heidegger no tiene reparos en hacerse de la poesía de Hölderling para abrazar la esencia universal de la Poesía sólo desde sus versos, pues asegura que ésta “mantiene constante la determinación poética de poetizar sobre la esencia de la poesía”3. Así, Heidegger basa su reflexión en cinco sentencias-guía tomadas de las obras del poeta para ejemplificar y dar razón de su afirmación de que desde la poesía de Hölderling se puede comprender la esencia universal de la poesía.
Se dice que el que escribió sobre poesía con tal pasión es el segundo Heidegger, el que ya había recorrido un buen trecho y había caído en cuenta de la esencialidad de la palabra poetizada, del estrecho vínculo de la poesía con el dilema entre lenguaje y Ser. No puede haber escisión entre ser y lenguaje porque son éstos uno solo, ya lo aceptaba Heidegger: “el lenguaje es la casa del ser”4, pero es en la poesía donde éste último se cobija, se realiza, espera y se desvela.
Cuando nos acercamos a Heidegger nos aproximamos a lo por pensar, más que a lo pensado, siempre somos principiantes, pequeños niños dando brazadas en el inmenso océano buscando la salvación, abrigando la esperanza de hallar la luz, la quietud entre tanto grito de auxilio. Por eso requerimos de tiempo: el ser auténtico es el que tiene tiempo, el que sabe esperar, el que escudriña, el que se hace presente, pues no es la voluntad ni la inteligencia, es la paciencia lo que permite el pensar. “El decir que proyecta es un poema: el relato del mundo y la tierra, el relato del espacio de juego y su combate y, por tanto, del lugar de toda proximidad y lejanía de los dioses. El poema es el relato del desocultamiento de lo ente”5. Por eso requerimos de tiempo, necesitamos contemplar, como los poetas, tanto desde las alturas como a ras de piso, la realidad pues el ente oculta al ser, la presencia interfiere, lo que se nos presenta sin mediación es lo que oculta al ser. Debemos saber esperar para ir más allá de la presencia presente. Por eso debemos esperar: hay que aguardar el momento adecuado para encontrarnos con un texto que no nos recibe desde el comienzo. Todo tiene su tiempo, dijo el predicador.
Hay que tener paciencia, saber esperar el momento adecuado para comenzar a relacionarse con un texto esquivo. El ser se oculta detrás del ente. El habla lo cobija mientras espera ser descubierto. Todos estamos en camino para tener una experiencia con el Lenguaje, con la Poesía, sólo debemos saber reconocer si estamos en el camino que nos corresponde, el que la poesía alumbra con disimulo. Pues hay que saber esperar para aprender a diferenciar entre lenguaje cotidiano y lenguaje profundo. Los poetas saben esperar, “Los verdaderos poetas son de repente: / nacen y desnacen, dicen / misterio y son misterio, son niños / en crecimiento tenaz, entran / y salen intactos del abismo” y en ese incansable tránsito del nacer y desnacer se vuelven pacientes como los muertos que esperan ser oídos en el mundo que, distraído por el ruido, se ha olvidado de oírles tras el silencio de la noche iluminada artificialmente, esa noche que el ser humano ha aclarado para olvidarse de pensar, para no oír ni ver a los poetas salir del abismo6, nacer y desnacer hablando de las profundidades del ser.
Busca Heidegger en la poesía, el lenguaje por excelencia, la develación del ser de lo ente. Lo hace con la poesía de Hölderling, lo hace con la poesía de Rilke, lo hace con el lenguaje que no es mera información, aquel del que se sirve el poeta para profundizar la Palabra, para ir en busca del ser que yace detrás de la presencia.
En definitiva, Heidegger afirma que “Hölderling es el precursor de los poetas en tiempos de penurias. Por eso ningún poeta de esta época puede superarlo. Sin embargo, el precursor no se marcha hacia un futuro, sino que vuelve de él, de tal modo que sólo en el advenimiento de su palabra se hace presente el futuro”7. Nos resta por tanto confiar en la palabra de otro poeta de este mundo, Jorge Teillier, que solía expresar su nostalgia del futuro, viviendo el presente como si viviera en el pasado esperando que el futuro trajese consigo algo mejor. Lo importante es reconocer con él que los poetas mienten menos que los otros seres humanos porque se acercan, acaso cándida, ingenuamente, a la verdad oculta tras las apariencias del ser.
Es parte de la vida del caminante, errar el camino; es parte del que traza el camino en una hoja en blanco oscurecerlo todo en busca de las palabras. No sé qué rumbo ha tomado este texto. Todo el tiempo estoy rectificando. Nada tiene que ver el trance con el sueño. Nada la poesía con este texto tan vago y burdo que trazo con el alma inquita y las manos sudorosas por la emoción que me embarga al pensar estas cuestiones, fundamentales en esencia. No resulta fácil desvelar el ser, no resulta fácil aproximarse a Heidegger, pero hay que ser paciente para encontrarse cara a cara con un texto que reciba sin esconder el significado, que quiera negociar con el lector sin mezquindad el sentido que subyace al conjunto de palabras que aparentan sólo querer romper el silencio. Tanto he perseguido a la poesía. Hoy se me presenta de manera distinta, no más clara, no más prístina, sino simplemente distinta. Tanto te he perseguido, poesía, pero ¿qué es un poema? “el poema no es un delirio que inventa lo que le place ni una divagación de la mera capacidad de representación e imaginación que acaba en la irrealidad”8 el poema es el camino a seguir para llegar al desocultamiento, “[l]a poesía es un respirar en paz / para que los demás respiren”9, y en ese respirar se halla la esencia del poema y lo que éste desvela en su juego con las Palabras, lo que eleva al lenguaje cotidiano a la categoría de Poesía. Pues la esencia de la poesía es aquello que nos permite ese desvelamiento y es la paciencia, el respirar en paz, lo que nos conduce a ella. Heidegger, a través de Hölderling, entiende la poesía como un regreso a los dioses para tener una experiencia que nos permita alejarnos del dios eficiente, causador del que nos hemos fiado por equivocación, olvidándonos de los dioses que cobijan, que aguardan nuestro retorno a la exploración, nuestra renuncia a la apariencia para emprender la búsqueda del Ser, de la poesía revelada.
Por Cristal
1 Marías, Javier: “El estrabismo de los semidioses”, El semanal, 29 de septiembre de 2002.
2 (1968). Hölderling y la esencia de la poesía. Universidad de Los Andes. Trad. Juan David García Bacca. (pp. 18)
3 Íbid
4Heidegger, Martín, (2000). Carta sobre el Humanismo, Madrid, Alianza Editorial. Trad. de H. Cortés y A. Leyte, (pp. 39).
5Heidegger, Matín (2014). Caminos de bosque. Madrid, España. Alianza Editorial. (pp. 61 )
6 Rojas, Gonzalo, (2004). “Los verdaderos poetas son de repente” en La reniñez. Madrid, España. Editorial Tabla Rasa.
7 Heidegger, Matín (2014). Caminos de bosque. Madrid, Alianza Editorial. (pp.238 )
8 Heidegger, Matín (2014). Caminos de bosque. Madrid, España. Alianza Editorial. (pp.60 )
9 Teillier, Jorge (1971). “El poeta de este mundo (A René-Guy Cadou)”, en Muertes y maravillas. Santiago, Chile. Editorial Universitaria.