Revista Viajes
Frente a las localidades de Gdansk y Gdynia una extensa y estrecha lengua de arena se adentra en el Golfo de Gdansk. La lengua de arena es atravesada por una carretera y varias hileras de arbolado a modo de columna vertebral y está salpicada por varios accesos a playas y a zonas de acampada. Al final de la misma se ensancha considerablemente y es justo donde se levanta el pequeño pueblo pesquero de Hel. En él conviven las actividades propias de la pesca junto a la avalancha de turistas que llega a su costa en los meses veraniegos. Y entre todos esos turistas nos encontrábamos nosotros que nos tuvimos que chupar más de una hora de retenciones y tráfico lento hasta alcanzar la famosa legua de arena, aunque mereció la pena. Hel completa perfectamente la oferta de veraneo con la ciudad de Sopot -pinchar aquí para leer la entrada de Sopot-.
En Hel nos encontramos con unas maravillosas playas de arena fina y grano dorado donde, a poco que te alejaras de los accesos principales, disfrutar de relajantes paseos por la orilla del mar y dorarte bajo el intenso sol del Báltico casi en completa soledad. Ésto si que nos sorprendió gratamente. El sistema dunar está muy bien conservado y es el responsable de mantener la arena a salvo de los intensos temporales que azotan la costa báltica en el invierno. Merece la pena observar la vistosa vegetación autóctona y los bichitos que pueblan los arenales.
En la parte más interna del brazo de arena persisten, y resisten, vestigios de la Segunda Guerra Mundial. No hay que olvidar que el norte de Polonia y más concretamente la ciudad de Gdansk quedó totalmente arrasada por los bombardeos alemanes. Y sin duda Hel poseía una envidiable posición estratégica donde situar las defensas del puerto más importante de Polonia. De ahí la gran cantidad de búnkeres y baterías de cañones. Alrededor de dichas baterías de cañones hay unos monolitos que recuerdan los horrores pasados y diverso "merchandising" sobre la guerra.
La calle central de Hel se encuentra muy animada en verano. Los restaurantes se alinean a lo largo de ella y suele haber festivales de música y algún que otro artista callejero amenizando las tardes. Curiosos los armarios metálicos donde se ahuma el pescado con leña para su posterior conservación.
El edificio más antiguo de Hel es la Iglesia de San Pedro que data del siglo XV. Esta iglesia gótica, de brillantes ladrillos rojizos y campanario de madera, fue utilizada para el culto de la comunidad evangélica local aunque hoy en día el edificio alberga el Museo de la Pesca.
La parte final del día la dejamos para pasear por el viejo puerto pesquero y curiosear los buques y sus artes de pesca. Antes de regresar a Gdansk quisimos conocer un poco más la actividad por la que tuvo sentido fundar varios siglos atrás esta población en este lugar tan particular. Aunque a esa hora casi toda la flota ya había regresado a la seguridad del puerto aún persistía algo de actividad, para fortuna de un vivaracho felino.
Los últimos barco pesqueros se afanaban por alcanzar el pequeño puerto de Hel mientras se fundían con otras embarcaciones de pesca, las cuales han sido transformadas en barcos turísticos dedicados a enseñar la costa a los visitantes a la vez que explican la tradición marinera de esta pequeña y encantadora aldea pesquera. Nuestro tiempo en Hel ya se había acabado y me iba satisfecho por lo visto pero algo frustrado por no haberme dado al final un chapuzón en las frías aguas bálticas.
Posted in: Polonia , Viaje verano 2014 Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook