Revista Libros

Helen y la fábrica de chocolate

Por Isladesanborondon
HELEN Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE
Podría ser un maravilloso relato de Roald Dahl, pero ocurrió en la vida real, donde casi siempre se escriben historias tan increíbles como esta que publicó, el pasado jueves , el periódico “Rusia Hoy”. Helen Sharman trabajaba como química en la fábrica de chocolates Mars (Marte, en inglés). Una mañana, de camino al trabajo, escuchó en la radio de su coche un anuncio: “Se busca astronauta. No se requiere experiencia”. Será porque ella entonces trabajaba en una empresa que tenía nombre de planeta, será porque aquella mujer era de esas personas que confían en que cualquier sueño puede cumplirse si uno se lo propone, Helen contestó al anuncio sin pensárselo dos veces. Al final, resultó la única seleccionada entre los 13.000 británicos que aspiraban viajar como turistas en el viaje espacial organizado por la Rusia de Gorbachov.
Hace casi diez años, El 18 de mayo de 1991, una joven de 27 años, se despedía de sus padres y hermanos desde la ventanilla de la nave Soyuz rumbo a la estación Mir. Se iniciaba una aventura que nadie sabía cómo terminaría. Imagino que Sharman lanzó por la borda todas sus dudas cuando la nave traspasó las nubes, y se vio sorprendida con un espectáculo que pocos humanos han podido contemplar. En su equipaje llevaba una foto de la reina de Inglaterra, (algo que viniendo de un súbdito británico no me sorprende), un mechero que pertenecía a su padre, y quizás alguna barrita de chocolate Mars. Además, los rusos, siempre tan organizados, le entregaron un “pasaporte espacial” por si la nave se veía obligada a aterrizar fuera de territorio ruso. Los astronautas, Anatoli Artsebarski y Serguéi Krikaliov, compartieron con Helen seis días de sus vidas en el espacio. Cuando la nave regresó a Tierra, la primera turista espacial abrió la compuerta de la cápsula, y saliendo al exterior no pudo contener la emoción: “El aire es fresco y el aroma de las flores resulta maravilloso”.
No se entiende el valor de las cosas hasta que uno las pierde del todo. Quizás con aquella frase, Helen Sharman se reconciliaba con la vida y reconocía la suerte que tenía de disfrutar, una vez más, de la belleza del mundo. Su hazaña, para el resto, fue un ejemplo de valentía. Si uno hace un repaso a la historia, se topará con muchos nombres de mujeres que en algún momento dijeron sí, sí al progreso, sí a que la vida continúe pero de una forma más armoniosa y pacífica. Ellas, sin aspavientos, escriben día tras día páginas de historia, y si puede ser con un trozo de chocolate en la otra mano, mejor que mejor.

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