Abortos, sobredosis, suicidios y violaciones, así son las atracciones infernales construidas por algunas comunidades cristianas en Estados Unidos para promover sus creencias religiosas usando el miedo a la condenación eterna.
Cada octubre, coincidiendo con la temporada de Halloween, centenares de congregaciones cristianas construyen casas encantadas a lo largo de todo el territorio Estadounidense, reemplazando zombis, momias y esqueletos de goma por grotescas y viscerales dramatizaciones de actos condenables por el cristianismo.
Estas atracciones son conocidas popularmente con el término anglosajón de Hell House y su génesis se remonta a la década de los 70, época en la que las casas encantadas eran muy populares en la cultura Norteamericana pero no bien recibidas por el evangelista Jerry Falwell, quien organizó en 1972 con el Ministerio de Jóvenes de la Universidad Liberty una alternativa cristiana para esta forma de entretenimiento conocida como el proyecto Scaremare.
Scaremare fue una experiencia que estableció la estructura básica de las Hell Houses actuales usando como modelo las casas encantadas de la época pero prescindiendo de la totalidad de sus elementos sobrenaturales y sustos genéricos, optando por realizar historias donde los protagonistas son jóvenes víctimas de un estilo de vida “blasfemo y pecaminoso”.
Los temas que comúnmente se retratan de forma extravagante en los cuartos de estas atracciones son el uso de drogas, la homosexualidad, sexo premarital, abuso doméstico, rituales satánicos, promiscuidad, abortos e incluso guerras entre pandillas y tiroteos escolares. Después de haber presenciado las grotescas consecuencias terrenales de cada historia en la casa, los visitantes conocen también el castigo espiritual de sus personajes: el infierno y la condenación eterna.
Al final del recorrido los asistentes son bienvenidos por ángeles al último cuarto que sirve como una representación del cielo y en el cual pueden tomar la decisión de arrepentirse de sus pecados y asumir el compromiso de adoptar una nueva vida como creyentes.
En el año 2002, el director de cine George Ratliffs realizó un documental sobre la casa infernal organizada por la iglesia Trinity en Cedar Hill, Texas, una de las atracciones evangélicas más populares en Estados Unidos debido a la controversia que causaron por dramatizar los hechos ocurridos en la escuela secundaria de Columbine.
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La película abarca toda la producción de la casa, empezando con la escritura de las historias y sus guiones, continuando con las audiciones de los jóvenes que interpretarán a los personajes, el proceso de construcción y decoración de los escenarios y terminando con el día del estreno de la atracción; todo esto mientras el pastor de la iglesia Trinity, Tim Ferguson, justifica la naturaleza gráfica y chocante de su labor argumentando que es su obligación advertir a otros del pecado y otorgarles salvación.
Pero muchas han sido las críticas a este método de conversión evangélico, ya que imponer un estilo de vida religioso a las personas haciendo uso del miedo, de la desinformación y demonización de temas sensibles no puede ser alentada ni justificada. También a estas casas se les ha acusado de tener una postura agresiva hacia la comunidad gay perpetuando estereotipos e ideas homófobas, como la creencia fundamentalista de que el SIDA es un castigo divino para los homosexuales.
En la actualidad esta práctica religiosa se ha diseminado a lo largo de todo el suelo estadounidense e incluso a otros países, la idea ha causado tanto auge en las comunidades cristianas que se han comercializado diversos kits con instrucciones, artículos y demás parafernalia que permite a los compradores poder desarrollar sus propias pesadillas conservadoras.