La utilización de delitos como las violaciones para acusar a políticos de incitarlas se ha convertido en una norma que envenena la vida pública, y que si resultan falsos deberían provocar un efecto rebote contra los acusadores-acosadoras hembristas, las machistas al revés.
Ha ocurrido con la falsa violación el último fin de semana de una chica en Málaga por un grupo de cinco muchachos que resultó ser un caso de relaciones consentidas entre poligoneros promiscuos, como debió comprobar la jueza en la que recayó la denuncia, que la archivó tras investigarla.
Entre la declaración de la chica y el cierre de la causa se produjo la reacción del alcalde, Francisco De la Torre, que tras condenar la supuesta violación trató de tranquilizar a vecinos y turistas hablando de la excepcionalidad del caso, recordando además que en España “se dan más de mil violaciones anuales” (oficialmente 1.298 en 2013).
Quería explicar así que es imposible vigilar a cada persona las 24 horas del día en una ciudad de 600.000 habitantes, que en días feriados de verano pueden llegar al millón.
Pero De la Torre es del PP, por lo que las asociaciones supuestamente progresistas, como la de Mujeres Trabajadoras por la Igualdad (AMUTI), denunciaron al alcalde en manifestaciones públicas e informativas para exigir su dimisión como inductor de violaciones, a quienes se añadió la eurodiputada cabeza de lista del PSOE Elena Valenciano.
Se creó una bola de nieve de organizaciones llamadas feministas, algunas de las hembristas más irritadas para incrementar la indignación de la gente crédula. Y seguidamente las morbosas televisiones nacionales convirtieron al alcalde en un machista peligroso.
Pese a que no se cometió el delito denunciado, y que De la Torre declaró ese crimen una “aberración totalmente condenable”, el feminazismo le hizo quedar ante toda España como un inductor de maltratos a la mujer, de violaciones, y casi como un violador él mismo.
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SALAS