Revista Insólito

Hemeroteca Marcelino García Velasco (I)

Publicado el 21 diciembre 2023 por Monpalentina @FFroi

No es Palencia tierra de poetas, ha sido necesario este florecimiento de la poesía española, hoy sin duda la mejor del mundo, este nuevo siglo de oro de nuestra lírica, para que en la tierra palentina brotase esa planta humana capaz de dar luz y nombrar a una ciudad, un poeta. Cuenta Palencia con un buen grupo de poetas, algunos de fama nacional como José María Fernández Nieto y Marcelino García Velasco, muy joven aún, y gran promesa de la lírica española actual. Otro gran poeta de Palencia es Gabino Alejandro Carriedo, que actualmente vive en Madrid.

Juan RUIZ PEÑA
Diario de Burgos, 25 de agosto de 1961

Hemeroteca Marcelino García Velasco

Marcelino García Velasco


Estaba allí, frente a mí, con su breve estatura, su cuerpo enjuto, la cara pálida y los ojos negros, ardientes, como brillando desde fiebre. Un castellano neto, con acero interior y un poeta triste, sincero y amargo; yo amaba su poesía por su ardorosa, sequedad del Páramo, ver decido en primavera y me gustaba como crítico de libros de aquella revista palentina Rocamador, por su justicia y dureza en manejar la traía contra el poeta joven, otro orgulloso y sin desbravar, y a veces contra los pusilánimes, maduros, ya. (Su intención era honrada y buena, siempre que en el poeta criticado existiese el necesario espíritu de humildad).

Estaba sentado en un butacón de mi biblioteca, entre mis libros. Era el poeta García Velasco y era Marcelino, que hablaba ahora con su voz apagada, un poco sorda, pero firme, exponiendo su justo parecer, pues, detrás de aquel semblante serio y espiritualizado, resonaba un corazón a gusto en lucha con la vida. ¿Cuántos años han pasado después de esta entrevista? No sé, Marcelino y yo hemos seguido escribiéndonos sin cesar, y he ido sabiendo de su obra poética en marcha, de la hablada, aparición del primer amor, del ejercicio de la docencia, practicado con vocación, de su lírico vibrar frente al paisaje castellano y de su abandono a la tristeza. La tristeza es la compañía inseparable de la juventud de un poeta, como la melancolía suele ser helada negra de la adolescencia; para un joven, la tristeza es lluvia y monotonía, cerrazón de horizonte y cargazón de agua en el corazón; es un sentimiento al que se apega. Esto le ha sucedido al poeta palentino Marcelino García Velasco, del que acaba de aparecer en Palencia, editado por Rocamador, su primer libro de versos Tristeza, amor, acaso. Este libro es como un arca de roble, castellano, secreto y confidencial. Cuando se abre, dentro, hallamos al corazón del poeta, que nos dice: Por esta tristeza me conocéis, por otra cosa no. Detrás, resonando, una insistente rítmica de lluvia o vibración de nieve en el cristal es como una tristeza que humedece alarma que ablanda el corazón.
La tristeza va dentro del poeta, pero siguiéndole los pasos, va la sombra del amor verdadero. Este libro se escribió para denunciar la tristeza, pero también para descubrir el amor. La necesidad de este libro la justifica esa doble vertiente en que se divide el corazón del poeta.
Desplegada el habla de la tristeza, acude el amor a mitigar las lágrimas, y se inclina el poeta como un ángel al que tirarán de un ala hacia el lado en sombra del amor, que solo posee su Solidad su dolida sonrisa.

El ala del amor se lleva por la tierra. Admiración cómo le duele, como siente el poeta a esta tierra palentina! Tanta tierra para llorar, y haberse visto encadenado a la más pobre, Páramo de Tierra enraizada en su corazón como el amor con cuya sombra se entrelaza.
Dice:

hasta el borde mismo de la pena.

Son los poemas de este libro, largos, de musical ondulación, con un verso libre rítmicamente ajustado a latir del corazón del poeta. Poesía nueva, pero de regantes romántica, tanto por la forma libérrima, como por el sentimiento hay en ellos versos de maravilla, así como nos dice que la luz no sorprende como el vuelo de un águila en el Soto, o nos describe a su madre, bella y pequeña, tú, como Cañuela, o recordando a la mujer amada: estoy oyendo tu voz.-mientras sujeto la tristeza con los dientes. Sí, una especie de desolación de blanca tristeza de Páramo, nubla el corazón del poeta: roca, triste, rojo, Páramo,-cuántos caminos me se ya para sentirme solo. Paisaje palentino de Castilla, y hasta el final la tristeza como endulzando, la amarga soledad salida del poeta, y en la calidad del amor, en presencia o ausencia, como un lenitivo. Con este libro de versos, tristeza, amor, acaso, el poeta palentino, Marcelino García Velasco, se reafirma en su valía y se coloca en vanguardia, en primerísima, línea, entre los mejores poetas jóvenes de Castilla.

Juan RUIZ PEÑA
Diario de Burgos, 25 de agosto de 1961

Castellano de Palencia, el poeta Marcelino García Velasco, ha denotado desde sus comienzos, cierto acento machadiano recorriendo sus versos, con un sentencioso y grave decir, con un hálito conceptual, siempre, desprendiéndose de un latido sentimental verdadero.

Desde tristeza, amor acaso, su primer libro publicado-1961-, hasta tiempo atesorado, que hoy nos ocupa, la evolución del poeta es patente, se comprueba una superación que va desde la motivación del poema-ahora mucho más sopesada-hasta la diafanidad de la forma-que se nos antoja hoy más fluida-. Esta positiva evolución era de esperar en un poeta que desde su primera hora aparece prometedor y constante. En Tiempo Atesorado hallamos tres partes bien delimitadas. En la primera el poeta recorre desde el recordado olvido, una infancia nunca muerta, cuando escribe:

Un día cambiarán
de altura, los Oteros
y todo nuestro ayer se llegará
a compartir la sed de nuestras manos.
Y no será recuerdo, sino carne.

En la segunda sigue siendo el recuerdo, su dolor, la fuente de su cansera lírica, plantada sobre el solar patrio, elegíacamente, tratando de explicar unas circunstancias vitales, que al final desembocan en la esperanza.

Hay que sacar al aire la alegría, canta.

Después es el "tiempo vivo" la razón de su canto, la tierra, la reflexión personal, el amor-madre, hijo, esposa-, la postura íntima:

Si no dejo sendero, al menos tuve
miedo de serle al tiempo sombra muda
en una tierra donde el aire abrasa.

Poesía entrañada, pues, en los más ciertos estremecimientos del hombre y su enclave paisajístico.

La Estafeta Literaria,

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