Revista Historia

Henry Gunther, el último muerto de la 1ª Guerra Mundial

Por Ireneu @ireneuc

Henry Gunther, el último muerto de la 1ª Guerra Mundial

Memorial en Baltimore

El sinsentido de la guerra es algo que ha acompañado a la especie humana desde el principio de los tiempos. Desde tiempos inmemoriales, los pueblos se han matado de todas las formas posibles para marcar su superioridad ante los vecinos, usando para ello cualquier excusa imaginable sin importar lo más mínimo las vidas que había en juego. Paradigma de esto fue la Primera Guerra Mundial, que desde 1914 al 1918 no sólo fue una guerra disparatadamente absurda, sino un auténtico matadero de personas al aire libre, que marcó un antes y un después en los anales de la estulticia humana. En estas circunstancias, la guinda del pastel se la llevó el soldado americano (posteriormente ascendido a sargento a título póstumo) Henry Gunther, el cual murió un minuto antes de la entrada en vigor del armisticio, quedando registrado como el último combatiente muerto en la Gran Guerra.

Henry Gunther, el último muerto de la 1ª Guerra Mundial

Matadero al por mayor

Estancada en una guerra de desgaste, en que las trincheras localizadas en el norte de Francia separaron durante años los ejércitos de las Potencias Centrales de los Aliados, en 1918 la situación se había vuelto insostenible. Más de 15 millones de muertos y la práctica paralización de toda la economía productiva, habían hecho que los frentes no se pudieran aguantar durante mucho más tiempo, y más por parte de Alemania y sus aliados Austria-Hungría y el Imperio Otomano, los cuales, debido al bloqueo ejercido por Gran Bretaña, Francia y EE.UU. estaban totalmente asfixiados.

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Guerra de trincheras

La restrictiva economía de guerra alemana y la continua demanda de sangre fresca para derramar en el frente por el ejército, había hecho que se produjeran revueltas populares contra las clases dirigentes, que acabaron por derrocar al mismísimo Kaiser Guillermo II de Alemania en octubre de 1918. Ello condujo a que los comandantes del ejército alemán propusieran el armisticio, habida cuenta la innegable superioridad de los Aliados y que más pronto que tarde acabarían por caer derrotados, con todo lo que ello implicaba. Aún, a efectos prácticos, no habían sido vencidos, por lo que la salida sería algo más airosa.

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Soldados británicos

Tras muchos tira y afloja, el armisticio llegó al aceptar los alemanes las duras condiciones de los Aliados (ver Reparaciones irreparables), firmándose el 11 de noviembre de 1918 sobre las 5.15h. de la mañana en un vagón de tren ubicado en el bosque de Compiègne (Francia) y entrando en vigor a las 11 de la mañana de ese mismo día. Sin embargo, muchos de los comandantes aliados no estaban a favor del alto el fuego y, borrachos de sangre, decidieron por su cuenta y riesgo continuar con las hostilidades hasta las 11 de la mañana, a pesar de que no tenía ningún sentido hacerlo.

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Henry Gunther

En esta delirante situación, el 313 de infantería de los Estados Unidos -conocido como "Baltimore's Own", por la cantidad de soldados de esta ciudad norteamericana que había- se encontraba en Chaumont-devant-Damvillers frente a las tropas alemanas que aún defendían sus posiciones, cuando faltando escasos segundos para las 11, el soldado de 23 años Henry Gunther, se levantó de su trinchera y, fusil en mano, atravesó la espesa niebla en dirección las líneas alemanas. Sus compañeros, viendo la temeridad de Gunther, intentaron pararlo, e incluso los soldados alemanes, viendo la locura sin sentido de su atacante, dispararon por encima de su cabeza para detener su avance. Gunther no hizo ni caso, continuó disparando, y finalmente cayó muerto por una ráfaga de ametralladora alemana a las 10.59 h, siendo oficialmente el último soldado muerto en esa guerra.

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Muerte en las trincheras

Henry Gunther había sido promocionado a sargento durante la guerra, pero la censura militar descubrió una carta suya remitida a un amigo en la que criticaba el ejército y las condiciones en que se encontraba, siendo, por ello, degradado a soldado raso de nuevo. Según parece, esto afectó a Gunther notablemente, ya que lo consideraba un deshonor y temía ser considerado un traidor por sus compañeros al ser hijo de inmigrantes alemanes, por lo que aprovechó ese momento para hacerse el héroe y "limpiar" su mancillada honrilla de la forma más absurda e imbécil que se le ocurrió... y por la cual ha pasado a la historia.
Se calcula que más de 10.000 personas fueron bajas -de las cuales más de 2500 murieron- durante las poco más de 5 horas que separaron la firma del armisticio de su entrada en vigor. La inercia de locura, sangre, muerte y destrucción que durante cuatro nefastos años inundaron buena parte del mundo, arrastró a los contendientes más allá de lo racionalmente lógico. Y hasta tal punto lo hizo, que la Primera Guerra Mundial se convirtió, por obra y gracia de la idiotez humana, en un simple preámbulo de la aún más abominable y esquizofrénica Segunda Guerra Mundial.

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Monolito en honor a Gunther en Chaumont


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