Revista Cine
Director: John McNaughton
Oh, viejo, qué manera de perder el tiempo... La otra vez un amigo me hablaba de esta broma por teléfono en el que alguien llama a McDonald's o tiendas similares y pone el audio de Big Smoke, gran antagonista del GTA: San Andreas, pidiendo su legendaria y abultada orden de hamburguesas, pollos, papas fritas, gaseosas, etc... El resultado es hilarante, y por lo mismo después me puse a escuchar bromas similares, con audios de variados personajes del mundo de los videojuegos y de la televisión, y así estuve... no les diré cuánto tiempo, pero definitivamente fue una graciosa pérdida de tiempo; no sé si sentirme culpable o perder todo tipo de complejo al respecto. Por suerte, como ahora me las doy de vago, tengo suficiente tiempo para también ver películas, y hoy es el turno de la ópera prima de John McNaughton, "Henry: Portrait of a Serial Killer". Sin que lo supiera, ya había visto otra película de McNaughton con anterioridad: "Wild Things", ese thriller "erótico" cuasi adolescente en donde nadie sabe para quién trabaja, que en su tiempo dio MTV Latinoamérica los viernes, en compañía de un selecto grupo de cintas como "Cruel Intentions", "Lock, stock and two smoking barrels" y "Snatch". ¿Por qué el director de "Henry: Portrait of a Serial Killer" dirigiría un placer culpable tan condenadamente intrascendente como "Wild Things"?
El título del film no puede ser más preciso, tanto por lo que indica, es decir que es el retrato de un asesino, como por la forma directa y algo desnuda, sin florituras ni artificios poéticos o metafóricos o estilísticos, con que lo hace: el retrato de un asesino que se llama Henry, nada más ni nada menos: tal cual. Nada de "El origen del mal", "La muerte es una compañera solitaria" o "El verdugo sin rostro". No, solamente "Henry: Portrait of a Serial Killer". ¿Y qué hace un asesino en serie? Matar, claro. Pero no mata todo el tiempo en el sentido de que a cada minuto esté cometiendo un asesinato, si bien mata con suficiente regularidad como para decir que mata todo el tiempo; cuando no está matando, Henry trabaja, conversa con su compañero de departamento, pasa el tiempo con la hermana de éste, y luego vuelve a matar, a caminar, a fumar. No se necesitan razones, no se necesita nada, tan sólo ese irrefrenable impulso de disparar, estrangular, lo que sea: la muerte es, la maldad también. Como el título del film, John McNaughton nos narra esta historia de manera seca y desnuda, en base a una ominosa atmósfera o casi claustrofóbico clima de inquietud, de penumbras, de suciedad, en donde el crudo y cruento retrato de Henry, el asesino en serie, se construye contundente y brutalmente a través de su discurrir cotidiano, en donde el asesinato tiene el mismo espacio que una conversación, una cerveza o una caminata por las oscuras calles de la ciudad, casi como si matar a un conductor al azar no fuese tan terrible ni desconcertante, casi como si fuese más irritante tener que ir a comprar una tele nueva en vez de recoger a un incauto peatón buscando aventón. Pero el retrato de Henry no sólo es estupendo por su complejo y demencial tratamiento de la violencia (la escena con el tipo de la tele es oro puro), sino que también por la construcción de personajes y de un entorno pestilente, lleno de podredumbre y amoralidad, tan agobiante en su gratuita violencia y en la facilidad con que los personajes aceptan, abrazan su existencia. La sombría sobriedad formal resulta tan enfermiza como espeluznante, y más espeluznante resulta que, aunque el director no busque reflexionar realmente sobra la naturaleza del mal ni mucho menos explorar el lado humano o monstruoso de Henry (ni siquiera podemos fiarnos de las historias de la infancia que nos cuenta: bien podrían ser cuentos para dar trasfondo trágico a su sed de sangre), de todas formas la figura del protagonista arroje claroscuros morales... Pero no; definitivamente, el maldito Henry es un monstruo sin nada en su interior, sólo que los monstruos se camuflan y pueden llegar a no parecerlo...
Excelente película, claro que sí, y qué pedazo de banda sonora, señor santo. A todo esto, ya sé por qué se me hacía tan conocida la cara de Michael Rooker: porque es el viejo Merle Dixon, hermano del buen Daryl de "The Walking Dead". Qué cosas ¿no?