El caso de los enfermos de hepatitis C sin tratamiento está poniendo en tela de juicio el precio de los medicamentos y cómo se marcan estos. Sovaldi, el fármaco que dicen que es efectivo para combatir la enfermedad tiene un coste en España de entre 25.000 y 60.000 euros. Esto pone en cuestión el modelo sanitario y farmacéutico actual.
Este mismo tratamiento en la India tiene un coste previsto de 300 dolares y en Egipto 900 euros. En España como escribo, el Gobierno dice que ha conseguido una rebaja. Las leyes aprobadas por la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Acuerdo de Doha sobre temas de Salud Pública, permiten saltarse la patente de un fármaco si existe una circunstancia especial y esta lo es. Miles de personas en España padecen hepatitis C y desean ese tratamiento y se podría fabricar como genérico. Es cuestión de voluntad política el acceso al mismo.
¿Cómo se marcan los precios de los fármacos? pues en función de la oferta y la demanda y no de las necesidades humanas y este es un claro ejemplo. Los laboratorios se basan para pedir a la administración precios altos para sus medicamentos en que cuesta mucho tiempo y dinero desarrollarlos. En parte es cierto. Sólo en parte.La mayoría de los medicamentos “nacen” en instituciones públicas. Cuando una molécula sobresale, son laboratorios privados los que compran los derechos sobre la misma y desarrollan el producto.
Luego será de nuevo con dinero público con el que se financiarán esos fármacos. Es decir, muchos medicamentos los pagamos dos veces pues con el dinero de todos se hace la investigación básica y con el mismo dinero los compra Sanidad.
De nuevo falta voluntad política para que los fármacos tengan precios ajustados a la realidad.
Lo que se cuestiona es el sistema de patentes. Éste, lejos de estimular la investigación, se ha mostrado eficaz para justo lo contrario; el 85% de los medicamentos que se han puesto en los últimos años en el mercado son los denominados “me too” (yo también), copias de fármacos ya existentes a los que se les ha hecho una modificación sin importancia terapéutica y se han vuelto a patentar como si fuesen nuevos. Esto es un fraude científico que también hay que tener en cuenta a la hora de fijar precios.
A la hora de fijar los precios de los medicamentos creo que las autoridades sanitarias deberían tener en cuenta también el historial de los laboratorios con los que negocian. Gilead, dueño de la patente de Sovaldi, impulsó un pelotazo económico con su Tamiflu durante las “epidemias” de gripe aviar y A. Este medicamento es poco efectivo y con más daños de los que se conocía hasta hace poco. Y no es el único ejemplo que podemos poner de la actitud mercantil de Gilead. Sobre esta compañía os aconsejo leer también Medicamento Truvada: el nuevo “condón” para prevenir el Sida entre personas sanas o Gilead, Truvada y SIDA. Inducir a error sin mentir.
Necesitamos medidas de transparencia a la hora de marcar los precios de los medicamentos. Y más investigación pública de los mismos. Lo deseable es que los países dispongan de centros de investigación y producción de fármacos para asumir la fabricación de al menos los esenciales, aquellos que necesita la población. Estos estarán siempre disponibles y a precios razonables. Los intereses de los mercados y de las personas divergen en esta materia tal y como está montada la cosa.
La industria se centra hoy en producir medicamentos que sean muy rentables. De hecho se han dejado de fabricar 170 fármacos por su bajo precio.