Semblanza escrita por Schereiber Aldin Malpartida
Herbert es lo que habla su arte, lo que matizan sus manos. Una consecuencia de la insatisfacción y el adormecimiento, de la discriminación y el racismo, de la política y la cultura peruana.
Su rostro asemeja a que no presta atención cuando conversa, mira a otros lugares, como si estuviera en una pelea interna en su cabeza; no es en definitiva el artista que reflejan las fotos que lo catalogan. Con el cabello escaso, lentes de medida, y más peso en el cuerpo, el pintor que hace de la contracultura o arte alternativo su bandera responde enérgico a cada pregunta por más simple que parezca.
“Podían matarme en cualquier momento y yo estaba consciente de ello, pero la hice pensado: ¿Quién se mete a San Marcos en esos tiempos a pintar murales que iban en contra del régimen? Si no era por un lado era por el otro, el gobierno y el terrorismo parecían tan iguales, y yo he seguido con la misma onda siempre. El que me tomaran por loco fue buena estrategia”. Herbert no sonríe, “me subestimaron”, asiente con la cabeza cuando recuerda episodios como este de su vida.
Fue el único egresado de su carrera en la Universidad Católica, en su tiempo, con una anécdota inusual, sacó sus cuadros en plena ceremonia. Cuenta que le hacían la vida imposible por sus trabajos y no estaba de acuerdo con la presentación del momento y fue su modo de protesta.
Mantenerse de pie con su propuesta le divierte porque nunca imaginó durar tanto en un país donde el artista está dejado de lado y más aun los que critican.
“Mira baboso, todo es una mierda, los pinchitos… ¿Quién podría creer que eso es arte? Pero es algo que es legitimado por los años de trabajo”, reflexiona Herbert, quien ha caminado por diversos grupos, propuestas y exposiciones, entre los que resaltan, Huayco, Lennon, Los Bestias, El Averno, entre otros. Un periodista que le hacía una nota en El Observador lo denominaría como el más vigoroso y llamativo artista del grupo de barranquinos en la década de 1980.
Herbert es a primera impresión en donde lo mires, contestatario. Cree firmemente que el artista no crea para decorar las paredes, el arte es para cuestionar y lograr cambios en la sociedad. A lo que hace lo podrían denominar chicha o cultura popular, para él es reivindicar el arte, pues es tan arte como la de cualquier otro lugar en el mundo.
La segunda impresión de Herbert solo lo confirma: él es un tipo totalmente franco, directo y no se guarda nada. Considera que su arte “no lo va entender gente que se queda en el primer piso de la muestra y no baja las escaleras”. Recuerda que siempre quiso ser artista y para ir a la Universidad tenía que parar camiones. Lleva la camiseta social en las venas porque aún cree en un cambio. Usa casi de todo para generar sus obras: periódicos, melanina, fotos, madera, o lo que le sirva.
Herbert es el de las consecuentes impresiones o el que no mira pero sí habla directo, el que argumenta sus respuestas y acciones con las teorías debidas, el que te saluda muy rápido o el que genera marchas y defiende lo que no considera correcto; Herbert es un artista, no un vendedor de cuadros, queda claro.
Nadie sale vivo de aquí es su exposición actual en el ICPNA, basado en el título del libro biográfico del poeta y cantante Jim Morrison, quizá así puedan entender los visitantes la temática de Herbert, el nombre es un preámbulo a lo que pueden apreciar, arte que los va interpelar. Advertidos están.
Nadie sale vivo de aquí - Herbert Rodríguez 1979-2016 se puede visitar en la Sala Juan Pardo Heeren del ICPNA (Centro Lima) hasta el 26 de marzo 2017, de martes a domingo, de 11 am a 8 pm. Ingreso libre.