Este año vamos a tener en las salas de cine dos versiones del mito de Hércules: por un lado tenemos la protagonizada por el culturista Dwayne Johnson más conocido como “The Rock”, cuya fecha prevista de estreno en Europa es agosto y se llamará simplemente Hércules; y la versión que se estrena este viernes en las carteleras españolas, Hércules: El origen de la leyenda, que tiene como protagonista masculino a Kellan Lutz, que seguro que más de una (y uno) le recordará por el papel de Emmett Cullen en la saga Crepúsculo. Así que al menos los amantes de los torsos desnudos, cascos y espadas están este año de enhorabuena… aunque me temo que no será así para los del buen cine.
Quizá deberíamos remontarnos a Gladiator (Ridley Scott, 2000) para entender este nuevo furor por lo grecolatino (mitológico o no), hasta ese momento las “películas de romanos” eran algo de otra generación y como mucho una canción de Sabina recordando cómo intentaba meter mano a las chicas con las que iba al cine. Después llegarían otras muchas con mayor o menos éxito entre las que podríamos destacar La última legión, 300, Ágora, Troya, Alejandro Magno, Furia de titanes, Immortals, La legión del águila e incluso esta tendencia la hemos podido ver en formato televisivo con Roma y últimamente en la notable Spartacus.
De entre todas las películas citadas será 300 (Zack Snyder, 2006) la que consiga marcar una tendencia audiovisual con una estética muy peculiar y que viene del resultado de adaptar escena por escena la novela gráfica homónima de Frank Miller. Y tal fue su éxito que pronto tuvo su propia película paródica, Casi 300 (si os interesa este peculiar género cinematográfico, en el podcast #16 de Hacía Falta nuestro compañero Paco habla sobre esta parodia y otras muchas).
Y después de este recorrido cinéfilo volvemos al presente, a Hércules: El origen de una leyenda, a la historia de cómo Zeus, dios de dioses, a espaldas del rey Anfitrión deja embarazada a su mujer, Alcmena, dando lugar al nacimiento de un semidiós llamado Hércules. Anfitrión (un Scott Adkins con barba para parecer más mayor -ya que apenas se lleva 9 años con Kellan Lutz-) tiene dos hijos, Iphicles (Liam Garrigan) y Hércules y aunque debería tratarlos por igual, las sospechas de que no es el padre de Hércules y que Iphicles es su primogénito hará que siempre haya favorecido a este último. Hércules está locamente enamorado de Hebe (interpretada por la bella Gaia Weiss) pero Anfitrión solo mira por sus intereses y arreglará la boda entre Hebe, que resulta ser la princesa de Creta, con su primogénito Iphicles. Esta situación hará que los dos enamorados intenten escapar sin demasiada fortuna y que el padre de Hércules mande a la guerra a éste para librarse del problema. Por desgracia ahí empezarán los nuestros.
Además de dinero, para hacer una película de acción competente deberemos tener un buen guión, unos buenos actores y un director que sepa lo que quiere hacer. Renny Harlin, un director que aunque de segunda fila ha hecho coscas como La jungla de cristal 2, Máximo riesgo, La isla de las cabezas cortadas, Cazadores de mente o El exorcista: El comienzo aquí mezcla Gladiator por un lado (¿si a Ridley le funcionó por qué a mí no me iba a funcionar?) y 300 (poned filtros, vamos a usar mucho croma y a enseñar pectorales, que eso vende, chicos) consiguiendo un pastiche informe que se queda en el quiero y no el puedo. Y es que por mucha cámara lenta que uno le meta a una escena de acción de nada sirve si toda la escena es como para echarse a llorar. En Hércules: El origen de la leyenda hay pocas cosas que podamos salvar y las escenas de acción no son una de ellas. ¿Pero esto no era una película de acción? Por desgracia sí y ese es su principal problema. Los efectos especiales son mediocres y casi parecen de serie B cuando vemos a ese león generado por ordenador. Y las actuaciones siguen la tónica general de la película, todos los actores parecen haber leído el guión la noche anterior y básicamente se definen por lo que dicen (qué malo es Anfitrión, qué viril es Hércules) y no por lo que hacen y esto cuando estamos viendo una película es un error fatal.
Supongo que ver el torso desnudo de Kellan Lutz sea motivo suficiente para que algunas locas quinceañeras se gasten el dinero de la entrada, pero yo les recomendaría que fueran a ver alguna de las películas nominadas a los Oscar o quizá que se quedaran en casa viendo al fornido Kevin Sorbo y rememorando algunos de los mejores capítulos de la serie Hércules: Sus viajes legendarios. Sea como sea cualquier opción es mejor que gastar tiempo y dinero en esta versión mitológica. Por aquí esperamos con ganas la película de The Rock y es que peor no puede ser.