Revista Cultura y Ocio
Si algún chaval más mayor se metía contigo en el colegio, allí estaba yo para defenderte. Reparé tus juguetes rotos. Enjugué la sal de tus lágrimas. Resolví tus dudas con las mates. Te ayudé a elegir el mejor atuendo en tu primera cita.
Recorrí antes que tú todos los caminos. Menos este. Este no lo conozco. No sé cómo discurre, no conozco sus recovecos, ni altibajos.
La impotencia escarba en mi ánimo al verte tan perdido, tan asustado y rendido.
Cuando tus pupilas se empequeñecen y te sumerges en mares de mentiras, la soledad me hace pequeño y vulnerable. Me acurruco detrás de la puerta que has cerrado tras de ti, en silencio, con el aliento contenido y el miedo congelado en la garganta y te lanzo un ruego que no escuchas: “aguanta, dame tiempo para encontrar el modo de salvarte. No me dejes todavía”.
Texto: Yolanda Nava Miguélez
Recorrí antes que tú todos los caminos. Menos este. Este no lo conozco. No sé cómo discurre, no conozco sus recovecos, ni altibajos.
La impotencia escarba en mi ánimo al verte tan perdido, tan asustado y rendido.
Cuando tus pupilas se empequeñecen y te sumerges en mares de mentiras, la soledad me hace pequeño y vulnerable. Me acurruco detrás de la puerta que has cerrado tras de ti, en silencio, con el aliento contenido y el miedo congelado en la garganta y te lanzo un ruego que no escuchas: “aguanta, dame tiempo para encontrar el modo de salvarte. No me dejes todavía”.
Texto: Yolanda Nava Miguélez