Tanto hablar de que si bancos de leche o donación no regulada madre a madre, venta de leche materna (sí, en Estados Unidos los bancos de leche venden la leche humana como medida para financiar parte de sus costes) o solidaridad altruista entre madres... Nos vamos a lo divino, a los debates de altos vuelos, y perdemos de vista la tierra donde nosotras y nuestros hijos ponemos los pies cada día.
Y ahí estaba yo documentándome sobre bancos de leche y otras iniciativas de intercambio cuando me puse a echar las cuentas de cuántos hermanos de leche tienen mis hijos:
Darío es hermano de leche de Karim, el segundo hijo de mi hermana que nació cuando Darío tenía unos siete meses. Le amamenté sobre todo en los momentos en que mi hermana estaba ausente y el niño era todavía muy pequeño. A partir de los 6 meses ya no quiso mamar conmigo. Darío no quiso tampoco mamar del pecho de mi hermana.
Diana es hermana de leche de Karim, por partida doble. Porque yo he amamantado a Karim y porque ella ha sido amamantada por mi hermana. De nuevo, mi hermana ha suplido mis ausencias, solucionando así las necesidades de mi hija, sobre todo durante las primeras semanas.
Diana es, además, hermana de leche de Omar (el primogénito de mi hermana), ya que al tomar la leche de su tía, se hermana también con Omar, que también se alimentó de leche materna.
Darío y Diana son hermanos de leche de Adrián, el hijo de una amiga mía. Porque hemos compartido maternidad y porque las cosas han surgido así, con toda naturalidad, yo he amamantado a su hijo en momentos puntuales y mi hija se ha alimentado de ella en algunas ocasiones.
Darío y Diana son hermanos de leche de Álvaro, el hijo de otra amiga mía, un pequeño de siete meses que el otro día me recordó lo diferente que es la succión de un bebé de la de un niño más crecidito. Es una lástima que el hermanamiento de leche con Álvaro no se extienda a su hermano mayor, Alberto, que no pudo tomar una leche que, ahora se ha demostrado, su madre es perfectamente capaz de producir. Afortunadamente, los segundos hijos nos permiten volver sobre los errores del pasado y sobreponernos a ellos, enseñándonos lecciones impagables ¿verdad, Nuria?
Darío y Diana son también hermanos de leche de un número indeterminado de bebés y prematuros que hayan nacido en el Hospital 12 de octubre o que, habiendo nacido en otras maternidades, hayan recurrido al banco de leche madrileño ya que, durante 5 meses, doné entre 10 y 15 litros de leche materna al banco de leche del 12 de octubre.
Karim, Adrián y Álvaro se llevan el kit completo de hermanamiento, ya que han compartido la calidez del pecho, la firmeza del abrazo, el ritmo acompasado del latir de mi corazón, las sonrisas y caricias que les he dedicado mientras los sostenía en mi regazo y la suavidad de la piel contra la piel, además del alimento primordial.
Los niños que han recibido leche materna donada sólo comparten con mis hijos un alimento mediatizado y pasteurizado, acompañado de una ficha con la analítica de sangre correspondiente y una descripción de los hábitos de vida de la donante. En el mejor de los casos, lo habrán recibido mediante un relactador, pegaditos al pecho de su mami, mientras practicaban el método canguro. En el peor de los casos, los habrán alimentado con un biberón que puede haber obstaculizado su correcta alimentación en el futuro al pecho de su propia madre.
Los niños que he amamantado han recibido leche, amor, comunicación y comprensión. Pero entre sus madres y yo también se ha establecido un flujo de confianza, de solidaridad, de la tranquilidad que da saber que hay alguien que te respalda en caso de necesidad, de entrega, de cariño,... todos ellos valores que consolidan los lazos previos que nos unían.
Por eso, puede que mis hijos tengan muchos hermanos de leche desconocidos, además de los que tienen nombre y apellidos...
pero yo, además, me siento madre de leche de esos tres niños y, en mayor o menor medida, los llevo en mi corazón como mis hijos de leche.
Ahora que lo pienso, soy afortunada, pues tengo una maravillosa familia numerosa... ¡¡¡de leche!!!
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