No es una marca de camisas o de zapatos, no son hermanos y ni siquiera militan en el mismo partido. Hernando y Hernando forman la pareja política de moda desde hace algunas semanas. Se les ve juntos a toda hora, comen juntos, negocian juntos y pactan juntos y por lo general solos. Antonio Hernando, portavoz socialista en el Congreso, y su homólogo del PP, Rafael Hernando, parecen haber tomado en sus manos la tarea de hacer renacer de sus cenizas el bipartidismo que hace un año otros dieron por muerto y enterrado. A la vista está que quienes certificaron su defunción y lo enviaron al cajón de la historia, cantando victoria a destiempo, no han hecho bien su trabajo.
Con discreción y sigilo, Hernando y Hernando cierran acuerdos sobre aspectos relacionados con los próximos presupuestos del Estado o sobre la pobreza energética y los dan a conocer al resto cuando lo único que falta es hacerse la foto. La estrategia tiene jurando en arameo a la gente de Ciudadanos y a la de Podemos más pendiente de sus batallas caseras que de dar trigo. En el partido naranja no gusta un ápice que la única fuerza que tiene un pacto con el PP se vea relegado al papel de figurante y en la formación morada, a falta de algún cielo mejor por conquistar, se pelean a ver quién conquista el poder en el partido. Ciudadanos amenaza con romper un acuerdo que el PP cada vez parece necesitar menos, y a Podemos solo le queda el derecho a la pataletapara intentar convencernos de que la única oposición fetén es la de Pablo Iglesias.
Ignoro si Hernando y Hernando harán del bipartidismo el ave fénix de la política española pero por ahora le están insuflando suficiente oxígeno como para que vuelva a respirar. A los partidos de ambos les favorece este arrobamiento: relega políticamente a sus respectivos rivales y envía a los ciudadanos un mensaje de responsabilidad en los grandes asuntos de estado después de casi un año en el que lo que menos preocupó a todos fue el interés general. Quien más difícil lo tiene es el Hernando socialista, al que muchos dentro y a la izquierda de su partido no le perdonan que cambiara el “no es no” a Rajoy por un “donde dije digo, digo Diego”.
Es innegable que el Hernando del PSOE hizo un papelón en la investidura de Rajoy, pero no es menos cierto que quien le llama traidor buscaba ganar la plata en los terceros juegos electorales en un año. Hernando tiene ahora que demostrar dotes para el funambulismo para caminar por el delgado alambre que en el PSOE separa la oposición del apoyo al PP mientras su contraparte, el Hernando popular, tendrá que ceder en algunas cosas para salvar lo que pueda de la legislatura en la que Rajoy apisonó a la oposición. En este juego es obvio que el PSOE busca evitar nuevas elecciones hasta que recupere fuerzas y el PP quiere aprovechar esa debilidad para que una oposición mayoritaria no haga tabla rasa de sus adoradas reformas.
Los compromisos a los que PP y el PSOE han llegado estos días sorprenden tanto porque los españoles tenemos un déficit político que seguimos sin enjugar después de más de 40 años de democracia: en un sistema democrático, tanto si hay mayorías absolutas como si no, la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas sólo se puede encauzar a través del diálogo y el acuerdo en una dinámica en la que los partidos deben renunciar a parte de sus planteamientos en aras del interés general. Pretender conquistar el cielo desde el maximalismo irreductible termina consiguiendo el efecto contrario al deseado: que el cielo lo conquisten Hernando y Hernando y a ti se te empiece a ver y a escuchar menos que en un día cerrado de calima.