Para ir de Pamplona a San Sebastián uno atraviesa gran parte de la autovía del Leizarán. La autovía maldita de las cesiones, cuyo trazado nos recordará siempre que a veces, incluso en democracia, las botas pueden más que los votos. Salimos después de un magnífico almuerzo e hicimos un alto en Hernani. En una canción de Kortatu publicada en su primer disco, homónimo, se hablaba de la ciudad y recuerdo alguna versión en la que la canción comenzaba con la expresión "Hernani, un horrible sueño..."Así que paramos a ver cómo es la zona cero de este carlismo de izquierdas de finales del XX que sigue siendo el mundo de Herri Batasuna; de esta ideología paseista que busca detener el tiempo y volver a un pasado imaginado. Damos una vuelta por la villa; una magnífica iglesia y una bandera nacionalista plantada en medio de la plaza. Los carteles en la calle y la estética de gran parte de los vecinos confirma la visión de ese horrible sueño que ha sido el nacionalismo en todo el mundo durante los siglos XIX y XX. Convertir en natural lo que es sólo fruto de la imaginación; ese es el sueño de cualquier nacionalismo. Nadie se mete con nosotros ni nosotros nos metemos con nadie. Apenas una cerveza, algunas conversaciones escuchadas al azar y un mal olor persistente en todo el casco. Tomamos el coche para seguir rumbo a San Sebastián.
Mientras arrancamos, pienso que lo mejor del País Vasco, en el XIX, en el XX y desde luego ahora, está en sus grandes ciudades. Y pienso también que si hay algún lugar en España en el que se confirme la veracidad del viejo adagio que aseguraba que "el aire de la ciudad hace libre al hombre" ese lugar es, sin duda, la provincia de Guipúzcoa.